Crisis climática

¿Está preparada Cataluña para afrontar las enfermedades que vendrán?

El calentamiento global acelera y la globalización conecta: enfermedades antes lejanas ya se transmiten localmente

El dengue no es ya sólo una amenaza importada que llega en aviones. Es una realidad autóctona en Cataluña. En verano de 2024, el brote de ocho casos en Vila-seca (Tarragonès) –el mayor registrado en España– lo confirmó contundentemente: el virus circula aquí, transmitido por mosquitos autóctonos. Este episodio no es una anécdota, sino una señal de alarma que refleja una profunda transformación: el calentamiento global y la movilidad masiva han dinamitado las antiguas fronteras epidemiológicas. Una paciente con fiebre y dolor óseo ya no puede descartar una enfermedad tropical sin viajar. Ante esta nueva normalidad, la respuesta no puede fragmentarse. La salud humana, animal y ambiental están intrínsecamente ligadas. La solución tiene un nombre, One Health o 'una sola salud', un enfoque integrador que se convierte en una necesidad imperiosa.

ElAedes albopictus, el temido mosquito tigre, originario del sudeste asiático, ya no es un extraño. Esta especie invasora, adaptada a entornos urbanos y resistente, ha colonizado extensamente el territorio catalán, especialmente la franja costera, en línea con su expansión por todo el arco mediterráneo. Su presencia masiva abre la puerta de par en par a la transmisión de virus como el dengue, el chikungunya y el del Nilo Occidental. Los datos de Renave –la red estatal de vigilancia epidemiológica– de 2023 cuantifican este riesgo: de los 369 casos de dengue registrados en España ese año, la gran mayoría (367) fueron importados, lo que evidencia la constante llegada del virus a través de viajeros. Pero, de forma importante, se confirmaron 2 casos autóctonos que demostraban que la presencia ya consolidada de ese mosquito permite la transmisión local cuando el patógeno llega.

"El aumento de las temperaturas y los cambios en las lluvias crean un cóctel perfecto para la expansión de vectores como mosquitos, garrapatas y flebótomos [unos insectos voladores muy pequeños]“, advierte Rachel Lowe, investigadora y directora del grupo de Resiliencia en Salud Global en el Barcelona Supercomputing Center. Las condiciones climáticas ya no son una barrera, sino un facilitador. alertando de picaduras de un mosquito desconocido fueron clave", recuerda John Palmer, investigador de la UPF y cofundador de Mosquito Alert. La confirmación científica validó una realidad que ya picaba en la piel de los ciudadanos después de que la especie se hubiera establecido probablemente años antes.

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Desde entonces, la vigilancia se ha profesionalizado, y herramientas como Mosquito Alert se han convertido en fundamentales. Esta plataforma se basa en la ciencia ciudadana, un modelo de participación en el que personas no especialistas colaboran con investigadores aportando datos sobre la presencia de mosquitos en su entorno. Esto permite hacer un mapeo casi en tiempo real de vectores como el mosquito tigre. "La ciencia ciudadana no sólo acelera la detección, sino que conecta directamente a la población con las autoridades creando un sistema de alerta temprana insustituible", apunta Palmer.

Aunque muchos casos siguen siendo importados, los brotes autóctonos como el de Vila-seca son la prueba irrefutable de que el ciclo de transmisión local ya está establecido. Este episodio exigió una respuesta rápida y coordinada (inspecciones, tratamientos, seguimiento), e hizo patente que la vigilancia entomológica y la capacidad de reacción son vitales. Ya no es una cuestión de "si" pasará, sino de "cuándo" y "dónde" será el próximo brote si no se actúa preventivamente.

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Globalización: autopistas para los virus

El mundo interconectado es un caldo de cultivo para la propagación de enfermedades. "Los mosquitos tienen un radio de vuelo limitado, pero los humanos atravesamos continentes", resume gráficamente Palmer. "El verdadero motor de la epidemia no es el vuelo del mosquito, sino el viaje del patógeno en nuestro interior".

Cataluña, y especialmente Barcelona como hub internacional, recibe un flujo constante de viajeros por trabajo, turismo o lazos familiares. Este tráfico incesante es una puerta de entrada permanente para exóticos virus. Cuando un viajero infectado llega en la temporada de mosquitos activos, el riesgo de transmisión local se multiplica exponencialmente.

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Pero los virus no solo viajan en avión. La globalización del comercio abre otras vías: contenedores marítimos, neumáticos usados ​​–la vía más probable por la queAedes albopictus llegó a Europa hace décadas–, plantas ornamentales… Estos vectores pasivos transportan huevos de mosquito resistentes a largas distancias. "El comercio global fue clave para la entrada inicial y la expansión delAedes albopictus", confirma Palmer. Una vez que la especie invasora se establece en un territorio, basta con que llegue un humano infectado para que el virus encuentre un nuevo ecosistema donde prosperar.

La combinación de turismo masivo y cambio climático es particularmente explosiva. Las épocas de máxima afluencia turística a menudo coinciden con las condiciones óptimas para el mosquito (calor, humedad, agua estancada), lo que convierte a los núcleos urbanos densamente poblados en potenciales focos epidémicos si la vigilancia flaquea.

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Lowe es taxativa: "Barcelona tiene un riesgo elevado de emergencia o reemergencia de patógenos. El reto trasciende a la ciencia; es profundamente institucional y requiere una acción coordinada y proactiva". Anticipar, prevenir y actuar con celeridad es la única estrategia viable.

Cambio climático: el acelerador implacable

El Mediterráneo sufre un calentamiento acelerado, y Cataluña es un reflejo directo. De hecho, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Europa es el continente que se calienta más rápidamente, a un ritmo que duplica la media global desde los años 80. Esta tendencia alarmante, documentada también por informes como el Lancet Countdown Europe 2024, ya no es una proyección futura: es el presente que transforma nuestra. Donde antes el clima era una barrera para los vectores, ahora es un aliado cada vez más poderoso.

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"Temperaturas más altas alargan la temporada activa de los mosquitos y aceleran su ciclo vital", detalla Lowe. El calentamiento también altera las lluvias, a menudo concentrándolas y favoreciendo la acumulación de agua estancada en entornos urbanos (desagües, macetas, sumideros) y multiplicando los lugares de cría. Cada verano es más cálido y largo: datos del Servei Meteorològic de Catalunya confirman, por ejemplo, que en Barcelona el número de noches tropicales, por encima de los 20 °C, se ha multiplicado por cuatro en los últimos 50 años, pasando de unas 15 anuales a más de 60 de media recientemente. Estas cálidas noches prolongan la actividad de los mosquitos y aumentan las probabilidades de contacto con humanos.

Pero el impacto climático va más allá del vector. Afecta a la replicación del virus dentro del mosquito, haciéndolo potencialmente más infeccioso más rápidamente. Además, el estrés por calor en humanos, la pobreza energética y la vulnerabilidad social agravan el riesgo de complicaciones médicas, tejiendo una peligrosa red entre desigualdad social e impacto sanitario del cambio climático.

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Instituciones como el Barcelona Supercomputing Center ya modelizan estas complejas interacciones, integrando datos climáticos, ambientales y sanitarios para intentar anticipar brotes y optimizar respuestas. "La predicción climática puede darnos semanas o meses de ventaja cruciales, pero sólo si la sabemos interpretar y actuar en consecuencia", afirma Lowe. Pero la realidad es tozuda: lo que eran molestias estacionales se convierten en riesgos sanitarios permanentes. El Mediterráneo es una nueva frontera epidemiológica activa.

One Health: más que un concepto, una exigencia operativa

En un mundo interconectado donde las zoonosis -enfermedades que se transmiten entre animales y humanos, como la gripe aviar o la rabia- y las enfermedades sensibles al clima dominan la escena, separar salud humana, animal y ambiental es un peligroso anacronismo. El enfoque One Health no es una opción, sino la única estrategia coherente. Cataluña empieza a adoptarlo, pero es necesario acelerar.

"One Health es una necesidad operativa urgente", recalca Lowe. "Estas enfermedades nacen de la interacción compleja entre ecosistemas, animales y personas. Solo podemos gestionarlas superando las barreras entre médicos, veterinarios, ecólogos, urbanistas, climatólogos y políticos".

Esto se traduce en proyectos como IDAlert, que integran distintos indicadores, o planes locales de salud que incorporan el clima como determinante. Pero va más allá: implica también, por ejemplo, repensar el diseño urbano. "Un simple desagüe mal diseñado puede ser una fábrica de mosquitos", advierte Palmer. Es necesaria coordinación real entre urbanismo, medio ambiente y salud pública en cada decisión que afecta al entorno.

Implementar 'One Health' de forma efectiva choca con obstáculos reales: financiación insuficiente o fragmentada, rigidez burocrática entre departamentos, inercias institucionales y, a menudo, carencia de voluntad política para abordar problemas transversales que exigen inversiones a largo plazo. Superar estos arrecifes es fundamental.

Esto ya no es una hipótesis futura; es nuestra realidad presente. La creciente presencia de enfermedades vinculadas al clima y la globalización en Cataluña es un aviso que no podemos ignorar. Nos obliga a entender la salud como un sistema interconectado: nuestro bienestar depende directamente de la salud de los ecosistemas que alteramos, las ciudades que construimos y las especies con las que convivimos.

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La ciencia catalana responde

Cataluña no sólo sufre el problema, sino que también es un nodo clave en la búsqueda de soluciones a escala europea. Instituciones líderes combinan epidemiología, datos masivos, vigilancia ambiental y ciencia ciudadana.

Mosquito Alert es su ejemplo paradigmático: esta plataforma ha alcanzado un impacto global, recibiendo y validando más de 286.000 informes ciudadanos hasta ahora, y sus datos son utilizados por gestores e investigadores en más de 100 países. Ha transformado radicalmente la detección de vectores gracias a la colaboración ciudadana validada por expertos. "Llegamos donde la vigilancia tradicional no puede, empoderando a la ciudadanía y afinando la respuesta institucional", subraya Palmer.

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El Barcelona Supercomputing Center, liderado por Lowe, participa en proyectos europeos como IDAlert o EpiOutlook, desarrollando sistemas de alerta temprana que integran múltiples variables para predecir brotes. "La clave es romper silos e integrar datos de disciplinas diversas para una vigilancia realmente robusta", insiste Lowe.

La colaboración con la Agencia de Salud Pública de Barcelona, ​​el Instituto de Salud Global, el CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales) y otras entidades es un punto fuerte del sistema catalán, conectando investigación y acción territorial.

Sin embargo, los retos persisten: es necesario mejorar drásticamente la integración de datos en tiempo real, asegurar una financiación estable y continuada para estos sistemas de vigilancia, y –lo crucial– garantizar que el conocimiento científico se traduzca en políticas públicas valientes y efectivas. Lowe lo deja claro: "La investigación sólo es útil si llega a quienes toman decisiones y éstos tienen la voluntad política de actuar".