Por qué ponemos a las personas de las que nos enamoramos en un pedestal
El enamoramiento activa circuitos neuronales relacionados con las recompensas y metas positivas
Una de las frases hechas más habituales que se oyen decir cuando una persona está enamorada es que "el amor es ciego". Hace tiempo que se sabe que desde el punto de vista neuronal y neurohormonal esta frase no es cierta. Durante el enamoramiento, que incluye las primeras fases de una relación romántica, se desactivan las redes neuronales de la crítica en relación con la persona de la que estamos enamorados, lo que hace que sólo veamos sus partes positivas. Se considera un mecanismo biológico que favorece la buena sintonía con la pareja y facilita la consolidación de la relación.
Por motivos puramente fisiológicos, el enamoramiento suele durar entre dos y cuatro años, momento en el que se saturan los receptores cerebrales. Entonces el equilibrio neurohormonal cambia y vuelven a activarse las redes asociadas a la capacidad crítica. Si la relación se mantiene, se habla ya de amor que, dado el componente crítico, deja de ser ciego.
Un pedestal neurohormonal
Sin embargo, los estudios en psicología también indican que, durante el enamoramiento, no tenemos suficiente con ver o priorizar las partes positivas de la pareja y obviar al resto. A menudo también tenemos la tendencia a situar a la persona objeto de nuestro enamoramiento en un pedestal.
Para comprobar hasta qué punto es cierto y qué base fisiológica tiene esta idea, el antropólogo Adam Bode y el psicólogo Phillip S. Kavanagh, de la Universidad Nacional de Australia y de la Universidad de Canberra, respectivamente, han analizado las respuestas de 1.556 personas voluntarias que se identificaban a sí mismas como “enamoradas”.
Según han publicado en la revista Behavioural Sciences, el enamoramiento también implica la activación de unos circuitos neuronales relacionados con la llamada motivación de aproximación, que nos impulsa a movernos hacia las recompensas y metas positivas. Además, comparando estos circuitos neuronales con los de otros organismos, se ha datado el origen de las relaciones románticas a hace unos 5 millones de años, cuando nuestro linaje se separó del resto de grandes primates.
En psicobiología, el concepto de enamoramiento o de amor romántico, hace referencia al período de sentimientos intensos que a menudo acompaña a las primeras etapas de una relación afectiva. Desde la perspectiva evolutiva se asocia a una serie de funciones reproductivas, como la elección de pareja, el noviazgo, el emparejamiento y el establecimiento y consolidación de los vínculos afectivos. Implica, por tanto, reacciones emocionales y comportamientos específicos, entre los que destaca situar a la persona de la que estamos enamorados en una posición central de nuestra vida y de nuestros pensamientos.
Atrevimiento y recompensas
Utilizando varios tests, estos investigadores valoraron, primero, la intensidad de las reacciones emocionales respecto a la persona amada. Estos test contienen preguntas como por ejemplo Cuando mi pareja me dice que me quiere, me siento animado y con más energía, o A menudo hago cosas con mi pareja únicamente porque creo que nos divertiremos. También permiten ver qué posición ocupa la persona amada en la escala de valores de uno mismo, es decir, si la situamos en una posición central o más periférica.
Según los autores del trabajo, la conclusión principal del estudio es que el amor romático, o el enamoramiento, activa de forma muy intensa el llamado sistema de activación comportamental del cerebro, un conjunto de circuitos neuronales que hacen que tendamos a ser más activos y atrevidos. También hace que estemos dispuestos a tomar más riesgos para conseguir lo que deseamos y, al mismo tiempo, nos motiva a conseguir las recompensas asociadas.
Desde el punto de vista neurohormonal, el enamoramiento activa la producción de oxitocina, que se relaciona con el establecimiento de lazos afectivos y el placer sexual, entre otras funciones. Y también de dopamina, que estimula las sensaciones de recompensa intensa y activa la motivación, al tiempo que favorece que anticipamos recompensas futuras. Dicho de otro modo, sitúa a la persona querida en el centro de nuestra actividad mental y vital.
En lo que se refiere a las estructuras cerebrales implicadas, esta red neuronal incluye principalmente el núcleo accumbens, que se relaciona con las sensaciones de recompensa y con la anticipación de recompensas futuras, la motivación, y la sensación de placer; la corteza prefrontal ventromedial, asociada a la toma de decisiones y la evaluación de recompensas, y que juega un papel importante en el control de las respuestas emocionales y la planificación de comportamientos basados en recompensas; el sistema límbico, que se relaciona con las emociones, la memoria y también con las respuestas a las recompensas, y el llamado trato mesolimbico, que es crucial para la transmisión de señales relacionadas con la recompensa.
Además, al comparar la estructura de estas zonas con las equivalentes de otros primates vivos, parece que el amor romántico nació con nuestro linaje, debe hacer unos cinco millones de años, como una forma de fortalecer las relaciones de pareja en unas sociedades que iban siendo cada vez más complejas.