La revolucionaria visión de Tesla, hecha exposición

Es una puesta de sol. Nikola Tesla (Smiljan -actual Croacia, antigua Serbia-, 1856; Nueva York, 1943) pasea por un parque de Budapest mientras recita Fausto de Goethe. De repente se para. Acaba de tener una idea. Una de aquellas que, sin saberlo, ayudarían a cambiar el mundo. ¿Cuál? Nada más y nada menos que el campo magnético rotativo que años después utilizaría para crear el motor de inducción. El momento ¡Eureka! quedaría inmortalizado en forma de esquema dibujado en el suelo con el bastón. Fue este, pero podría haber sido cualquier otro, como el potencial de la corriente alterna o la transmisión de información y energía inalámbricas. O alguna de sus casi 300 patentes reconocidas en los ámbitos del electromagnetismo, la radiodifusión y la electricidad, que han acabado llegando hasta nuestros días. Tesla, genio excéntrico de alcance universal, estará presente en forma de exposición en el Cosmocaixa de Barcelona hasta febrero.

La exposición, coordinada por Jordi Aloy, físico y astrónomo de esta institución, recrea el entorno victoriano a caballo de los siglos XIX y XX en los que Tesla desarrolló prototipos, modelos e inventos que, alrededor del electromagnetismo, supusieron un antes y un después en la ingeniería. Siguiendo un orden cronológico, la muestra recoge aspectos de su juventud en Europa, su éxito en Nueva York y la caída en el olvido posterior. El Museo Nikola Tesla de Belgrado, el primer museo de la técnica de la antigua Yugoslavia, ha colaborado cediendo réplicas antiguas creadas por el mismo Tesla tanto en Europa como en los Estados Unidos. Destacan por su valor documental unos cuantos artefactos que demuestran cómo un campo magnético puede generar electricidad, predecesores de los primeros fluorescentes, bobinas, generadores de alta tensión y una recreación a escala de la torre Wardenclyffe, un transmisor de dimensiones gigantescas pensado para la radiodifusión y el envío de energía a largas distancias.

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Una personalidad cautivadora

Más allá de los artefactos y trastos que se podrán encontrar -y manipular- en la exposición, Aloy reconoce que espera que los visitantes queden atrapados, o cautivados, por la personalidad de una persona como Tesla. “En muchos sentidos era alguien avanzado a su época”, dice. Tanto, de hecho, que hoy se le considera el padre intelectual de dos elementos clave de nuestra sociedad. Uno es el mismo concepto de red eléctrica tal como la conocemos. “Tesla hizo posible la corriente alterna como alternativa a la corriente continua”, explica el coordinador de la exposición. Dicho de otro modo, ideó el sistema para que la corriente se transportara “desde una central eléctrica hasta el interruptor de casa”.

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En la misma línea, Tesla estableció las bases de la comunicación inalámbrica. Esto implica la radiodifusión por un lado, e internet por el otro. “El descubrimiento de la radio se atribuye a Marconi, pero la gente no sabe que fue posible gracias a siete patentes de Tesla”, exclama Aloy. De hecho, el ingeniero de origen serbio buscaba, casi obsesivamente, la forma de transportar sin hilos información y energía a todas partes. En este marco cabe, obviamente, la radiofonía, pero también el concepto de red que muchos años después daría lugar al Arpanet y los protocolos de Vinton Cerf y, posteriormente, al internet de comunicación mundial de datos.

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Con todo, el gran invento de Tesla fue el motor de inducción. A partir de un campo magnético rotativo como fuerza motriz, el ingeniero diseñó un motor con el que demostraba que la electricidad y el magnetismo eran “las dos caras de una misma moneda”. “Un campo magnético induce una corriente eléctrica y, a la vez, una corriente eléctrica genera un campo magnético”, explica Aloy. Este principio se aplica desde entonces a todos los motores actuales.

Tesla fue coetáneo de personalidades como Thomas Edison, George Westinghouse, Guglielmo Marconi y Aleksandr Stepanovitx Popov. Colaboró y también compitió en la conocida como la Guerra de las Corrientes, hasta que cayó en desgracia por el fracaso de la torre Wardenclyffe. Su figura se apagó y solo al cabo de muchas décadas se le reconocieron sus méritos. Entre otros, gracias a Elon Musk y su coche eléctrico, Tesla. El cómo y el porqué de todo, en la exposición del Cosmocaixa.