Cómo era de pequeño

Andrés Corchero: "Mamá tuvo cuatro hijos, pero sólo hemos sobrevivido dos"

El bailarín y coreógrafo llegó a Horta en 1962, poco antes de la gran nevada, y recuerda una infancia ligada al escultismo y una adolescencia de lucha antifranquista

Andrés Corchero (Puertollano, 1957) es bailarín y coreógrafo. En 1986 viajó a Japón para estudiar la danza butoh ya partir de ahí creó su estilo propio. Recibió el Premio Nacional de Danza de Cataluña en 2003. En el Festival Grec presenta Body as evidence, del 11 al 13 de julio en el Mercat de les Flors.

Su familia se trasladó a Barcelona cuando Andrés tenía 5 años: “Llegamos a Horta en 1962, poco antes de la nevada. Recuerdo ese día, nos despertamos y estaba la puerta de casa tapada de nieve, no podíamos salir”. Estudió en la Academia Horta. ¿Te gustaba la escuela? “No me lo planteaba. Eran unos años muy distintos. Tú ibas porque tenías que ir.” ¿Y después de clase? “En casa. A veces iba a buscar el hielo, porque antes no lo había y llevabas la barra de hielo en un cubo. También jugábamos mucho en la calle”.

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Fue a un instituto del Clot y después “a la Verneda, porque empecé a estudiar de noche y trabajar de día, si no, no llegaba el dinero”. Su madre era ama de casa y su padre había trabajado en las minas en Puertollano y “aquí trabajaba en las minas de Sallent ya la vez en una empresa metalúrgica para que nos llegara el dinero. Trabajaba día y noche. Murió joven, a sus 62 años”.

Tiene una hermana siete años menor. “Mamá tuvo cuatro hijos, pero sólo hemos sobrevivido dos. La primera nació y murió poco después, el segundo fui yo, el tercero fue un aborto natural y la cuarta es Elena. Ella hace escaparates para Zara. En los años 80 pinchaba discos en el Otto Zutz, se llamaba DJ Pebbles”.

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Tiene muy buenos recuerdos del Centro Parroquial de Horta. “Estuve a los escuchas cuando tenía entre 10 y 14 años. Con Lluís Homar y con Jordi Martínez. En Horta existía un buen caldo de cultivo de la escena actual. Aprendí catalán y castellano a la vez. Mucha gente de esa época me llama Andreu”.

Lo que más recuerda es la adolescencia. “Todos los que estudiábamos éramos la punta de la lanza de la lucha contra el régimen franquista. Estuve militando en varios grupos, primero en Bandera Roja y al final en el Partido de los Trabajadores de España, que era la izquierda del PSUC. A escondidas, mis padres no sabían nada hasta que me detuvieron en 1977. Pasé dos días en Via Laietana”.

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"Dejar hacer"

Cuando te preguntaban qué quieres ser de mayor, ¿qué decías? “No tenía respuesta. Mis padres te decían: tú debes ser abogado o algo práctico. De los 16 a los 21 trabajaba en una empresa de electrónica, Eyssa, Enclavamientos y Señales Sociedad Anónima. Regulaba los semáforos de toda Cataluña. Yo estaba en el laboratorio electrónico. Allí aprendí mucho electricidad, que después me ha servido para las luces de los espectáculos y para casa".

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Después de la mili, la empresa donde había trabajado había cerrado. “Tenía dos años de paro .No sabía qué hacer. Por casualidad estudié teatro físico en el Taller de Mim y Teatro Contemporáneo de Barcelona y también trompeta y piano en el Taller de Músics. BK_SALTO_LINEA~ Su libro En este mundo debe haber de todo, Andrés lo dedica a su madre y su padre para "dejarlo hacer". Y me cuenta: "No se impusieron a decirme lo que tenía que hacer y eso en aquella época era mucho". Tiene 2 hijos, Rita, de 19 años y Ramón, de 17. Le pregunto si también les deja hacer: “Los tuve a los 48 ya los 50 años y, aunque seas muy abierto, hay cosas que están muy arraigadas en tu educación de infancia. Te planteas si a veces no deberíamos dejarles hacer tanto, pero si miro a Rita, por ejemplo, pienso, es buena persona y sabe lo que quiere”.