Relaciones familiares

¿Los hermanos deben ser amigos?

La relación fraternal no es sinónimo de amistad pero la familia debe velar por que la relación sea la mejor posible

Dos hermanos discuten, en una imagen de archivo
Relaciones familiares
16/10/2025
5 min

Barcelona"Las familias deberían ser conscientes de que la relación entre hermanos, más allá de fomentar que sea la mejor posible, dependerá de cómo es cada uno de los hermanos", asegura Estrella Ferreira, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Cada uno tiene su personalidad y sus inquietudes pero puede favorecerse hacer cosas juntos que les gusten a todos, así no se debilita la relación. Maria Helena Tolosa, maestra, psicopedagoga, formadora y autora deNuestros conflictos de cada día, coincide: "Es un vínculo que se merece respeto, pero no tienen por qué ser amigos. La relación de hermanos ya tiene un grado por sí sola, que es diferente a la de amigos, aunque si confluyen ambas es maravilloso".

Cuenta que a pesar de ser una lotería, la relación entre hermanos depende mucho de sus padres. Aunque los hermanos no tengan nada en común corresponde a los padres que se respeten y haya un mínimo de tiempo en común, sobre todo cuando son pequeños. Si después uno es más de ir a la montaña y otro es más de salir de fiesta, no hace falta que vayan juntos a todas partes, "pero en los ratos que se coincida, para comer o ir de vacaciones, debe estar a gusto". Los padres deberían velar por una buena convivencia y una buena relación entre hermanos, buscar espacios y actividades con las que todo el mundo esté de acuerdo, porque si se dejan pasar oportunidades, a medida que las criaturas se hacen mayores, se complica. "Intentamos encontrar momentos de complicidad mínimos, buscamos qué nos hace disfrutar juntos y cuidamos ese mínimo", dice Tolosa.

Olga (48 años), tercera de cuatro hermanos, dice que como miembro femenino era una incomprendida en una familia con tantos hombres pero sin embargo tiene muy buen recuerdo de infancia con los hermanos. Los problemas han venido de grandes: "Trabajo con uno de ellos en la empresa familiar, y no es fácil". Admite que los posibles desacuerdos y complicaciones profesionales han traspasado a la vertiente personal: "Cuando tienes mal rollo en el trabajo me da pereza relacionarme con él como hermano". Sin embargo, los padres siempre han fomentado que la relación entre todos sea la mejor posible. Ahora que son adultos, invitan de vez en cuando a los cuatro hijos para que vayan a cenar y tengan ratos para estar juntos.

Los padres pueden hacer muchas cosas para favorecer que los hermanos logren la mejor relación posible. Una buena relación de pequeños favorece que se mantenga la buena sintonía cuando son mayores, aunque en la adolescencia es probable que haya más conflictos fruto del ciclo vital. Ferreira recuerda que en esta etapa, por mucho que los padres propongan, es posible que los hijos quieran mantener su opinión y preferencias. En cambio, cuando son más pequeños resulta más fácil que acepten con agrado lo que se les propone. También puede haber más conflictos en la adolescencia porque hay mayor argumentación, "pero si las discusiones parten del respeto son enriquecedoras". Apunta que si en la adolescencia no hubiera conflictos sería también un problema, porque implicaría que una de las partes cede siempre.

El preferido de los padres

Las miradas de los padres son lo importante. Cuando claramente existe un hermano mejor posicionado que el resto, esto comporta dos problemas. Por un lado, los no preferidos se sienten mal. Por mucho que hagan, no los miran con tan buenos ojos y es normal que sientan rabia por quien tiene algo que tú no tienes. Por otro, condiciona la relación con el hermano preferido, no les permite descubrir cómo es ni disfrutarlo.

Rosa (70) y Carme (69) nunca han tenido una buena relación. "Desde que soy pequeña la recuerdo haciéndome la puñeta, y los padres dándole siempre la razón", reconoce la hermana mayor. Ahora apenas se ven, a lo sumo una vez al año con la comida familiar que organizan sus hijos. "Cuando nuestros niños eran pequeños sí coincidíamos más, supongo que en ninguna de las dos nos había gustado nuestra relación y queríamos intentar que nuestros hijos tuvieran un buen recuerdo de los primos", comenta Carme. Los últimos años de los padres sí se pusieron de acuerdo para decidir cómo cuidarlos y acompañarles. Ambas explican satisfechas que aunque podía haber sido un desastre priorizaron a los padres y estuvieron bastante de acuerdo.

El acompañamiento de los padres debería apelar al respeto y al mínimo de buena convivencia entre hermanos. Los adultos hacen de mediadores y facilitadores, y les enseñan desde pequeños que deben hablarse bien, siempre respetando las diferencias. "Si los padres ponen de su parte es difícil no alcanzar unos mínimos", comenta Toulouse.

Hermanos adultos

A partir del momento en que los hijos son adultos entran en juego otras variables como las laborales, económicas o las parejas, que pueden facilitar o dificultar la relación entre hermanos y encuentros familiares. Estrella Ferreira recomienda que se ponga el foco en la calidad de los encuentros y no tanto en la frecuencia: "Hay hermanos que pueden tener buena relación aunque hablen poco; tampoco es malo".

Marc (48) es el cuarto de cinco hermanas con las que tiene el recuerdo de jugar, con unas más que otras, e incluso ir juntos de vacaciones cuando ya eran mayores. Sin embargo, "con una de ellas llegó un punto de que la relación se enfrió tanto que apenas recuerda momentos juntos", admite. Han sido casi treinta años en los que estaban muy distantes, y que coincidían sólo por almuerzos y encuentros familiares, aunque él ha mantenido contacto con los sobrinos. A medida que se han hecho mayores, las hermanas quedan habitualmente y él no tanto. Marc lo vive con tranquilidad, no le sabe mal que ellas se vean más, y sabe que si alguna vez las necesitara le apoyarían, como él lo haría por ellas. "De hecho, soy yo quien las invita a todas por Navidad y lo pasamos bien. Con la hermana que me he relacionado menos, somos cordiales, todo está bien", dice satisfecho.

Cuando los hijos son pequeños los padres pueden asesorarles y hacer todo lo posible para compartir buenos ratos, pero cuando ya son adultos hay situaciones con las que los progenitores pueden estar y poco más. Si hay respeto y ganas perfecto, y si no, no debería forzarse. Está claro que a los padres les encantaría que los hijos se llevaran siempre bien pero deben entender que cada uno de ellos va creciendo y debe dejarles volar. Si los hijos no se llevan bien, los padres tendrán que saber gestionar la frustración: "Si se fuerzan los encuentros familiares con hijos adultos que no tienen relación o es mala, lo único que genera es malestar", apunta Ferreira. Dice que habrá la inquietud previa, la del momento de estar juntos y después cada uno se lo lleva a casa. Evitarlo es tranquilidad y salud mental para todos.

Si llega un momento en que no se comparte ni se tolera lo que hace el hermano, lo mejor que se puede hacer es que cada uno coja su camino y no entrar. Con conflictos abiertos, que se ve que no se resolverán a corto plazo, los padres pueden quedar con sus hijos por separado sin forzar a que se encuentren. Por el contrario, si queda un mínimo de buena relación y se parte de la cordialidad, se puede intentar que los hijos coincidan.

¿Qué hacer para que los hermanos tengan la mejor relación posible?
  • 1

    Comunicación y respeto. Como en cualquier otra relación el respeto y una buena comunicación son esenciales. Tienen que aprender a expresar lo que quieren y darse cuenta y respetar qué quieren los demás.

  • 2

    Démosles las herramientas para resolver posibles conflictos. Es importante que los adultos dejen a los hermanos resolver sus conflictos de forma autónoma, sin que la jerarquía adulta decida cómo deberían hacerlo.

  • 3

    Encontramos puntos en común. Seguro que hay alguna actividad que les gusta o por lo menos no desagrada a todos los hijos.

  • 4

    Participamos con lo que les gusta a los demás. Si resulta imposible encontrar algo que le gusta a todos los hijos, un rato se hace lo que le gusta a uno y otro lo que le gusta a otro. Así se les hace partícipes de lo que les gusta a los demás.

  • 5

    No forzamos. Mejor no forzar a que compartan juego cuando es imprescindible que haya un adulto para que el juego conjunto sea positivo, sino tendrá el efecto contrario. Argumentamos el valor de tener hermanos, pero no se les puede obligar a llevarse bien.

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