Un curso para olvidar

3 min
Alumnos jugando en el patio del instituto Miquel Tarradell.

TaradilloEl final de curso es el momento de hacer balance y valoración de cómo han ido las cosas con la intención de reconocer lo que funciona, pero también con la idea de identificar los aspectos negativos, que nos ayuden a hacer nacer nuevas oportunidades para hacerlo. lo un poco mejor.

Empezar el curso con prisas. Este 23-24 será recordado como el curso que se ha empezado con mayor precipitación, con una ocurrencia más demagógica y populista que pedagógica, que nos ha llevado a vivir un inicio de curso justamente sin el tiempo de convertir las valoraciones del curso precedente en nuevas decisiones. Dar a los equipos de maestros únicamente tres días para preparar el inicio de curso, para anticipar el inicio del curso curiosamente también sólo tres días, con el argumento de la conciliación, nos ha hecho perder más bien una sábana que ganar una colada.

El despliegue del nuevo currículum. La capacidad del estado español para generar nuevas leyes educativas, que después tienen un impacto directo en el despliegue de nuevos currículos, es bestial: ocho nuevas leyes educativas desde el año 1980. Esto equivale a una nueva ley cada cinco años y medio. Es evidente que cinco años y medio no dejan el tiempo de valorar las decisiones políticas, pedagógicas y organizativas que se toman, y entramos en una dinámica frenética que nos lleva a nosotros, equipos de maestros, a una fatiga crónica que no nos deja aprovechar cada nueva ley como oportunidad de cambio.

El fiasco de las pruebas PISA. Los resultados de las últimas pruebas PISA han sacudido al mundo educativo y mediático. Cada vez que se publican pruebas de evaluaciones externas se acaban convirtiendo en un boomerang de desprestigio que nos devuelve impactándonos en los morros y nos deja a todos aturdidos. Estas pruebas se centran en unos ejercicios que valoran los conocimientos competenciales de todos los jóvenes del mundo, de forma homogénea, y son un ejemplo más de la globalización entendida como la tendencia para homogeneizar y estandarizar el mercado educativo. Pero la crítica mediática y la autocrítica hecha por algún sector de nuestro gremio han sido aprovechadas paradójicamente para cuestionar la educación más competencial, con unos argumentos de nostalgia de una escuela más centrada en los conocimientos y en la “cultura del esfuerzo ”. El mundo boca abajo.

Digitalidad y cerebros en crecimiento. Éste también ha sido el año del debate que ha puesto en evidencia que estamos ante un problema, tanto educativo como doméstico, que nos alerta de los riesgos de la sobreexposición de los cerebros de los niños a los dispositivos digitales. Pero este debate nos llega cuando en todos los bolsillos llevamos un teléfono, en cada aula tenemos una pizarra digital, y en todas las casas hay un exceso de dispositivos. Hacemos tarde, muy tarde.

Despilfarro de recursos. Este curso las escuelas hemos recibido una dotación millonaria de material tecnológico de robótica, que los equipos de maestros nunca hemos pedido, y al mismo tiempo comprobamos cómo los niños con derechos específicos están más y más desatendidos, porque los servicios de atención a la diversidad están colapsados. Ya no vale decir que no tenemos recursos. Lo que hace falta es gestionarlos bien.

No costará mucho que políticos, maestros y familias lo hagamos un poco mejor el próximo curso.

Suerte tenemos que están los niños y jóvenes, que a pesar de este contexto nos siguen aleccionando cada día con su optimismo y su sentido común. Hagamos el favor de escuchárnoslos un poco más.

stats