Tu 'foodie' de cabecera

Un restaurante que son dos historias de amor

Por L'Aliança d'Anglès han pasado tres generaciones de una familia que han convertido un bar de pueblo en un restaurante de alta gastronomía

3 min
'La hora del vermut' de La Alianza de Inglés.

¿Por qué hablamos de un restaurante y no de otro? ¿O de un vino? ¿O de un queso? Evidentemente, quienes nos dedicamos a esto procuramos hablar de lugares que nos han parecido buenos y que pueden interesar a los lectores. Pero hay otro elemento, que convierte un lugar interesante en uno imbatible: el factor humano. Hoy hablaremos de un restaurante que podría ser una serie de TV3, en el que veríamos la vida de tres generaciones como van creciendo en el marco de un precioso bar-restaurante de un pueblo: La Alianza de Inglés.

Nuestra protagonista será Cristina Feliu, que actualmente regenta un restaurante en su pueblo, Anglès (la Selva), conjuntamente con su pareja, Àlex Carrera. Para entender qué hacen aquí este par tendremos que ir muy atrás, en 1953, cuando Lluís y Adela se hicieron cargo del bar del sindicato agrícola del pueblo en un precioso edificio de 1919. Bocadillos, calamares a la romana y juegos de cartas. Un bar y una estética que reconoceremos en muchos pueblos de Cataluña.

La sala de La Alianza de Inglés.

Como buen negocio familiar, los hijos del matrimonio entran a formar parte del mismo. Y Josep Maria y Lluís hacen lo que todos los hijos quieren hacer: cambiar lo que han hecho sus padres. Lluís cocina de maravilla y acaban abriendo un restaurante anexo al bar. Será todo un exitazo. Tanto que el restaurante crece y cinco años más tarde se come todo el espacio. Llegan los reconocimientos y una sonada estrella Michelin en el 2008.

Aquí aparece la protagonista de nuestra historia: Cristina, la hija de Lluís. Desde siempre a ella le ha gustado estar de cara al público y cuando ganan por primera vez la estrella Michelin le piden que eche una mano con redes, correos y gestión. Trabajos en los que ni su padre, Lluís, ni su tío Josep Maria, sobresalían. Se incorpora al restaurante, pero en Nochebuena del 2013 Lluís muere.

La familia, abatida, decide renunciar a la estrella y cerrar el restaurante. Pero un tiempo más tarde, Cristina, su hermana Marina y su tío Josep Maria deciden reabrirlo. El mejor homenaje a Lluís es seguir adelante, en este caso haciendo una cocina híbrida entre el bar de los abuelos y los platos míticos del padre. Reconectan con las raíces. Cristina, que había estudiado turismo, se da cuenta de que necesita formarse. Y en un período en la Bodega de Can Roca conoce a un cocinero del que se enamorará: Àlex Carrera. Àlex irá a L'Aliança d'Anglès y conjuntamente recuperarán la estrella Michelin en el 2020 y ganarán un Sol Repsol en el 2021. Este restaurante es una historia de amor a la familia, y una historia de amor a la resiliencia. Aparte, claro, que se come narices en un espacio precioso, donde se ha respetado la estructura de inicios de siglo XX.

El plato de Cebolla de Figueres de la Alianza de Inglés.
Cristina Feliu, jefe de sala de la Alianza de Inglés.

Ofrecen dos menús degustación. Uno más corto y uno más largo. Eso sí, tienen cintura para realizar cambios, añadir platos o intercambiarlos. El espacio es tan bonito y agradable que no tendrá prisa. Por cierto, aunque están en el centro del pueblo disponen de aparcamiento. Volvemos a la teca, en cualquiera de los dos menús (110 o 140 euros) se comienza con una serie de snacks para comer con los dedos. Lo llaman "La hora del vermut" y es un homenaje a lo que había sido L'Aliança: aceituna y vermut blanco, salpicón de pulpo, pastel de mejillones en escabeche, espina de anchoa, bombón de champiñón en la aleta, cresta de pollo al ast, almendra salada, galleta de tomate y chorizo, buñuelo de atún de lata y la bomba de butifarra de perol. Es un inicio festivo. Que pone de buen humor, y que marca el tono de un menú lleno de maravillas. Como el plato en homenaje a la cebolla de Figueres: cebolla rebozada, con su consomé, queso Miner de Espinelves y bombón de cebolla. Encontrará lubina, cigalas, guisantes, pato de bellota o un postre de cerveza negra con helado de regaliz que son un festival. Y antes del dulce, como en cualquier sitio civilizado, quesos.

Y todo este menú lo parió con una cocina diminuta. De hecho, acaban de hacer obras y estrenan una nueva totalmente equipada y al menos tres veces mayor que la anterior. Una prueba de que los Feliu todavía tienen muchos capítulos por escribir.

Declaración de intenciones

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