Entrevista

Marimer Pérez: "Me han llegado a decir que nunca conoceré el verdadero amor porque no soy madre"

Obstetra y autora del libro 'No me sueltes'

BarcelonaLa ginecóloga y obstetra Marimer Pérez lleva más de veinte años acompañando a mujeres en uno de los momentos más intensos y transformadores de la vida: el parto. Con una mirada respetuosa y humana sobre la maternidad, Pérez –también fundadora del centro de salud femenina WoMer– acaba de publicar No me sueltas (Lunwerg, 2025), un libro en el que recoge historias reales vividas a lo largo de su trayectoria profesional como obstetra.

Dices que la obstetricia es el arte de esperar y de la paciencia.

— La palabra obstare latino significa "estar a la espera". Todo en esta vida requiere paciencia y espera, lo que ocurre es que vivimos en un mundo en el que estamos acostumbrados a la inmediatez, a que cliques un botón y lo consigas todo enseguida. A menudo me encuentro madres agotadas, que quieren que todo se acabe deprisa. Pero para parir bien, a veces, es necesario detenerse y esperar. El nacimiento no puede forzarse: tiene su propio tempo.

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Hay muchas mujeres que viven sus meses de embarazo con el estrés añadido de hacer yoga, masajes de suelo pélvico y una larga lista de actividades. ¿Es realmente necesario?

— Las mujeres nos embarazamos, parimos y criamos desde tiempos ancestrales. Cuando alguna paciente me pregunta qué debe hacer durante el embarazo, mi respuesta es siempre la misma: vivo. Evidentemente, le recomiendo que se mueva, que haga actividad física, pero cómo lo haría con cualquier otra persona. No es necesario convertir el embarazo en una lista interminable de deberes. Y cuando llega el momento del parto, no es imprescindible tener grandes conocimientos previos. Lo que realmente hace falta es confiar en algo que todas llevamos dentro: el instinto y el sentido común.

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También hay mucho sentimiento de culpabilidad cuando un parto no ha sido natural o cómo se esperaba que fuera.

— Es muy necesario hacer pedagogía sobre el hecho de que un parto no siempre puede ir como una vuelo. Yo siempre les digo a las madres que no sólo las tengo a ellas de pacientes, sino también a su bebé, que no habla y que no puede dar su opinión más allá de lo que vemos en las pantallas. Por eso es tan importante llegar al parto con una mente abierta y flexible, teniendo en cuenta que pueden pasar diferentes escenarios y que no ocurre nada. Lo importante, al final, es que la mujer se haya escuchado y respetada durante todo el proceso.

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En el libro hablas mucho de la importancia de las matronas durante el parto.

— Al final, quien pasa más horas con la mujer en la sala de partos son las comadronas. Tener una buena relación con ellos es fundamental. Yo siempre las informo de lo que quiero hacer y, a menudo, les pido qué creen que puede ser mejor en cada situación. Esta colaboración, ese respeto mutuo, es un gran cambio en la forma de trabajar, y creo que ha llegado para quedarse.

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Cuentas que durante el parto se crea un microcosmos único entre el obstetra, las comadronas y la madre. ¿Qué papel tiene en todo esto la pareja o el acompañante?

— Es trascendental, porque es la persona que mejor conoce a esa mujer. Un parto es una experiencia de muchas horas, en la que se mezcla el cansancio con emociones muy intensas. Para mí, no hay mejor banda sonora que la de una pareja, o una mujer que entra a parir acompañada de su mejor amiga y que mientras estoy haciendo una cesárea, conversan con complicidad sobre su vida.

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Hablando de bandas sonoras, en el libro explicas que a tus pacientes les dejas poner música para que estén tranquilas durante el parto.

— Sí, especialmente cuando sabemos que tendrá que ser una cesárea. No me gusta que lo vivan como un "parte de segunda". Por eso intento romper con el ambiente frío del quirófano y las animo a traer música que les guste, canciones que las hagan sentir seguras. De esta manera se puede crear un espacio más familiar, más cercano, casi como estar en casa. Es un pequeño gesto pero puede hacer una gran diferencia emocional.

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¿Cómo te enfrentas a un parto que sabes que no está yendo del todo bien?

— Con mucho diálogo. Cada vez tengo más claro que, para que una paciente no se lleve una mala experiencia de parto, es muy importante que se le vaya explicando todo lo que está pasando. Al final, necesitan saber la información cómo ocurriría en cualquier otro proceso.

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Una vez terminado el parto, ¿qué es lo primero que haces?

— Para mí, es básico realizar un cierre de este microcosmos que se ha formado durante unas horas, y esto lo hago abrazando a la madre y al acompañante, que normalmente está hecho un flan, todo emocionado. Necesito hacerlo para sacar todo lo que he vivido y así, cuando me saco la bata, vuelvo a ser Marimer cuando no es obstetra.

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Insiste mucho en el libro que tu pasión por el trabajo ha implicado realizar muchas renuncias personales. Una es la de no tener hijos. Tú que has vivido cientos de partos, ¿cómo lo has vivido?

— Cuando era joven me afectaban mucho más ese tipo de comentarios. Nunca deberíamos juzgar a una mujer que no tiene hijos, porque algunas quieren y no pueden. Puede que le estés preguntando a una mujer si quiere tener hijos y que, en ese momento, vaya con una compresa puesta porque está abortando. Tampoco puede que socialmente esté tan impuesta la idea de que la felicidad sólo depende de tener hijos. A mí me han llegado a decir que jamás conoceré el verdadero amor porque no soy madre. No se puede ir por la vida haciendo estas afirmaciones, ni una mujer debería estar justificando constantemente.

Y para las que ahora están a punto de parir, ¿qué consejo les darías?

— Que confíen en sí mismas y en el personal sanitario, y que expresen todo lo que las preocupa. También les diría que sean empáticas, tal y como ellas desean que nosotros les mostramos empatía. Este consejo es especialmente importante en los centros de salud pública, donde en ocasiones no damos abasto y el diálogo es esencial. Les recordaría que las mujeres siempre hemos logrado parir, y que no hace falta que vayan con una idea fija de cómo será, porque probablemente será diferente, pero también maravilloso. Y, por último, les diría que disfruten. ¿Cuántas veces más se repetirá ese momento en sus vidas? Como no lo saben, que aprovechen para disfrutarlo al máximo.