El sushi modificado genéticamente llega al mercado japonés
Pronto se añadirán más alimentos modificados a la lista, pero habrá que ver si el nuevo método de manipular seres vivos superará las reticencias de los ciudadanos de los países más refractarios a los OGM
Aunque parezca una práctica moderna, la modificación genética de plantas y animales para el consumo humano es tan antigua como la agricultura y la ganadería. Tradicionalmente, se había conseguido con largos cultivos y apareamientos selectivos, con el objetivo de que la característica que resultara interesante (vacas que producen más leche, guisantes resistentes a hongos, etc.) pasara a la descendencia. Esto ya se hacía de manera intuitiva mucho antes que Gregor Mendel estableciera las bases de la herencia en el siglo XIX. Cuando se descubrió que la información genética estaba en el ADN y, décadas después, se aprendió a manipularlo, pasamos a estar en condiciones de acelerar y perfeccionar estos procesos. El descubrimiento hace diez años de una nueva herramienta de edición genética, llamada CRISPR, está revolucionando muchos campos de la ciencia y, desde hace poco, ya se comercializan también productos modificados con esta técnica.
Tomates y salmones
Los primeros cultivos manipulados genéticamente (a menudo denominados genéricamente transgénicos, que quiere decir que tienen genes de otras especies) se plantaron al final de los años 80 del siglo pasado. Desde entonces, se han producido muchas variedades, la mayoría plantas resistentes a plagas o a herbicidas. El primer alimento modificado que llegó a las tiendas, en 1994, fue el Flavr Savr, un tomate que tardaba más en pudrirse, lo cual permitía que madurara más lentamente y mantuviera más el sabor que los tomates normales, que se tienen que cosechar cuando todavía están verdes. A pesar de esto, tuvo poca aceptación y dejó de producirse al cabo de pocos años. Más exitosos han sido los cultivos de azúcar o cereales resistentes, que actualmente se pueden encontrar por todo el mundo y que ya han entrado en la cadena alimenticia porque se utilizan para la producción de muchos alimentos procesados. En cuanto a los animales, la primera especie modificada no se pudo comprar hasta el 2015. Se trata del salmón AquAdvantage, que crece incluso más rápido que los peces de piscifactoría que han sido apareados selectivamente con este objetivo.
A pesar de que los organismos modificados genéticamente (OGM) ni representan ningún peligro para la salud de quien los consume ni se ha visto que provoquen catástrofes ecológicas, como se temía al principio, en muchos países tienen mala reputación, hasta el punto que se organizan protestas en contra ellos o incluso se legisla para evitar que se planten o vendan. A pesar de esto, la investigación en GMO ha continuado avanzando, y últimamente se ha beneficiado de nuevas tecnologías como el CRISPR, un método de edición genética preciso y efectivo que tiene muchas aplicaciones científicas. Ya se ha usado para modificar cultivos, como setas que no se vuelven marrones o nuevas variedades de plantas resistentes, pero todavía no había llegado ninguno de estos productos a la cadena alimentaria. Esto ha cambiado recientemente: los primeros ya están disponibles en las tiendas de Japón.
Un suplemento popular
La compañía Sanatech Seed comercializa el Sicilian Rouge, un tomate que, gracias a la edición con CRISPR, contiene cinco veces más ácido gama-aminobutírico (o GABA). El GABA es un suplemento muy popular en Japón por sus supuestos beneficios, como reducir la presión arterial o ayudar a la relajación. En el mercado japonés ya hay 400 productos diferentes enriquecidos con GABA, desde bebidas hasta chocolate, pero este es el primero que se ha producido con técnicas de edición genética. El Sicilian Rouge fue aprobado por las autoridades a finales del 2020, y desde septiembre del 2021 ya se distribuye por internet, al parecer con una buena aceptación. También tienen éxito las semillas del tomate, que mucha gente ha empezado a cultivar en sus jardines. El hecho de que no haya pruebas científicas que demuestren de manera concluyente que el GABA es bueno para la salud parece que no importa mucho a los consumidores japoneses.
Curiosamente, el Sicilian Rouge es uno de los pocos ejemplos de OGM con beneficios nutricionales que se han conseguido comercializar hasta ahora. Otros productos, como el arroz de oro, que contiene grandes cantidades de vitamina A con el objetivo de que las personas que viven en zonas donde hay déficits crónicos de esta vitamina no sufran las enfermedades que esto causa, todavía luchan para superar las trabas. Precisamente, el arroz de oro se produjo por primera vez en 2000, pero hasta el verano del año pasado no se ha dado permiso para plantarlo (de momento, solo en Filipinas).
Sushi editado genéticamente
Los otros productos generados con CRISPR que pronto consumirán los japoneses son dos peces que crecen más que los originales. Uno es el fugu o pez globo, que, a pesar de contener una sustancia tóxica, es muy apreciado para hacer sushi. El otro es un tipo de besugo. El nuevo fugu llega a hacerse el doble de la medida normal porque se le ha modificado un gen que regula el hambre de tal manera que los animales coman más. El besugo, en cambio, crece un 20% más porque se le ha eliminado un gen que impide el desarrollo del músculo.
El hecho de que CRISPR facilite tanto la edición genética hace pensar que pronto se añadirán más alimentos modificados a la lista, pero habrá que ver si el nuevo método de manipular seres vivos superará las reticencias de los ciudadanos de los países más refractarios a los OGM.