Escuela

Mi hijo decide cuándo va al colegio

El menor no debe tomar una decisión como ésta porque le puede provocar angustias y temores

Emma y su hija Greta, en la entrada de la escuela de Sant Esteve de Guialbes
04/01/2023
5 min

GironaArruga la frente, se pliega de brazos, se enfada y estalla con uno: "¡No quiero ir a la escuela!". Al margen de que empiece a incubar algún resfriado o esté enfermo, hacer caso al niño y dejar que decida (si va o no a la escuela) es una opción que eligen algunas familias durante una etapa en la que, precisamente, la educación no es obligatoria y suele haber más flexibilidad. Este rechazo esconde algún motivo: desde miedos hasta bullying. Aparte de averiguarlo y acompañarlo, si sólo se trata de inquietudes, ¿hasta qué punto hay que hacerle caso? Según los especialistas, cuando sus hijos acaban decidiéndolo todo, sus angustias y temores pueden crecer, tan rápido como ellos.

"Los niños tienen el derecho a decidir sobre lo que les afecta, pero no significa que tengan que elegir todo lo que hay en su vida: dónde comemos juntos, qué hacemos el fin de semana, dónde vamos por vacaciones... Si lo hacemos así, recae sobre ellos una responsabilidad demasiado grande. hasta que se acuestan, les genera un peso importante y crea mucha ansiedad", advierte la doctora Sílvia Blanch, psicóloga y profesora del departamento de psicología básica, evolutiva y de la educación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Otorgarles ese poder de decisión, pues, puede alimentar aún más el miedo. Maria Figueras, psicóloga clínica y terapeuta familiar, explica el motivo: "Es importante saber escuchar a los niños, pero si al final van o no a la escuela es una decisión que debe tomar el adulto. Probablemente no quiere ir porque le cuesta o se siente inseguro. lo desconocido y le ayudamos a gestionar la emoción. Todo el mundo quiere rehuir de entrada una emoción como el miedo, y cuando dice que no quiere ir a la escuela en el fondo lo que nos está diciendo es que no quiere sentir esa sensación: sea angustia o la añoranza de los padres".

La escuela es un espacio de conocimiento, esparcimiento, relación y aprendizaje, pero, claro, sin los progenitores. "¿Qué niño pediría separarse seis u ocho horas de los padres encerrado en un aula con un profesor que le diga qué debe aprender, de qué manera ya qué ritmo? Además, no confía lo suficiente en él porque le examina", dice Yvonne Laborda, experta en crianza consciente y autora del libro Dar voz al niño (Ed. Grijalbo). Laborda, una de las pioneras en el homeschooling (educar en casa), propone que "si un niño no quiere ir a la escuela o no se encuentra a gusto debemos preguntarnos si se están satisfaciendo sus necesidades legítimas de juego, contacto, vínculo y confianza en la escuela". Haciendo sólo tres días de adaptación no es real: "Si el niño está con un adulto bastante amoroso, dulce, sano y dispuesto en un ambiente donde juega, aprende, pregunta y está con otros niños no solo querrá ir sino que también deseará estar sábados y domingos", añade. Según esta especialista, todos los niños tienen tres necesidades básicas: moverse, jugar y hablar. Son, matiza, tres pulsiones innatas que llevan dentro; y éstas precisamente son las que más se reprimen o se limitan a la escuela convencional.

Anna Carlota Fernández, madre de Nur, detalla que aunque en la escuela, donde su hija cursó P5 y primero, le decían que era "muy colaboradora en clase y se concentraba mucho", cuando llegaba a casa era otra cosa: "Necesitaba dos horas para regularse porque volvía mucho al mar. "Tenía que hacer un esfuerzo demasiado grande para adaptarse a clase ya menudo explicaba todo lo que no le había gustado. Para ella, la escuela no era un espacio donde sentirse relajada y motivada por aprender", argumenta. Ahora Nur va a un espacio alternativo de pedagogía activa donde se siente muy a gusto y aprende siguiendo las necesidades, ritmos e intereses de forma personalizada. Entre las diferentes propuestas alternativas de espacios de educación viva, destaca, por ejemplo, los adheridos a la Red de Educación Libre (XELL), integrados por unas 380 familias. Según expone Marc Alcega, miembro del grupo de trabajo, "aquí lo que nos encontramos es que el niño siempre quiere venir y llega contento. Nosotros no tenemos aulas con sillas sino rincones donde existen diferentes ámbitos de conocimiento, psicomotriz, simbólico... Entornos con naturaleza y tranquilidad", explica. En siete de sus espacios, un 8% de los niños han pasado antes por centros educativos.

De la decepción a la frustración

Glòria Pladevall, que forma parte del equipo directivo de la escuela Waldorf La Font, de Vic, indica que en la etapa infantil el mejor lugar donde están los niños está con sus padres en casa. En el centro en el que trabaja, de pedagogía Waldorf, los espacios de infantil están pensados como un segundo hogar y unos segundos madre y padre con cierta flexibilidad horaria para encontrar el ritmo conjunto entre familia y escuela. Sin embargo, Pladevall considera que "si pedimos al niño qué quiere en cada momento estamos sobredimensionando esta parte suya más individual". Un riesgo que podría llevarlos a futuras (y mayores) decepciones. Así lo aseguran desde la escuela de Sant Esteve de Guialbes. Su directora, Anna Gay, alerta de que "hacer tomar al niño decisiones que no le corresponden puede provocarle una falta de tolerancia a la frustración. En determinados momentos, no podrá decidir y se decepcionará". En cambio, subraya que después de que los alumnos han hecho la adaptación al centro, los días y las horas que la criatura necesite junto a su familia, cuando se quedan felices, les aporta satisfacción y "se sienten empoderados".

Greta es una alumna de la escuela de San Esteban de Guialbes. "El curso pasado volvía a casa inquieta, como si las vivencias de la escuela la superaran a la hora de gestionar las emociones", comenta la madre, Emma Soy. Progresivamente, redujo sus horas, hasta que un día ya no fue más. Su desescolarización duró seis meses, un tiempo de actividades diversas -algunas en contacto con otras familias que optan por modelos educativos alternativos-, y también "necesario" para acompañarla ante la llegada de una hermana pequeña. Este curso, después de que ella lo pidiera, ha vuelto. "Está contenta. Sin embargo, lo dosificamos. No viene todas las horas", advierte Soy, que se muestra partidaria de hacer jornada continuada en la escuela porque "respeta más el ritmo de los niños y permite estar más horas con la familia si tiene la oportunidad de hacerlo". En este sentido, Elisenda Pascual, psicóloga y fundadora de Acompañamiento Familiar, opina que en los centros escolares "hace demasiado horas". "La escuela es un instrumento que sirve a la estructura de nuestra sociedad, pero no es una necesidad auténtica de los niños, sobre todo tantas horas y antes de los 7 años. Los niños, antes de esta edad, necesitan pasar más tiempo apegados a su figura de referencia para favorecer su neurodesarrollo. Tanto rato sin tener en cuenta mental". Sin embargo, Pascual ve un reto: "Debemos cogerlo como una oportunidad para revisar qué está pasando actualmente en la escuela" y "reformularla para que se adapte a las necesidades reales del niño".

Sin bienestar no hay aprendizaje

Las emociones, en los niños, deben ir en primer lugar, antes que la escuela. Es lo que propone Carla Coma, pedagoga. "Los aprendizajes en las primeras edades tienen lugar en todos los ámbitos que rodean al niño, no sólo en la escuela. En estos casos, hay que priorizar el bienestar emocional del niño, porque si no se trabaja, sí puede haber un impacto negativo en los aprendizajes futuros", asegura. Y es que con malestar difícilmente se van a absorber los conocimientos. Tal y como concreta la psicóloga Anna Masnou, "todo un grupo de niños de tres años siguiendo a un maestro es antinatural. A veces, es más importante atender la parte emocional que el aprendizaje que pueden hacer los alumnos en el ámbito educativo, porque si estás mal emocionalmente no aprovecharás el aprendizaje. La emoción es la base de todo", argumenta Masnou, que detalla Masnou, que detalla. "Si tus padres están ahí y te escuchan, se te habrá instalado en la mente que si te ocurre algo, ellos están ahí. Que tu bienestar importa. Por lo tanto, atender la decisión de no querer ir a la escuela es una inversión a largo plazo, que da resultado a la adolescencia ya la seguridad auto, ha hecho auto de cohecho de auto.

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