Superembarazadas: cuando los autocuidados se vuelven abrumadores
Yoga, natación, pilates, lecturas, cremas, sol pélvico, comida ecológica, grupos de madres, manteo: las autoexigencias que recaen en las mujeres durante la maternidad comienzan en el embarazo
Barcelona"Tengo que hacer ejercicio, tengo que hacer natación, tengo que hacer yoga o meditación, que me dé el sol, pero no demasiado", dice Ana, de 37 años, y embarazada de siete meses. "Cuando crees que ya haces suficiente, debes empezar con el masaje perineal y también con la pelota de pilates y, si puedes, hacer manteo [masaje pélvico con un pañuelo]". Ella ha oído que había muchas cosas que estaban en sus manos para asegurarse de que el embarazo y el nacimiento fueran bien en una preparación que "nunca se acaba", y que "se convierte en una exigencia imperativa", atizada por la sensación de que no podía poner en riesgo el embarazo, porque quizás no tendría más oportunidades.
De las creadoras de las supermujeres o supermadres, que se exigen la perfección en todas las esferas de la vida por imposiciones de una sociedad que les ha abierto sus puertas en el mundo laboral, pero no les ha liberado de las tareas reproductivas, llegan las superembarazadas, que sienten que se deben preparar para uno. "No sabes nada e investigas y... ¡sorpresa! Hay sobreinformación, porque hay un gran negocio tras el mundo del embarazo. Cursos, preparación, refugios, todo privatizado vía pago", dice Lucía, que acaba de dar a luz a su segundo hijo, y que opina que esta información debería ser parte de nuestra educación mucho antes de pasar por un embarazo. Esta oferta, que puede resultar abrumadora, resta horas, una vez más, a la organización del tiempo de las mujeres, y supone un coste económico para la mitad de la población que, ya de entrada, cobra 6.200 euros anuales menos de media. "En un mundo en el que estás trabajando ocho horas diarias, no tenemos tiempo para hacer todas estas cosas que le harán bien en tu cuerpo y harán que tu bebé nazca siendo el Dalai Lama", bromea Lucía.
"La exigencia es buena si quieres ir a yoga o leer lecturas que crees que serán buenas para tu parto. Pero si tu día está orientado a estas actividades y no tienes ningún momento de placer, tenemos un problema: actúas desde la obligación y el autocuidado se convierte en autoexigencia", explica la psic Mujeres que se exigen demasiado (Roca Editorial). Para Sam Lipquin, psicóloga perinatal en Piel a piel, quien considera que las embarazadas se han convertido en un objetivo más de la sociedad de consumo, el límite es "cuando estos mandatos pasan a desconectarte de lo que tú necesitas y de tu bienestar".
Para regularlo, afirman que menos es más. Mientras Lipquin propone "apagar un poco el ruido de fuera y validar la intuición", Martí apuesta por priorizar y programar para que la exigencia no se vuelva "una bola de nieve" y "buscar micromomentos de autocuidado no productivo" como "tomarse una horchata al sol" o "leer un libro mientras me tomo el café".
¿Pero de dónde viene esta autoexigencia, que afecta a las mujeres en todas las esferas de la vida, desde la autoimagen y hasta la vida laboral y de pareja? Para estas dos especialistas, la culpa desempeña un papel fundamental. La vivencia de Lucía lo confirma. Ella sentía culpa cuando no llegaba a hacer todo lo que quería, pero sobre todo cuando se ponía nerviosa porque "el gran truco del embarazo se supone que es estar tranquila". "Te dicen que te prepares para no dormir, estás experimentando cambios de los que no tienes ni idea, para los sanitarios todo es normal... Con todo esto, estés tranquila", ironiza. "Nos han vendido un embarazo idealizado como una época en la que debes estar superconectada y muchas no lo viven así. Hay mucha luz, pero también hay muchas sombras", advierte Martí. "No todo es tan maravilloso, no me gusta mi cuerpo, no me encuentro bien. ¿No estoy haciendo suficientes ejercicios de fuerza?", continúa Lipquin. La psicóloga perinatal explica que la ambivalencia es normal en este momento de creación de la identidad materna, y como existe "poca visibilidad y está tan poco validado", se vive con confusión. Ante esto, propone un acompañamiento de psicología perinatal al parto en la sanidad pública para poder hablar de ello: "No es real cómo se ha visibilizado el embarazo, el parto y el posparto. El imaginario no es lo que nos encontramos".
¿Cuál es el papel de los hombres?
El embarazo es el primer eslabón de las desigualdades en la pareja heterosexual en la esfera de la maternidad y la crianza. "Las mujeres se inician en la maternidad desde el embarazo, pero los hombres a menudo lo hacen desde el nacimiento y, a veces, llegan tarde", afirma Lipquin, quien admite que es difícil porque no viven los cambios físicos. Aunque la pareja de Ana se ha involucrado al 100% con la preparación al parto, ella también ve una "desigualdad insalvable": "El cuerpo es mío", expresa con rotundidad. Sin embargo, considera que podría ser más igualitario si le acompañara, por ejemplo, cuando sale a andar o si hiciera yoga con ella. Para Martí, que es terapeuta de pareja, la negociación podría ser clave, también a la hora de financiar los autocuidados que ella llama productivos, como la natación o el yoga, en la medida de lo posible.
Con todo, los hombres están cogiendo terreno aunque a menudo siguen sintiendo que tienen un rol accesorio en el embarazo. El sociólogo Vicent Borràs, investigador del Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Quotidiana y el Trabajo (QUIT), afirma que cada vez hay más hombres en los cursos de preparto, pero que muchos se sienten excluidos durante el posparto. "Lo que sabemos por los estudios es que el hombre se implica si está solo", afirma Borràs, que anima a las mujeres a ceder espacio durante la crianza. Lo mismo ocurre con el embarazo: "No hace falta leerte 150 libros porque, entonces, tú eres la supermadre y él no tiene ni idea, y has establecido una diferencia bestial", apunta. Evidentemente, es una situación recíproca: "Las mujeres no ceden y ellos no quieren pensar. Les va de cachondeo". Aunque el reparto de tareas es cada vez más igualitario y las mujeres han reducido en los últimos diez años 77 minutos al día en tareas del hogar, no ha dejado de aumentar el tiempo que dedican al cuidado de las criaturas, explica. La causa está probablemente en el retraso de la maternidad y la bajada de natalidad, que hace que tengamos menos hijos y más deseados, lo que produce que les ponemos –considera– "demasiado en el centro del mundo".
Parar o no parar
"Me dijeron que pronto debería tomar la baja y me enfadé", explica Mariona, que está de tres meses. En contraposición, Nerea, embarazada de siete meses, ha notado cómo se espera "que haga exactamente lo mismo que antes" y ya echa de menos la conciliación: "No tienes una baja antes de parir, tienes que coger una baja por enfermedad común, porque te duele las piernas, la espalda, o te genera ansiedad".
"Hay dos extremos: quien trata a la embarazada como una mujer enferma que no puede hacer nada, infantilizada como una niña; y el otro extremo, en el que hay quien hace como si no estuvieran embarazadas: cuanto más aguantes en el trabajo, mejor", dice Lipquin, que considera que hay que llevar un embarazo consciente y tener presente entendiendo que necesitan un acompañamiento específico". Alejandra, embarazada de cinco meses, intenta escucharse a sí misma y rebajar la expectativa. ¿El objetivo?: "No caer en que la sobreinformación y el sobreestímulo sea más importante que disfrutar del embarazo".
La psicóloga perinatal de Piel en Piel Sam Lipquin reconoce que a menudo la sociedad no cuida el embarazo y se siente con derecho a opinar sobre todas las cosas relativas a la maternidad. Considera que tendemos a dirigir y calmar, en vez de escuchar.Aunque el embarazo es un proceso individual y cada persona tiene unas necesidades diferentes, algunas embarazadas entrevistadas coinciden en haberse sentido incómodas con las siguientes actitudes:
- Tocarles la barriga sin permiso u opinar sobre el tamaño y la forma
- Dirigirse a ellas como "mamá"
- Tratarlas como si no pudieran hacer nada
- Normalizar que pueden seguir haciendo lo mismo
- Decirles que deben estar tranquilas
- Darles regalos que son para el bebé como si fueran para ellas
- Cuestionar decisiones que han tomado para ser alternativas a las habituales