Conciliación

Las parejas se separan, la carga mental se queda

Tras el divorcio, la mujer sigue siendo, generalmente, quien se encarga de las tareas invisibles

La carga mental después de la separación
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BarcelonaHacer la cena es una tarea visible, pero para poder hacerla es necesario que alguien haya ideado el menú en función de lo que los niños han comido en la escuela, haya hecho la compra y lo haya facilitado. La carga mental es, justamente, todo ese trabajo previo que no se ve pero que es necesario. La descripción es de Paola Roig, psicóloga que hace unos días reivindicaba en las redes sociales la angustia que generaba en muchas mujeres esa gestión y organización del hogar. Es todavía un trabajo que recae en ellas en la mayoría de parejas. ¿Pero qué ocurre cuando la pareja se separa? Si la custodia es exclusiva, la carga mental difícilmente se divide, pero ¿y si la custodia es compartida?

Hay unas cuantas tareas que se distribuyen, como son todo lo relacionado con la ropa y la comida. Pero, si hablamos de tener presentes las revisiones a los médicos y pedir hora, comprar y preparar el material escolar, estar al día de lo que necesitan los niños en su día a día, preparar la mochila de las colonias o controlar las extraescolares, no siempre se reparte. Al contrario. Por su experiencia acompañando a parejas que se separan, Rocío López de la Chica, fundadora y CEO del programa de separaciones conscientes Creada, asegura que, en general, la carga mental no se divide y la custodia compartida se acaba traduciendo en un reparto del tiempo y el dinero pero también se olvida la carga mental. Según López de la Chica, tras el proceso de divorcio, en la mayoría de casos la mujer sigue siendo quien se encarga de todas estas tareas invisibles de planificación y organización familiar.

Dejarle de hacer de madre

Es el caso de Marta, que se separó hace aproximadamente un año y medio. Explica que buena parte de los trabajos domésticos y organizativos ya recaían en ella. El padre de sus hijas trabajaba muchas más horas y sólo se encargaba de algunas tareas del hogar, como poner la lavadora y lavar los platos. Reconoce que era uno de los "motivos de conflicto" de la relación y que cuando ella mostraba su descontento con la situación, él le respondía que no podía hacer nada. "Nunca llegó a entender el concepto de carga mental", lamenta Marta. Separados, las cosas no han cambiado mucho. Los médicos, extraescolares u otras gestiones importantes recaen en ella y, para Marta, se están perpetuando los roles que ya tenían asumidos en la relación y al padre se le excusan los errores porque tiene la etiqueta de "despistado". Sin embargo, Marta se sabe la teoría. "No puedo ni tengo que asumir lo que le toca a él, que es su padre y debe ser responsable –responde contundentemente–. Tiene las mismas capacidades y que sea más despistado no es mi problema". Este verano –explica–, en el que ha visto cómo las niñas no han llevado el bañador el día que tocaba o se han olvidado de la cantimplora cuando había excursión, ha decidido "dejar de hacerle de madre".

Sí ha visto que, si existe interés, la actitud cambia. Por ejemplo, en el ocio. Si antes era ella quien buscaba actividades y organizaba los fines de semana, ahora ve que el padre de las niñas se las apaña bien. Si la organización de las hijas afecta a la del padre y su trabajo, también se involucra más, tal y como ha ocurrido con las extraescolares: ha querido hablar de ello porque necesitaba anticiparse, o con la gestión del pasaporte, que necesitaba él para su viaje en verano.

En la familia de Dídac (nombre ficticio) ocurren cosas parecidas, con la diferencia de que tienen una relación cercana y estas desigualdades no les generan malestar. Hace menos que se separaron, apenas medio año, pero él mismo admite que la carga mental recae un 90% en la madre de su hijo, al igual que cuando vivían juntos. "Cuando uno es sufridor y previsor, el otro se acostumbra –reconoce–. Yo no hago más porque cuando lo pienso ya lo ha hecho ella. Me beneficio involuntariamente", añade. Sin ir más lejos, al inicio de este curso escolar, la madre se puso las pilas antes y empezó a mirar lo que necesitaba, lo que tenía y lo que tenían que comprar antes que él. "Debería mejorar –admite Dídac–. A ella le gustaría que lo hiciera". Insiste en que se las apañaría perfectamente, pero hay una diferencia de velocidades. Sin embargo, Dídac se reivindica porque sí que hay tareas que realiza siempre él, como encargarse de toda la gestión de la leña, primero de la casa que compartían y, ahora, de la de los dos.

Poner límites

Que la mujer se avance a las necesidades es una situación que se repite a menudo y dificulta el reparto equitativo de esa carga. Según López de la Chica a las mujeres les cuesta delegar, soltar y permitir que sus padres lo hagan "a su manera". Para la experta, a veces se da la situación de que el padre da un paso adelante y la madre lo critica, por lo que ya no vuelve a darlo. "Ambas partes tenemos nuestra responsabilidad, sin esperar a que cumpla, cada uno debe hacer su 100%", dice López de la Chica. Roig lo ve igual. "Los hombres deben ponerse las pilas, pero las mujeres deben poner límites y soltar", argumenta la psicóloga, que lo ve un paso imprescindible para conseguir que los padres se activen.

En la familia de Marta ocurre esto. Ella ve que le cuesta delegar, por falta de confianza. Por ejemplo, siempre quiere ir a las visitas médicas porque prefiere oírlo de primera mano o sigue planificando las comidas de las niñas incluso los días que la guarda recae en él porque quiere garantizar que coman correctamente. Cuando cuesta llegar a un reparto equitativo, sea por el motivo que sea, López de la Chica recomienda sobre todo a las mujeres aceptar el desequilibrio y no hacerse mala sangre. "Si no ponemos energía al cambiarlo, sufrimos, y no vale la pena", asegura.

Cuando es el motivo de la separación

Asumir la carga mental es, en ocasiones, el motivo de la separación. Por Creada pasan a menudo parejas que han repetido patrones y en las que, por carácter, las mujeres han asumido esta gestión y los hombres, por el contrario, han dado por sentado que no es su responsabilidad sino la de la madre. Cuando la crianza deja espacio a tomar conciencia de estas diferencias, hay mujeres que apuestan por separarse e incluso se sienten "aligeradas" porque no hay "incoherencia" entre lo que ocurre y lo que creen que debería pasar . "Ven que se sienten solas y que todo lo hacen solas y deciden separarse y, aunque la carga mental es la misma, se sienten más aligeradas", concluye López de la Chica.

Un proceso largo

Esther también ha vivido esta situación en primera persona. Ve que las mujeres son "más resolutivas" y que, a menudo, esta condición impide que el padre se implique. "Hay que ser más listas y dejar espacio al otro", recomienda. Y que la separación sea una oportunidad para que el padre se implique también es posible. En su casa ha sido así. Hace cinco años que se separó y tiene dos hijos, ya de 13 y 15 años. La carga mental cuando eran pareja con el padre de sus hijos recaía sobre todo en ella. Tras la separación, también, pero siguió todo un proceso hasta que "se ha ido equilibrando". Para Esther es evidente que "ha caído por su propio peso" porque la compra, la ropa u otras gestiones han tenido que repartirse y se han hecho igual que las extraescolares, los médicos o el vínculo con la escuela. En este caso, dado que su relación es muy buena, hablan de todo lo que involucra a los hijos y lo deciden todo de forma conjunta. "Los niños han salido ganando porque el padre está mucho más presente que antes, y yo también, y mucho, porque todo ha quedado más repartido", asegura. Aunque parezca un tópico, Esther está tranquila porque, pese a la decisión difícil de separarse, han logrado "formar a una familia con entendimiento que vive en casas separadas".

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