Picasso y Miró

Joan Miró y Pablo Picasso: un profundo compromiso que no era de cara a la galería

Pablo Picasso y Joan Miró hicieron privadamente donaciones económicas e intervinieron para liberar a prisioneros de campos de concentración

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'Jefe de hombre' (1937), de Joan Miró (izquierda) y 'Mujer que llora' (1937), de Pablo Picasso en la Fundación Joan Miró

BarcelonaPara Pablo Picasso, el arte tenía un poder transformador. Lo explicó él mismo cuando se afilió al Partido Comunista en 1944: “Mi adhesión es la consecuencia lógica de toda mi vida, de toda mi obra”, dijo Picasso. “Me hace sentir orgulloso decir que nunca he considerado la pintura como un arte para el simple recreo, como una distracción; he querido, mediante el dibujo y el color, como estas eran mis armas, ir siempre más allá en el conocimiento del mundo y de los hombres, para que ese conocimiento nos libere cada día un poco a todos”, decía el artista malagueño. Asimismo, aseguraba que había luchado siempre "como un verdadero revolucionario".

La conciencia política de Pablo Picasso se remonta a cuando era un adolescente y entró en contacto con las ideas anarquistas cuando frecuentaba Els Quatre Gats. Más adelante, durante la República, se convirtió en un icono de la izquierda cuando fue nombrado el director honorífico del Museo del Prado y, sobre todo, con el Gernica, que fue el póster imprescindible en todas las casas de los militantes antifranquistas. También lo fue Joan Miró, primero con el conocido grabado de Aidez el Espagne, fruto del diseño de un sello que no salió adelante. Este grabado lo realizó durante los preparativos de la pieza esencial que fue el mural gigante Labrador catalán en revuelta (El segador), que convivió con el Gernica en el pabellón de la República en la Exposición Universal de París de 1937. El texto que hay en la parte inferior es muy elocuente del posicionamiento político de Miró: “En la lucha actual, veo del lado fascista a las fuerzas obsoletas, y, por otra parte, el pueblo cuyos inmensos recursos creadores dará a España un impulso que deslumbrará al mundo”.

Miró también explicó su difícil regreso a España después de la Guerra Civil, primero en Palma en 1940 y dos años después en Barcelona, siempre clandestinamente, como una muestra de compromiso: “Siempre me he mantenido en la idea de que había que quedarse sobre la tierra catalana. He oído la tragedia de los amigos que no habían vuelto a España, que estaban en el exilio”, dijo Miró. Aseguraba que Picasso, que fue para él un referente también cívico y había decidido quedarse en el exilio, nunca le había reprochado su decisión. “Nunca me dijo nada. Hablábamos siempre de mi país. Tenía una memoria enorme, se acordaba de un montón de cosas. Casi siempre me hablaba en catalán, raramente en francés. Y creo que me envidiaba”, explicó Miró.

El hecho de que Picasso se quedara en Francia le permitió decir lo que quisiera, y su compromiso fue más allá de la causa republicana, y denunció otras guerras como la de Corea y la de Argelia. "Y aunque él no participó de la Resistencia, Picasso estaba rodeado de amigos que sí lo hicieron", afirma Elena Llorens, conservadora del Museo Picasso y una de las cuatro comisarias de la exposición Miró-Picasso."El compromiso de Miró fue siempre fuerte y muy claro", afirma Teresa Montaner, jefe de colecciones y responsable del Archivo de la Fundación Joan Miró y otra de las comisarias. Es verdad que Picasso es más conocido porque hizo estos iconos y que a Miró quizás cuesta más leerlo porque no es figurativo. “El compromiso de Miró está ahí, como cuando dice que se identifica con la vida recluida de Puig Antich y que no puede acabar el tríptico La esperanza del condenado a muerte hasta después de oír la noticia de su muerte”, subraya Montaner. En una entrevista en la que habló de Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario (1968), Miró también habló de la vida como un “hilo que alguien puede cortar sin objeción alguna”, como dice Montaner. Y dos años después, Miró participó con absoluta convicción en el encierro de intelectuales de Montserrat.

La ayuda discreta y la paloma de la paz

La historia del compromiso político de Pablo Picasso y Joan Miró es aún más apasionante si se observa toda la ayuda que suministraron discretamente, sin jactarse. "Ni Picasso ni Miró hicieron bandera, ni se colgaron medallas por lo que hicieron", dice Llorens. "Lo sabemos a través de la correspondencia, de los agradecimientos", añade. Picasso y Miró ayudaron a sacar a numerosos artistas de campos de concentración como el de Argelès, y una vez llegaban a París muchos iban a llamar a la puerta de Picasso para pedirle ayuda, fuera económica, material, recomendaciones o contactos. Por ejemplo, Picasso ayudó al artista Has Hartung porque era el marido de la hija del escultor Juli González, fallecido en 1942. Económicamente, a finales de 1938, dio 100.000 francos al Comité Nacional de Ayuda en España y otros 300.000 a principios de 1939, y también fue nombrado presidente de este comité. Y todo esto antes de la creación de la litografía de una paloma que es un símbolo de la paz volando sobre un fondo sombrío con el que ganó el premio de litografía Pennell Memorial Medal de la Philadelphia Academy of Fine Arts en 1949, y del cartel para el Congreso Mundial de los Partisanos de la Paix que hizo ese mismo año.

Gracias a la correspondencia con Joan Prats se ha podido saber que Joan Miró dio obras al Comité de Propaganda de la Generalitat, y la exposición incluye un esbozo de un cartel para el Centrale Sanitaire Internationale. También se sabe que finales de los años 40 envió una aguada a Francesc Trabal para ayudar a los exiliados en Sudamérica.

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