Julieta París: "Nunca he considerado que la separación fuera un fracaso"
Psicóloga, antropóloga y madre de Diego, de 13 años. Especialista en 'mindfulness' y psicoterapia contemplativa, publica 'La belleza de la ausencia. Asumir lo que no es (Siglantana), un texto que ayuda a vivir las ausencias no como un vacío sino como un espacio de crecimiento. También es autora de El poder de la mujer despierta. Una invitación para recordar volver a la vida', en la que propone que las mujeres redescubran su fuerza interior y autenticidad.
BarcelonaYo me repito a menudo "todo sucede". Me va muy bien recordar que nada es para siempre, ni lo bueno ni lo malo. Las cosas malas procuro que me ocupen menos y las buenas las vivo con plena conciencia. También me doy cuenta de que muchas cosas que ahora me preocupan o me molestan son las mismas que más adelante echaré de menos.
¿Cómo ahora?
— He oído a gente quejarse del desorden en casa que generan los hijos, del ruido constante que hacen, y llega un día en que las mismas personas se lamentan del silencio que queda en casa cuando los hijos se marchan. Por eso, cuando algo me supera, pienso que un día lo añoraré.
¿Cuándo has echado de menos más intensamente a tu hijo?
— Yo me separé cuando mi hijo tenía siete años. Pocos meses después del divorcio, el mundo se detuvo por culpa de la pandemia. Nunca he considerado que la separación fuese un fracaso, pero separarme del hijo en una custodia compartida es algo muy difícil. Perderme algunos momentos de su crecimiento, sentir que no estaba presente la mitad de su tiempo fue una gran ausencia.
¿Y has podido hacer algo con ese sentimiento?
— Lo he trabajado con mucha presencia cuando estoy con mi hijo y también intentando tener una estrecha relación con su padre, porque que se rompa la pareja no quiere decir que se rompa la familia. Tomar conciencia de esto ha resultado ser una gran terapia, que he hecho y sigo haciendo.
¿Qué te fascina de tu hijo ahora mismo?
— Es un chaval sensible y gamberro al mismo tiempo. Muy inteligente y sociable. Nació en diciembre, lo que hace que se note mucho la diferencia con los compañeros de clase. Me fascina cómo se ha convertido en una especie de explorador de su propia adolescencia, de los cambios físicos, afectivos y sociales que implica. Cómo es consciente de la infancia que va dejando atrás y que ya no volverá.
¿Y qué te preocupa?
— Observo sus primeras decepciones. Pienso en la forma en que responde a la injusticia, lo que él considera justo a nivel personal y social. Me preocupa mucho el acoso escolar y cómo esto se gestiona en los centros escolares. También veo que tenemos unos hijos sobreestimulados, con acceso a todo y ahora mismo. Por eso también procuro que, de vez en cuando, mi hijo se aburra.
¿Cómo encaras la adolescencia?
— De momento todo va muy bien, aunque sé que una noche Diego se irá a dormir siendo un niño y al día siguiente se despertará siendo un hombre. Lo cierto es que nadie me ha dicho nunca que la adolescencia fue el mejor momento de su vida. Así que en el caso de mi hijo, sólo aspiro a acompañarle y guiarle como he estado haciendo hasta ahora, debiendo respetar cosas que hasta ahora no hacía falta que respetara: su tiempo, sus espacios, sus ritmos.
¿Y qué crees que te ayudará a entenderte con un adolescente?
— Creo que ayuda mucho que intente conectar con la persona que yo estaba a su edad. Si mi hijo tiene trece años, ¿qué necesitaba yo cuando tenía trece años?, ¿qué me molestaba a mí cuando tenía su edad?, ¿cómo eran mis relaciones con amigos y amigas? Debemos entender que, para nuestro hijo, su adolescencia es un territorio inexplorado, pero que nosotros, madres y padres, ya hemos pasado, así que es necesario recuperar lo que sabemos. Y creo que esto que te digo sirve para todas las etapas de nuestro desarrollo que hemos vivido con conciencia.
¿En qué aspectos de la vida de tu hijo sientes que debes estar especialmente presente?
— En sus silencios.
Qué gran respuesta.
— Quiero observar sus silencios. Quiero que él sepa que estoy. A su ritmo, pero que siempre estoy. Intento estar presente siempre que estamos juntos. Procuro adelantarme a todo lo que pueda necesitar. Creo que esto es lo que da seguridad a las personas.
Seguridad, tranquilidad, felicidad...
— Hay que buscar tanto como sea posible lo que llamamos felicidad, aunque, a esta altura de la vida, todos sabemos que la felicidad no es un estado general, sino una serie de momentos felices. Creo que la satisfacción nos trae tranquilidad y serenidad. Está claro que todos tenemos mil preocupaciones, pero el mejor lugar desde el que educar es la serenidad. Tal y como digo en los agradecimientos del libro, su sonrisa es mi misión.