Ocio

Laia, Julia y Nin, los demás referentes de mis hijos

Estudian medicina, enfermería y química, respectivamente, y forman parte del grupo de monitores voluntarios de la Agrupació Excursionista Catalunya

5 min
Nin, Júlia y Laia son monitores voluntarios de la Agrupació Excursionista Catalunya.

BarcelonaEs verano, hace pocas semanas que han terminado el curso y han dejado atrás los exámenes, pero todavía tienen trabajo. Voluntaria, en este caso, pero no por eso deja de ser trabajo. Laia Martorell, Júlia Jover y Nin Masaguer se encuentran en la sede de la Agrupación Excursionista Catalunya (AEC) con todo el equipo de monitores que a partir del domingo atenderán los setenta niños y niñas que se han apuntado a los campamentos de verano de la entidad. Se van a Erill la Vall catorce días, plantan tiendas, montan letrinas y hacen vida en la naturaleza mientras caminan, descubren la montaña y desconectan de su día a día en la ciudad. Los tres forman parte de la entidad desde hace años y son jóvenes altruistas e implicados gracias a los cuales se sostienen buena parte de las actividades que realizan los niños y niñas del país en su tiempo de ocio durante todo el curso, pero ahora , en verano, aún más.

El más joven es Nin, que se estrena este verano como monitor. Desde primero de Primaria que está apuntado a la agrupación porque le gustaba montar. Desde entonces, y ahora tiene ya dieciocho años, no ha parado ningún año y sólo se ha perdido unos campamentos, porque estaba lesionado. "Como ya no puedo ir de campamentos como niño, voy como monitor", explica mientras reconoce que siente cierto respeto con la labor que le han encomendado. Sin embargo, no duda en hacerlo porque siente que lo debe a la agrupación. Para Julia, en cambio, serán seguramente los últimos campamentos. Ella empezó en quinto de Primaria en la Agrupació y ahora que cumplirá 22 años, ve que debe dar relevo a los más jóvenes. "Hay un momento en que ya ves que tienes que irte", explica. Sabe que seguirá vinculada a la entidad, pero ve que la distancia entre los nuevos monitores y los más veteranos debe ser corta. Ha cumplido cinco años de monitora y está encantada. Sólo lamenta que el ocio esté "olvidado" y no se valore lo suficiente la tarea que realizan cientos de jóvenes como ella. Sin embargo, tiene claro qué le compensa: "Hace ilusión ver que a los niños y niñas también les gusta la montaña", dice. Laia está a medio camino entre Nin y Julia. Serán sus terceros campamentos, porque empezó con diecisiete años, y tampoco dudó. "Quería devolver todo lo que la agrupación me había dado", dice.

Un oasis de aprendizaje

Laia entró en la agrupación a sexto de Primaria gracias a unas compañeras que ya iban. Comprobó que era un ambiente muy distinto al de la escuela y las extraescolares que hacía en Barcelona y lo define como "un oasis de aprendizaje". Le gustaba salir de la ciudad durante 48 horas y seguir unas dinámicas muy distintas a las que estaba acostumbrada. Júlia coincide y ve que esta diferencia de ambientes también genera unos vínculos diferentes, incluso más fuertes. Experiencias como tener que ir al baño en medio de la montaña, pasar frío o vivir situaciones extremas son los incentivos que tenía para seguir de niña y, ahora, de monitora. Nin, a pesar de ser el más joven, tiene clarísimo que del excursionismo que practicaban se ha llevado una mejor orientación y, sobre todo, resiliencia. Primero, porque andar "ya es un esfuerzo", y después, porque cree que sólo la falta de agua, la necesidad de racionar la comida o "sobrevivir" con lo que llevas les hace "madurar más deprisa".

Laia, Julia y Nin reunidos con otros monitores.

Referentes cercanos

Si algo recuerdan tanto a Julia como a Laia de su etapa previa a la monitorización es la relación "especial" que tejían con los monitores y monitoras que les acompañaban. "Eran un referente, pero no eran profesores", resume Julia, "eran más cercanos porque hacía poco que habían estado a nuestra edad". Laia añade que a los monitores "los admiras" como a los maestros oa los padres, pero son "mucho más parecidos" y esto es muy interesante sobre todo en la adolescencia, porque es una etapa en la que se idealiza esta figura porque se puede hablar de temas que en casa son más difíciles de abordar o incluso en la escuela.

Pero Laia aún va más allá. Como monitora le apasiona ver cómo a lo largo del año las relaciones dentro del grupo van cambiando y cómo evoluciona su relación con la montaña. "Ellos aprenden mucho, pero nosotros nos llevamos también muchas cosas, nos hace crecer mucho", dice convencida. En este aprendizaje como monitores se añade la organización de las entidades que, como dice Laia, les demuestra que pueden llevar adelante las actividades y la propia entidad gracias a su capacidad de autogestión. "Eso es muy interesante", afirma. Hacerlo requiere horas, pero los tres reconocen encontrarlos. "Siempre hay tiempo si lo buscas", dice Laia, que compagina la Agrupación con los estudios de medicina. Julia, por su parte, ha hecho de monitora cinco años mientras estudiaba enfermería y Nin comenzará química en septiembre.

Cuestión de confianza

Hacer de monitor es una gran responsabilidad porque las familias dejan a los jóvenes a cargo de niños y niñas muy pequeños para realizar actividades a las que no están acostumbrados. Hacer vivac, vivir quince días en tiendas, andar muchas horas... ir de campamentos en verano –y de excursión a durante el curso– es toda una experiencia, pero es necesario que padres y madres confíen en el equipo que lo organiza. "Lo hacemos para disfrutar", dice Laia. Esto es importante porque el hecho de que dediquen tiempo libre sin ningún objetivo económico a organizar las excursiones ayuda a consolidar esa confianza de las familias que, en general, están muy agradecidas a su labor, dice Julia. Y es que realmente están haciendo de educadores en tiempo libre, sin demasiado reconocimiento social.

Y la última etapa... llevar a los niños

En el sector de esplais, madrigueras y agrupaciones es muy frecuente cerrar el círculo. Como la experiencia es generalmente enriquecedora cuando los que han sido niños también han escogido ser monitores, no dudan en llevar a los niños cuando ya los tienen. Es lo que ha elegido Julia Juanet, maestra de una escuela de Sarrià que de pequeña pasó los sábados por la tarde –con una excursión al trimestre– al Movi, del mismo barrio, una de las entidades con más tradición. Fue desde que tenía seis años hasta los dieciséis como niño, pasando por los diferentes grupos de edad y entonces se convirtió en monitora, una etapa que alargó incluso estando embarazada. Entonces dejó el esparcimiento, pero sólo temporalmente, ya que actualmente tiene dos hijas y ella misma forma parte de la Comisión de Economía de la entidad. "El tiempo lo sacas de donde quieres", dice Julia, "y eso también es ocio y ocio".

Cuando Bruna cumplió los siete años ya la apuntó y ahora, con Lia, la segunda, se marchan de colonias diez días. Pese a saber todo lo que se llevarán de la experiencia, reconoce que estos campamentos le resultan algo largos y si pudiera elegir, quizás lo haría más corto y adaptaría la salida con el estilo de crianza actual. Pero es plenamente consciente de que las vivencias superarán con creces la añoranza y los aprendizajes serán muy grandes. Ella tiene muy buenos recuerdos de cuando era niña y monitora y ahora valora mucho lo que le aportó. Como niña, destaca "la convivencia, el contacto con la naturaleza y el crecimiento personal sin la familia" y del esparcimiento ha sacado un buen grupo de amigos con los que compartió tiempo. Como monitora, más allá del altruismo y descubrir lo que se puede hacer para otros sin nada a cambio, ve que el esparcimiento facilita el trabajo en equipo. "Para ser maestra ha sido clave para entenderme con mis compañeros". La convicción de que es un modelo que quisiera que sus hijas continuaran la demuestra su implicación: el próximo curso también entrará en el Movi su tercera hija, Arlet.

stats