La arquitectura cívica y reflexiva de Jaume Bach
El arquitecto inaugura el cine del Museo Reina Sofía y publica una recopilación de su obra con textos de jóvenes colegas
BarcelonaPara el arquitecto Jaume Bach (Sabadell, 1943), el carácter cívico de su oficio es clave. "Se trata de dar una nueva manera de mirar a una sociedad que quizás está demasiado ensimismada, y la idea de que la arquitectura es una cuestión pública, de lo que pertenece a todos", afirma Jaume Bach, que ha terminado el auditorio cine del Museo Reina Sofía junto a su hijo Eugeni y su joven, Anna Bach. La obra es fruto de la rehabilitación del antiguo auditorio que realizó con Gabriel Mora en los años 80. La inauguración coincide con la publicación de Jaume Bach arquitecto (Puente Editores), una monografía con algunas de sus obras principales, con fotografías de Eugeni Bach y textos de arquitectos más jóvenes entre los que se encuentran Jaume Mayol y Bet Capdeferro. Esto último es una señal de cómo se ha convertido en un referente de las nuevas generaciones, y de la vocación de atemporalidad de sus obras.
A lo largo de los años, Jaume Bach ha llegado a la conclusión de que se hizo arquitecto por razones como la confluencia de su interés por las artes desde muy joven y la huella que le dejaron dos casas donde pasó su juventud: una casa de veraneo modernista en Castellar del Vallès y una vivienda racionalista en Sabadell. "Entre las influencias tempranas recuerdo también algunas muestras de arquitectura litúrgica –explica Bach–. No me he visto en una actividad de ingeniería y, en cambio, la arquitectura me ha permitido tener un componente artístico". Su formación transcurrió durante el franquismo, cuando la ebullición estaba fuera de las aulas, pero recuerda a algunos buenos profesores como Federico Correa y Oriol Bohigas. "Siempre hemos continuado con la idea de que, para obtener mejoras, quizá pequeñas, o mayores, hay que darle la vuelta a las cosas, y que todo está pensado para mejorar la vida de la gente. En aquellos años nos enganchó de lleno el debate del mito moderno, y teníamos la sensación de que las soluciones que el movimiento moderno daba eran muchas veces incompletas. veías interesantísima".
Un trabajo de campo en la Barcelona tardofranquista
Jaume Bach está considerado como uno de los decanos de la arquitectura catalana reciente. "Con este libro no quiero hacer testamento, eh", advierte. Acabó la carrera a finales de la dictadura, cuando estaba todo por hacer. "Acabé la carrera en 1969, pero en 1968 ya estaba haciendo trabajos para la Corporación Metropolitana intentando congeniar la arquitectura y el urbanismo con una visión más amplia que intentara abarcar la realidad compleja que es la ciudad". Así, con un grupo con otros estudiantes realizaron un trabajo sobre espacios verdes y zonas deportivas que después se incorporó al Plan General de 1976. "Hicemos un trabajo de campo enorme recorriendo toda Barcelona y los veintisiete municipios de alrededor, porque entonces la capacidad de intervención llegaba hasta aquí", explica. Todo ello quedó recogido en dos números de la revista Cuadernos de arquitectura y urbanismo que fueron premiados en el congreso de la Unión Internacional de Arquitectos de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA).
Bach también colaboró brevemente con Bohigas, un aspecto que hace pensar en el grueso intelectual de su trayectoria, y cómo se inscribe en una tradición de grandes arquitectos. “Con Oriol colaboré cuando yo estaba en la escuela, creo que desde 1961. En ese momento, Oriol buscaba gente para preparar un congreso de la cultura catalana, obviamente clandestino. construidos, de los que no y de qué faltaba, hacíamos un vaciado de revistas desde principios del siglo pasado hasta los años de la República. Con esto tuve una visión amplia de cómo se había desarrollado la arquitectura en Catalunya", recuerda.
Además, trabajó en el estudio de Bohigas, MBM, y en el de Federico Correa. "Es algo esa relación de continuidad entre gente que había estado en contacto con arquitectos entre los que estaban Puig y Cadafalch, porque habían sido sus maestros. Más adelante pareció que eso era algo que había que menospreciar o romper, pero siempre he entendido que es un buen camino para reflexionar y tener algún enlace con los arquitectos anteriores",
Unos arquitectos versátiles
Como muchos arquitectos de su generación, Jaume Bach es un arquitecto que lejos de especializarse ha trabajado en un registro muy amplio de tipologías. "Eran años polémicos, de debate sobre la posmodernidad. En 1966 Robert Venturi publicó el famoso libro Complejidad y contradicción en la arquitectura, y fue un hallazgo porque nos impelía a poner en crisis cosas que nosotros ya habíamos detectado. Estábamos dispuestos a hacer todo lo que pudiéramos", subraya.
Aquí hay dos momentos que son muy importantes: los encargos que el Ayuntamiento de Barcelona hizo a algunos arquitectos durante la Transición, entre los que Bach hizo la escuela L'Alzina, donde empezó a poner en práctica las mejoras sociales que la arquitectura podía aportar. Narcís Serra, aconsejado por Oriol Bohigas, de hacer actuaciones como las plazas de Gràcia. ¿Qué significa poner un pavimento, un bordón? Este proyecto nos obligaba a realizar un repaso crítico de todo lo que teníamos que poner en marcha. Algunas plazas no llegaron a hacerse, pero estoy muy contento del proyecto porque se trataba de redescubrir unos espacios y considerar qué significaba convertirlos en una plaza, y cada una tiene unas connotaciones y unos usos diferentes. Y nos inventamos una como la plaza de Trilla", explica.
La reflexión como punto de partida
La colaboración de Jaume Bach con Gabriel Mora empezó con los apartamentos de Cerler en 1979 y duró hasta 1998; después se asoció con Eugeni Bach. En todo momento, subraya la importancia de la reflexión, que también es una forma de distanciarse de las modas. Y el libro documenta unos edificios que aguantan el paso del tiempo. "El desarrollo del arte no es una cuestión de estar al día, sino de hacer un juicio ya partir de ahí ver lo que puedes hacer", dice. Entre sus obras tempranas más destacadas se encuentra la Casa Tello (1973-1975), fruto de remodelar una antigua casa de veraneo modernista y su bodega, cuya parte central se levantaba para guardar las botas debajo. Bach utilizó ideas de "la arquitectura italiana radical" y transformó la vivienda con unas pequeñas escaleras que conectan la terraza con los desniveles del lugar y eliminando el ventanal de la fachada principal y sustituyéndolo por otras aberturas. "La arquitectura depende de muchas cosas, pero debes trascender esta dependencia", recomienda. Otra de sus primeras casas en Olèrdola, en un solar muy difícil. Además, el propietario hacía bloques de hormigón y esto le obligaba a cumplir unas normativas muy estrictas.
Una de las obras más emblemáticas de Jaume Bach y Gabriel Mora son las cavas Raventós, donde la propiedad pidió que el edificio no se apropiara de un roble centenario catalogado para que el árbol no perdiera el carácter público. Así el proyecto desembocó en un "gran círculo" que envuelve el roble con un aire celebrativo. "Además, el círculo tiene la virtud que marca todas las direcciones y se ajusta bien a la bodega de Puig i Cadafalch que hay delante. Un poco lo que buscas siempre es una superposición de cosas que te dan una imagen formal tan potente, siempre de acuerdo con la esencia de lo que estás buscando, de lo que tienes al lado, de cuál es la idea". "Una de las cosas más importantes es tener un buen cliente, porque nosotros tenemos muy interiorizado que la economía es una parte muy importante de la arquitectura, y que puede ser un apremio, pero debemos dejar de intentar jugar en todos los campos", dice el arquitecto.
En el campo de los deportes, Bach y Mora son los autores del estadio olímpico de hockey de Terrassa. "Con el presupuesto fijado no había ni para empezar. El área de trabajo tiene 14 hectáreas y un campo de fútbol que había quedado a medias. Así que hicimos todo un campo de juego enterrado, donde sobresale un talud en vez de una estructura de hormigón", detalla. Uno de los elementos icónicos del edificio es la tribuna, y otro las vistas hacia la Mola y Montserrat. "Así es como yo entiendo el paisajismo, sabiendo dónde estás e intentando valorar el paisaje", remacha el arquitecto.
Internacionalmente, Jaume Bach ganó el concurso para intervenir en el presbiterio de la catedral de Parma para adaptarlo a la liturgia, con la creación del altar, el púlpito, la cátedra del obispo y las sillas auxiliares. "Las piezas son como móviles, aparentemente levitante –dice Bach, recordando cómo Chillida daba ligereza a los materiales pesados–. Son piezas alegóricas: la trona recuerda un libro abierto y hay grabados textos litúrgicos en las principales lenguas modernas, incluido el catalán".
Entre las últimas grandes obras de Bach Arquitectes se encuentra la sede central del Banc Sabadell en Sant Cugat del Vallès, cuyo punto de partida es la transformación y ampliación de un edificio de oficinas que había hecho él mismo hace más de veinte años siguiendo el trazado de la autopista B-30 con un nuevo edificio de oficinas de cinco plantas. Aparece una gran área ajardinada en el centro del solar que se convierte en el punto de entrada a los distintos edificios. "Tengo la conciencia de que a lo largo de más de cincuenta años no he repetido ningún motivo más de dos veces. Hay unas estrategias que están en la base de todo esto, que están por encima de los elementos puramente estilísticos. No tengo una forma de hacer formalmente reconocible", asegura.
En el otro extremo del cine del Reina Sofía, ha levantado polvareda la futura transformación en pisos de lujo de la sede de Telefónica, un edificio de Bach en la Villa Olímpica. Se trata de un caso que pone sobre la mesa la patrimonialización de la arquitectura más reciente. "Eso hay que plantearlo a las instituciones, aunque no sé cómo. No se puede conservar todo lo que se ha hecho, pero sí debe haber sistemas de protección de lo que se ha hecho desde la reanudación de la democracia. Esta generación que dio un empuje a todo esto, no puede quedar en el olvido", dice Jaume Bach.