El espejismo del Acceso Abierto: artículos sin coste para la ciudadanía estrangulan a la universidad
Para que la ciencia sea realmente abierta y al servicio de la sociedad es necesario que el conocimiento deje de estar sólo en manos de un oligopolio
Alberto Caselli, bibliotecario del Instituto Universitario Europeo, me recuerda a menudo la frase de la novela Il Gattopardode Giuseppe Tomasi di Lampedusa: "Si queremos que todo quede como está, debe cambiar todo".
Cuando en 2002 se publicó la Budapest Open Access Initiative, muchos bibliotecarios sentimos que se abría una nueva etapa para la comunicación científica. El objetivo parecía incuestionable: hacer accesible la investigación financiada con fondos públicos en toda la sociedad, sin muros. Bibliotecarios e investigadores apostaron por el Accés Obert como alternativa al modelo de suscripciones millonarias, convencidos de que internet podía democratizar el conocimiento y reducir la presión financiera sobre las bibliotecas académicas.
Más de veinte años después, la situación dista mucho de esas expectativas. Es cierto que hay más artículos accesibles gratuitamente que nunca, pero también es cierto que las bibliotecas académicas siguen soportando una creciente carga económica, bajo nuevas formas contractuales que las mantienen prisioneras de los propios editores. Si antes se pagaba por leer, ahora se paga por publicar. Éste es el principio del modelo que se llama dorado (gold Open Access), que se ha extendido a través de los mal llamados acuerdos transformativos, que lo único que han transformado es la contabilidad.
De pagar por acceder a pagar por publicar
Los datos lo confirman. En Alemania, el consorcio a través del cual se negocia con los proveedores de información científica, Projekt DEAL, estableció con el editor Wiley una tarifa por artículo de 2.750€. Es decir que los autores deben pagar a Wiley 2.750 € por publicar el artículo en una revista. Con Springer Nature, la tarifa es de 2.600€ por artículo. En lugar de pagar por acceder, se paga por publicar, pero los importes finales no representan ningún ahorro.
La Biblioteca Nacional Sueca, a su vez, informó de que en 2022 el gasto en publicación científica ascendió a 65 millones de euros, un incremento de un 3,7% respecto al año anterior. Y reconoce que los costes no han dejado de crecer desde 2016.
En Reino Unido, JISC, una organización sin ánimo de lucro, ha señalado que el resultado de sus negociaciones han llevado a un modelo tan insostenible que han empezado a diseñar una estrategia de salida de los acuerdos transformativos, buscando vías más flexibles.
A nivel global, el panorama es aún más contundente. El mercado del pagar por publicar estaba valorado en unos 1.600 millones de dólares en 2021 y superaba ya los 2.000 millones de dólares en 2024. Es decir, el nuevo modelo no ha reducido el gasto, sino que ha creado un mercado paralelo de magnitudes equivalentes al anterior.
El modelo empobrece el rol de las bibliotecas
Estas dinámicas han empobrecido el rol de las bibliotecas, garantes del acceso y la preservación del conocimiento, para convertirse en gestorías de facturas. En lugar de negociar suscripciones, negocian tarifas por artículo. En lugar de defender el derecho de lectura de las comunidades universitarias, gestionan las oportunidades de publicarse de sus investigadores.
El modelo no favorece tampoco a los investigadores; los costes elevados pueden condicionar dónde publicar, favoreciendo las revistas de los grandes editores por encima de otras opciones. Esto refuerza aún más la concentración del mercado y dificulta la emergencia de modelos alternativos. Los criterios de evaluación académica, que siguen dando un peso excesivo a revistas de prestigio controladas por editores comerciales, actúan como incentivo para que los investigadores sigan la corriente monopolística, aunque conlleve costes crecientes para sus propias instituciones.
Algunos pueden argumentar que el resultado ha sido positivo para los lectores: hoy se puede acceder a un mayor número de artículos sin coste. El conocimiento parece gratuito para el ciudadano pero implica facturas crecientes e insostenibles para las universidades. El nuevo modelo favorece prácticas monopolísticas y opacas, y el ciudadano paga igualmente una factura por lo que ya ha sido financiado con dinero público.
Dar la vuelta a la situación
Para darle la vuelta a esta situación habría que replantear los mecanismos de evaluación de la investigación. Mientras la progresión académica continúe ligada a revistas de gran impacto propiedad de pocos conglomerados editoriales, cualquier alternativa tendrá dificultades para consolidarse. Las universidades, las agencias de evaluación y financiación tienen aquí una enorme responsabilidad: reconocer y valorar la publicación en canales no comerciales, fomentar la diversidad de modelos y reducir el poder de las revistas de siempre. De otro modo seguiremos con un sistema viciado e interesado.
Hay alternativas; el modelo verde (green Open Access), basado en repositorios institucionales, es una vía económicamente sostenible que permite dar visibilidad y acceso a los resultados de la investigación sin transferir cantidades ingentes de dinero a intermediarios de escaso valor añadido. Pero es necesario admitir que ni las universidades, ni las agencias de evaluación o financiación han trabajado en la parte de los mecanismos de evaluación. Vamos muy tarde.
Si queremos que la ciencia sea realmente abierta y al servicio de la sociedad, habrá que apostar con decisión por vías ambiciosas. El conocimiento no puede ser sólo un producto más en manos de un oligopolio. Debe ser un bien común, gestionado colectivamente y financiado de forma justa. Las bibliotecas, que siempre han sido guardianes del saber, merecen un sistema que las libere, no uno que las convierta en la ventanilla de caja de un mercado disfrazado de revolución.