Ramon Mirabet: “Conocí a Carlota bailando, mi ridiculez invadía la sala”
La historia de amor del músico y su pareja
Tras el confinamiento por la pandemia de cóvido-19 Ramon Mirabet tenía ganas de probar cosas nuevas y por eso se apuntó a danza. "Era el único chico de la clase y evidentemente el peor alumno de todos. Mi ridiculez invadía la sala", recuerda. Sin embargo, la energía que encontró en aquella clase era exactamente lo que buscaba. "Siempre que he hecho deporte lo he hecho para competir. En cambio, la danza la pude vivir desde un aprendizaje constante: iba a clase sabiendo que sería lo peor de la clase y que iba a ser lo peor de la clase, pero me hacía feliz".
Mirabet tuvo que dejar las clases porque su padre estaba muy mal, y hubo alguien que le echó de menos particularmente: Carlota. "Yo ya me había fijado porque tenía una sonrisa y una energía preciosa. Cuando dejé de ir a clase me escribió para decirme que me añoraban. A partir de ahí empezamos una relación de amistad muy bonita, hasta que se convirtió en una relación de pareja", rememora el músico.
De Carlota, dice, le gusta sobre todo la pureza. "Todo el mundo en la vida ha tenido malos momentos, ella también, pero ha sabido sobreponerse sin llevarse mucha mochila. Yo llevo muchas mochilas y es natural llevarlas, pero de ella me gusta que tiene una energía muy pura y honesta, con una inocencia muy bonita que a mí me transmite tranquilo. sorprendente por cualquier cosa: la gente que ya sabe todo me aburre mucho. Estar con ella es como estar con alguien que está aprendiendo constantemente, y me ayuda a conectar también con mi pureza interior", reflexiona Mirabet.
Para él, dice, "el amor lo es todo, el motor que nos hace seguir adelante y que nos hace correr la sangre por las venas. Y no sólo el amor de pareja, el amor a los padres, a los amigos, a la familia, a la gente del pueblo. Los pequeños actos de amor hacen que tu día a día sea más feliz y rico". El músico recuerda siempre un paseo con su madre por el Pont des Arts de París, donde un montón de parejas habían colgado candados con sus iniciales. "«Qué raro que se pongan candados como símbolo de amor –dijo mi madre– cuando el amor debería ser todo lo contrario: libertad»".