Lo pequeño que era...

Salvador Alsius: "En la escuela de periodismo de la Iglesia descubrí a las personas del sexo femenino"

Se quedó huérfano de muy joven, viene de una familia de farmacéuticos e ingresó en el noviciado de los Jesuitas hasta que lo dejó para hacerse periodista

Salvador Alsius (Barcelona, ​​1948) es periodista. Lo recordamos principalmente como presentador del Telenotícies y otros programas de TV3. Ha escrito el libro Veni, vidi, vixi. Memorias de infancia y juventud (1948-1983).

Hasta los 17 años vivió en paseo de Gràcia, 66. "Aquel piso había sido la notaría de mi abuelo materno. Mi madre era la hermana pequeña que se había quedado para cuidar de los padres. Cuando se casó, ya era mayor, el abuelo estaba jubilado, el piso tenía espacio, y mi padre se vino a quedarme. quedar huérfanos".

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Cuando tenía cinco años le escolarizaron en Lestonnac, "una escuela de monjas donde el parvulario también era masculino, separados niños y niñas". Y con 8 años entró en los Jesuitas de Caspe. "Una etapa muy dura. En aquella época te pegaban, al menos algunos de los jesuitas, no todos. Había el mito de decir: pero la enseñanza es muy buena. Visto con distancia, algunos profesores fueron excelentes, en cambio otros, tengo un recuerdo nefasto. Uno me hizo odiar la química".

"Cuando tenía 13 años, mi padre ya se había puesto muy enfermo. Le ofrecieron comprarle la farmacia, situada en la calle de Sant Antoni Maria Claret junto a paseo Maragall. Me dijo: tienes que decidir en 48 horas si quieres ser farmacéutico o si la vendo. No me hacía falta ni media."

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Se pasaba 12 horas en la escuela de lunes a sábado. "Entrábamos a las 8.25 h de la mañana y salíamos a las 8.25 h. Eso los que estábamos en régimen de permanencia, que éramos la mayoría. Los llamados externos, que se iban a las seis cuando terminaban las clases, eran minoría. Sólo teníamos fiesta las tardes de jueves".

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¿Quedaba tiempo para hacer algo después? "No, era llegar a casa, cenar y dormir. Sin embargo, a partir de los 15 años, cada día intentaba ir a la Congre, y me estaba media hora, que era para mí balsámica, porque aunque también lo llevaban jesuitas, era otra historia. Lo que sería el equivalente a los chavales que van a la guarida. Era mi lugar de socialización juvenil".

La muerte de los padres

Cuando tenía 15 años, se le muere su padre. "Me convertí en el hombrecillo de la casa. Me sublevé contra todo. No contra Dios, porque en aquella época la educación religiosa era muy potente. Estaba cabreado por el tipo de educación recibida en la escuela por las limitaciones morales que te imponía. Incluso bajé el rendimiento con los estudios".

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Y un año y medio más tarde, muere la madre. "Cáncer también, pero a diferencia de papá, que fue muy lento y complicado, el de mamá fue muy rápido e inesperado. Y nunca olvidaré la imagen del cirujano saliendo del quirófano con las manos en la espalda, se acercó a mi hermana, de 13 años, ya mí, que tenía 16, y se nos va."

Antes de morir, le dijo a la madre que se haría cura. "Sentí la vocación religiosa. Tener la sensación de que Dios te está hablando, físicamente. Y después de cumplir un año de arquitectura, que fue catastrófico porque yo no estaba centrado con nada, ingresé en el noviciado de los Jesuitas y allí estuve un par de años".

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Pero lo dejó. "Por un cambio de plan de estudios, dijeron que teníamos que ir en un piso a Barcelona y que cada uno debía elegir una carrera civil. E ingresé en la escuela de periodismo de la Iglesia. Cambió mi forma de ver el mundo. Y descubrí a las personas del sexo femenino, y que me interesaban".

"La muerte de los padres provocó una unión muy fuerte con mi hermana que se mantiene todavía ahora". Viven en una común. "Conocimos a Josep Maria Carandell y su libro Las Comunes. Y eso que empezó como un estudio, nos animó a tres parejas a probarlo, porque nos enganchó en el momento de empezar a fundar nuestras vidas de pareja. Y llevamos ya 50 años".

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