El análisis de Antoni Bassas: 'O salvar las pinturas de Sijena u obedecer la sentencia del Supremo'

Ya ven que ahora, en plena etapa de dicha “normalización”, el Supremo sentencia que las pinturas deben irse de donde han sido preservadas durante cerca de un siglo. Ni proceso ni historias

29/05/2025
3 min

Esta historia del traslado de las pinturas de la sala capitular del monasterio de Sijena hace años que mueve, suficientes años para que nos hayamos ocupado suficientemente aquí en el ARA.

En 2016 publicamos un doble reportaje, escrito y audiovisual, sobre el litigio, con tres localizaciones: Barcelona, donde se encuentra el MNAC con las pinturas; Lleida, donde el Museo Diocesano guardaba piezas de Sijena (Sijena pertenecía al obispado de Lleida), y Sijena mismo.

Les invitamos a recuperar aquellos reportajes, por qué contienen toda la información necesaria para entender que el traslado de las obras que el Tribunal Supremo ha decidido en sentencia es una grave irresponsabilidad patrimonial, entre otras cosas. Todos los expertos explican que, si tocan las pinturas, se les pueden deshacer en sus manos. Quizás han oído lo que pasó: las pinturas son de principios del siglo XIII, y cuando estalló la Guerra Civil, hace cerca de 90 años, fueron quemadas por un grupo de anarquistas (con ayuda de gente del propio pueblo de Sijena) que incendió el monasterio, como ocurrió con tantas otras iglesias aquel 18 de julio. Cuando llevaban dos días ardiendo, un responsable de la Generalitat, Josep Gudiol, salvó lo que pudo y lo trasladó a Barcelona. Y lo que pudo salvar fueron fragmentos calcinados, trozos a recomponer. Por eso, si va al MNAC, a Montjuïc, verán que estas pinturas quemadas, en color sepia, están completadas con otras añadidas más tarde, para que se entendiera qué es lo que representaban. Aunque Gudiol hizo un trabajo magnífico, lo hizo con las técnicas disponibles hace 90 años, y por supuesto no eran tan buenas como las que hay ahora. Por eso, trasladar las pinturas es comprar muchos números para que se les queden en sus manos, a no ser que se lleven la estructura entera donde están enganchadas y la trasladan entera a Sijena. Y una curiosidad: si alguna vez quisieran hacer el mapa lumínico de cómo eran las pinturas, deberían volver al MNAC y pedir que les enseñaran las acuarelas a color que en 1918 pintaron los alumnos del arquitecto Lluís Domènech i Montaner en el curso de una excursión que realizaron a Sijena.

Cuando la justicia ya obligó a trasladar las piezas del Museo de Lleida y rebrotó la reclamación por las pinturas del MNAC, estábamos en pleno Proceso y la idea que se hizo correr es que unas pinturas aragonesas debían salir de una Catalunya que podía acabar siendo independiente o que quería serlo. Ya ven que ahora, en plena etapa de dicha "normalización", el Supremo sentencia que las pinturas deben irse de donde han sido preservadas durante cerca de un siglo. Ni Proceso ni historias. Pero es que, además, la reclamación de Sijena tiene mucho que ver con la ofensiva del episcopado español (lo que dice que la unidad de España "es un bien moral a proteger"), que hace cerca de 30 años tocó la frontera de la diócesis de Lleida, que entraba hasta tierras catalanohablantes de la Franja aragonesa, para hacerlo por las franja aragonesa. Sin ese movimiento no tendríamos eso. Lo intentaron también con la diócesis de Tortosa, que entra en la provincia de Castellón, pero la gente de las parroquias de allí se opuso firmemente.

Esta madrugada, desde Japón, el presidente Illa ya ha mostrado su respeto por la sentencia a pesar de advertir sobre el peligro patrimonial por el traslado. Pues o una cosa u otra: la sentencia pone en peligro la obra de arte.

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