Arte

Antoni Vila Casas: avidez de futuro

El director de arte de la Fundación Vila Casas pone en valor la figura del gran filántropo cultural

Bernat Puigdollers
3 min
Hace un año Bernat Puigdollers y Antoni Vila Casas cambiaron juntos la colección permanente de Can Framis

BarcelonaAntoni Vila Casas se ha ido dejando un largo rastro. Muchos le recordarán por ser uno de los últimos grandes filántropos de la cultura catalana, el creador de una red de museos de gran alcance. Pero más allá de eso –que ya es decir–, su verdadera tarea no responde a cuestiones materiales. A lo largo de los más de veinte años de existencia, la Fundación Vila Casas ha financiado investigaciones y ha creado debate en torno a la medicina. Ha llenado vacíos historiográficos rescatando del olvido a artistas que habían quedado al margen de la historiografía y la memoria colectiva, pero también ha dado confianza a jóvenes artistas que han encontrado una primera plataforma para difundir su obra, todo ello sin olvidar la visibilización que ha hecho de creadores de larga trayectoria que, llegados a la vejez, a pesar de sus fecundos recorridos, se han visto huérfanos de instituciones y galerías.

Vila Casas nunca se dejó aconsejar por nadie más que por su olfato, aunque podía escuchar y valorar los comentarios y consideraciones de aquellos más cercanos que le rodeaban. Esta independencia es la que ha singularizado la programación expositiva del centro, que ha apostado por defender a artistas que no siempre son del todo aceptados. Las colecciones de pintura, escultura y fotografía que fue creando a lo largo de los años –a través de adquisiciones directas o de los premios convocados anualmente– son un conjunto ecléctico, pero interesante que no es sólo el reflejo de la personalidad sólida del col leccionista, sino que es y será un valioso testimonio de toda una etapa del arte catalán.

Antoni Vila Casas era una persona inteligente, con intuición y gran visión de futuro. Velaba por asegurarse la continuidad de su Fundación, y por eso era consciente de que era necesario adaptarse a los nuevos tiempos. Conocía mejor que nadie las dificultades de mantener en marcha un equipamiento como éste, pero lo que más le preocupaba era mantener vigentes las motivaciones que le habían empujado a fundarlo. El alcance que ha tomado la Fundació Vila Casas a lo largo de estos años −y puedo decirlo porque apenas acabo de llegar− es impresionante. No sólo por su estructura y trayectoria, también por su talante, que proviene directamente del espíritu de su fundador. Tenía la capacidad de hacer las cosas con un grado máximo de exigencia, pero a la vez con positivismo y know-how, sabía decir las cosas con decisión pero a la vez con sentido del humor, de hacerse respetar sin dejar de ser afable.

Los tiempos cambian y los caminos del arte son inescrutables, pero debemos hacer lo posible para que, como él quería, podamos mantener vivos, no sólo los ejes fundacionales −por supuesto− sino también la ilusión, el empuje, la proximidad y la generosidad que caracterizaban a Antoni Vila Casas. Es por eso que siempre quiso rodearse de un equipo joven, que le permitía mantenerse en contacto directo con las nuevas corrientes y maneras de hacer. El mundo del arte está conmovido por su pérdida y, si esto es así, es porque supo hacerse querer. La vertiente más humana y humanista de Vila Casas y su fundación han hecho flotar de nuevo los nombres engullidos por el olvido, nos han hecho tomar conciencia de la valía de nuestros artistas y nos han dado la confianza necesaria para seguir adelante. Ahora le debemos mantener vivo su nombre y su legado. Que así sea.

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