Joan Miró en Estados Unidos: del rechazo a la fascinación
Una gran exposición en la Fundació Miró repasa su relación con artistas como Louise Bourgeois, Helen Frankenthaler y Louise Nevelson
BarcelonaJoan Miró (1893-1983) nunca se durmió en los laureles. En cada etapa de su trayectoria se empeñó en mantener el nivel y seguir siendo un artista relevante. Los artistas norteamericanos de la siguiente generación jugaron un papel clave, tal y como se puede ver en la Fundación Joan Miró de Barcelona a partir de este viernes en la gran exposición Joan Miró y Estados Unidos. Miró encontró un acicate creativo en artistas como Jackson Pollock, Lee Krasner, Mark Rothko, Louise Bourgeois y Louise Nevelson, y, al mismo tiempo, les contagió su fuerza. Pollock dijo en 1944 que los dos artistas más admirados eran Miró y Picasso. 25 años más tarde, el propio Miró aseguró que lo que realmente le había inspirado era "la pintura estadounidense".
"Esta exposición es una continuación de la exploración de la figura de Joan Miró en el panorama artístico del siglo XX que hicimos con exposiciones anteriores como Paul Klee y los secretos de la naturaleza, Miró-Picasso y Miró Matisse. Más allá de las imágenes", afirma Marko Daniel, el director de la Fundación Joan Miró y comisario de la exposición junto a Matthew Gale y Dolors Rodríguez Roig. Por parte de la coorganizadora The Phillips Collection de Washington, la comisaria es Elsa Smithgall.
"Para Miró, Estados Unidos era un país y un contexto cultural que representaba posibilidades, libertad, democracia y esperanza, valores que hoy necesitamos más que nunca", subraya Daniel. "La conversación fue artística, porque Miró no aprendió inglés y los artistas no hablaban ni catalán ni castellano, así que esa conversación fue aún más pura", dice Gale. "Pero la apreciación de Miró de la energía y la vitalidad del arte americano no se limitaba a los períodos de sus visitas, aunque es en estas bases que nos hemos centrado -explica Gale-. Estaba suscrito a la revistaLifey en varias publicaciones de arte, entre las cualesArt News, la revista más importante de la época, para mantenerse en contacto con la escena artística de Nueva York. Y a lo largo de la década de 1950, el arte estadounidense llegaba regularmente a Europa, ya fuera a través de la Bienal de Venecia o de las exposiciones itinerantes organizadas especialmente por el MoMA, como por ejemploThe new american painting, que recorrió Europa entre 1958 y 1959. Sabemos, además, que Miró asistió a la inauguración de la versión de esta muestra cuando llegó a Nueva York en 1959”. en Estados Unidos, con los que compartió ideales, amistad y una visión abierta y experimental del arte". Así, la exposición "no sólo traza un itinerario artístico, sino también un mapa de complicidades e intercambios que contribuyeron a situar la obra de Joan Miró en un contexto verdaderamente global". "Cuando Miró va a Estados Unidos y entra en diálogo con todos estos artistas, .
Un arte original
La muestra, que es uno de los platos fuertes de la celebración del 50 aniversario de la Fundació Joan Miró, incluye unas 138 obras, de Miró y de 49 artistas estadounidenses, 19 de los cuales son mujeres. "Las artistas las hemos escogido a partir de Miró, él es el eje vertebrador", explica Rodríguez Roig. Destacan figuras como Helen Frankenthaler, Arshile Gorky, Alexander Calder y Alice Trumbull Mason. El artista Barnett Newman dijo de Miró en 1945 que marcaba el inicio de un nuevo movimiento artístico y que era "el creador de un nuevo idioma, el pionero de un nuevo campo que va a cambiar el rostro del arte durante muchos años". Dos años después, el crítico Clemente Greenberg consideraba "inadmisible" que "cualquier nueva pintura que avance las fronteras del arte históricamente se pueda medir menos con Miró que con Matisse y Picasso". Asimismo, Sam Francis dedicó dos litografías a Miró, y Robert Motherwell aseguró que de Miró le gustaba "todo". "El arte de Miró es tan original que nos golpea de inmediato hasta lo más profundo", remachó Motherwell.
Pero la entrada del arte de Miró en Estados Unidos no fue fácil: cuando se expusieron las primeras pinturas a mediados de los años 20, el público estadounidense no estaba preparado para esa radicalidad forjada en el París de los surrealistas. De hecho, La caída, Pintura y Pintura (Fratellini), ahora expuestas en la primera sala de la muestra, suscitaron rechazo. "Dejó al público en estado de choque", matiza Gale. Pero en cuestión de pocos años la situación cambió: el MoMA le empezó a comprar obra en 1928, y en 1929 un crítico neoyorquino calificó a Miró como "la última sensación entre los elementos más jóvenes de París".
Unos años después, el marchante Pierre Matisse, hijo de Henri Matisse, organizó la primera exposición individual de Miró en Nueva York. Pero Miró no viajó a Estados Unidos hasta 1947, con motivo del mural que realizó para el hotel Terrace Plaza en Cincinnati. El MoMa de Nueva York le había dedicado su primera retrospectiva en 1941, simultáneamente con otra de Salvador Dalí, pero Miró no fue a verla. Entonces Dalí y Miró ya eran como la noche y el día: exiliado en Estados Unidos, Dalí desplegó todo su potencial provocador y publicitario, mientras que Miró se mantuvo fiel a los colegas surrealistas de toda Europa que se exiliaron en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. En total, Miró realizó siete viajes a Estados Unidos entre 1947 y 1968.
La ayuda de los amigos
El recorrido de la exposición está organizado cronológicamente en una quincena de salas. Tras los tanteos iniciales con el público estadounidense, los comisarios ponen de relieve la importancia que tuvieron Alexander Calder y el arquitecto Josep Lluís Sert en la aventura americana de Miró, que consideraba a Calder como un "hermano" y con quien tenía la costumbre de intercambiarse obras, como es el caso de Polígonos negros, de Calder.
Las relaciones entre los tres son apasionantes. Sert encargó a Calder la Fuente de mercurio para el pabellón de la República de la Exposición Universal de París de 1937, y Calder le acogió cuando se exilió. Miró y Calder se habían conocido en 1928 en París, y cuando Miró y Pilar Juncosa fueron a Estados Unidos, Calder fue a buscarlos al aeropuerto. Sert encargó a Miró dos murales para la Universidad Harvard y un tercero para su casa y Miró encargó a Sert el diseño de su taller mallorquín y de la Fundación Joan Miró de Barcelona.
Como puede verse en las dos salas siguientes, uno de los momentos clave de la presencia de Miró en Estados Unidos fue el paso por el taller de grabado Atelier 17 de Nueva York, donde trabajó durante meses en el mural de Cincinnati rodeado de artistas entre los que se encontraba Louise Bourgeois, de quien se puede ver a los innovadores Personajes, y la también escultora Louise Nevelson. Miró y Bourgeois se habían conocido en París en 1937, y, según Gale, Miró respondió a los Personajes de Bougeois con Las tres majestades.
El impacto de las 'Constelaciones'
Otro momento clave de Joan Miró y Estados Unidos, que estará abierta hasta el 22 de febrero, es el impacto que tuvo la exposición de la serie de las Constelaciones en 1945, considerada una de las primeras obras de una Europa marcada por la guerra que podían verse en Estados Unidos. Una de las obras clave de esta sala es Naturaleza muerta del zapato, considerada el Gernica de Joan Miró. Él mismo la consideraba su pieza "capital" y perteneció a una de las artistas expuestas, la pintora Peter Miller. Ahora pertenece al MoMA de Nueva York, que lo ha prestado excepcionalmente, y puede verse junto a una pintura cuatro años posterior de Gorky sorprendentemente parecido, Jardín en Sochi. Otro atractivo de este ámbito es que se exponen las reproducciones de todas las Constelaciones de modo que se pueden ver, como quería el propio Miró, las inscripciones y dibujos que hizo en el reverso de cada una de ellas.
Por otro lado, Lee Krasner hablaba las constelaciones de Miró como "pequeños milagros" y ahora la constelación Mujer y pájaros, se puede ver entre uno de sus cuadros con "pequeñas imágenes" y otro de Pollock. Pero el estallido de Krasner en la exposición se produce algo más adelante con la pintura de gran formato Las estaciones, que el Whitney de Nueva York ha prestado por primera vez.
Más adelante, la pintura El sol rojo (1948), con unos característicos goteos de pintura en el centro, revela cómo Miró estaba al caso de lo que hacían Jackson Pollock y otros artistas cercanos. Así, veinte años después, la pintura Mayo 1968 reinventó "entre el signo y el fondo", como dicen los comisarios, en la línea de los campos de color de artistas como Rothko y Helen Frankenthaler. "Dice que he influido en una generación de pintores más jóvenes. Quizás sí, pero también es cierto que he estado muy influido por mi propio periodo", había dicho el propio Miró en 1961.
Los encargos públicos
Los proyectos para monumentos abren el tramo final de la muestra, que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA y la colaboración del Institut Ramon Llull, Acción Cultural Española, Abertis y Puig. En este ámbito, los comisarios recuerdan que los trabajos de ampliación de la escultura monumental Personaje y pájaro duraron cinco años y que en 1965 Miró viajó a Chicago para trabajar en un encargo del que sólo ha quedado el modelo de bronce Luna, sol y una estrella en el Patio Norte de la Fundación Joan Miró.
Por último, se puede ver el trabajo preparatorio que Miró realizó para el World Trade Center, que fue una de las víctimas artísticas de los atentados del 11-S. Después de Barcelona, la exposición podrá verse en The Phillips Collection de Washington del 21 de marzo al 5 de julio de 2026.