Arte

Las esculturas de Chillida de la Fundación Telefónica vuelven a casa

El Chillida Leku acoge diez obras que la institución compró en los años 80 y 90

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'Topos II' dentro de la exposición '100 años de Eduardo Chillida con la Colección Telefónica'

HernaniMuchas monumentales esculturas de hierro de Eduardo Chillida (1924-2002) están impregnadas con la pátina de oxidación que les dio estar al aire libre en el paraje que más adelante se convertiría en el Chillida Leku, cerca de Hernani ( Gipuzkoa). La artista y su esposa, Pilar Belzunce, empezaron a soñar este museo a principios de los años 80, y cada vez fue más difícil que Chillida quisiera vender algunas de sus creaciones, sobre todo a partir de los años noventa. Con la Fundación Telefónica no hubo problemas: Chillida, junto a otros artistas consagrados como Antoni Tàpies, Pablo Picasso, Juan Gris y Luis Fernández, fue uno de los elegidos cuando Jorge Semprún, ministro de Cultura entre 1988 y 1991, pidió ayuda al presidente de la Fundación Telefónica, Luis Solana, para comprar obras de grandes pintores y escultores que entonces estaban poco representados en los museos públicos de la incipiente democracia. La singularidad de esta colección, que cuenta ya con unas 1.100 obras, es que en vez de tener una sede propia, Telefónica las depositó en museos como el Reina Sofía, el Macba y el IVAM.

De Chillida, la Fundación Telefónica compró dieciséis esculturas de los años 80 y 90 y veinticinco obras sobre papel. Ahora algunas de estas esculturas vuelven a casa, en el Chillida Leku, coincidiendo con el centenario del nacimiento del escultor vasco. "Con esta exposición [abierta hasta el 13 de octubre] hacemos hincapié en el Chillida escultor arquitecto", afirma Mikel Chillida, nieto del artista y director de desarrollo del Chillida Leku. "Es una historia muy bonita, porque la creación del Chillida Leku y la Fundación Telefónica fueron en paralelo. El Chillida Leku permitió que la obra de mi abuelo alcanzara unas dimensiones mayores y también que tuviera un sitio", explica . "Durante los años 80 y 90 Chillida cambia. Tras la muerte de su galerista, Aimé Maeght, en 1981, Eduardo y Pilar comienzan a caminar solos y ponen en marcha el sueño del Chillida Leku", subraya la directora del museo, Mireia Massagué.

El rey Felipe VI durante la inauguración de la exposición '100 años de Eduardo Chillida con la Colección Telefónica'

La exposición lleva por título 100 años de Eduardo Chillida con la Colección Telefónica. Incluye diez obras de esta colección y una docena más de la colección del museo que las complementan. La muestra en la planta baja del caserío es un festín, con obras de gran formato como Iru burni II, compuesta por tres estelas imponentes. También existe la curiosa evocación de los rascacielos estadounidenses de Downtown, la ola de alabastro deHomenaje al mar III y la mesa gigantesca de Tabla de Omar Khayyam III, un homenaje a este matemático y astrónomo del siglo XII. Precisamente, estas dos obras están depositadas en el Macba. "Los homenajes son una manera de buscar un nexo común cuyas figuras fueron grandes fuentes de inspiración en el terreno intelectual, filosófico y poético. Chillida es un artista que no se nutre del arte, sino de todas las otras disciplinas, como la música y la arquitectura, y también de la naturaleza", dice Mikel Chillida.

Un artista que evolucionaba en espiral

La formación de Eduardo Chillida empezó en el campo de la arquitectura, pero, como dice Massagué, pronto la abandonó en favor del arte a raíz de la "rigidez" de las escuelas de arquitectura de los años 40. Asimismo , Massagué recuerda cómo Chillida propuso unas esculturas que el público puede "habitar". Para Luis Chillida, hijo del artista y presidente de la Fundación Eduardo Chillida y Pilar Belzunce, en los años 80 y 90 fueron décadas de "madurez creativa" de su padre. "Las esculturas de la Fundación Telefónica son como unos hermanos que se han ido de casa y vuelven a visitarte", afirma. En contraste con la rápida evolución de la tecnología, Chillida recuerda que su padre decía de su obra que se movía en una espiral, que una y otra vez pasaba por el mismo punto, pero que cada vez lo hacía desde "una otra altura de conocimiento".

En primer término, 'Elogio del vacío II', de Eduardo Chillida, dentro de la exposición '100 años de Eduardo Chillida con la Colección Telefónica'

La segunda parte de la muestra en la primera planta incluye una retahíla de esculturas de pequeño formato, como las casas en homenaje a músicos y artistas como Bach, Hokusai y Goethe. "Chillida nace como un escultor herrero. Las primeras esculturas que hace son como dibujos en el aire, son muy ligeras y muy naturales, y con el paso del tiempo, concretamente en los años 80, el herrero se convierte en escultor arquitecto", dice Estela Solana, la jefa de exposiciones del Chillida Leku y comisaria de la exposición junto a su equipo. "Las formas de todas las casas son redondeadas, con un afán inmersivo. El espacio siempre es importante para Chillida, se va transformando: el espacio de estas esculturas en que se convierte en arquitecto está preparado para que entremos, incluso todo físicamente en el caso de las obras monumentales", añade Solana.

Para terminar, se puede ver una selección de obras de la serie de topes, donde Chillida retoma "el concepto de construcción del sitio casi arquitectónica". Una de ellas es Topos V, que está en la plaza del Rey de Barcelona, ​​y las dos que están expuestas en el Chillida Leku, Topos II y Topos III, reflejan el constante afán experimental de Chillida por intentar "descubrir qué es el mismo espacio", concluye Mikel Chillida.

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