Hoy hablamos de
Periodista i crítica de televisió
2 min
Regala este articulo

En La buena muerte, el 30 minutos del domingo, el doctor Xavier Busquet definía la eutanasia como un acto de amor. Y esto es lo que vimos. Sobre todo a partir de la historia de Carina Casanovas y Fede Garcia, que fueron de una generosidad extraordinaria a la hora de mostrar ante las cámaras una etapa tan compleja de sus vidas. Para Carina era esencial que su muerte digna y escogida contribuyera a la divulgación y la reivindicación de la eutanasia como un derecho y una liberación para el enfermo. Su historia no podía reflejarlo mejor. Que las cámaras del programa pudieran acceder de forma tan cercana a todo su proceso es un mérito periodístico y un privilegio para los espectadores. Y no tanto por lo que suele decirse de romper el tabú como porque, en este acto de transparencia, nos hacíamos el cargo de las circunstancias de vida de Carina y, de rebote, de las de Fede. El amor evidente de la pareja conmovía al espectador y facilitaba que se empatizara. La cuenta atrás a lo largo de siete meses en la vida de Carina y Fede era extraordinariamente potente, creaba una cierta tensión en el espectador, porque se intuía el final de aquella cronología. Mantuvieron siempre las cámaras en la distancia justa para acceder a la intimidad de los protagonistas sin hurgar en ella. Los minutos finales, en fuera de campo ya través del audio, seguro que hicieron llorar a buena parte de la audiencia.

Era claramente un reportaje de parto. No era necesario incorporar las voces en contra de la eutanasia porque no se trataba de polemizar ni de organizar un debate, sino de entender la realidad de un derecho que tenemos los ciudadanos, una opción que podemos elegir. Entendíamos que el reportaje hablaba también de cualquiera de nosotros en el futuro. La buena muerte profundizaba en las implicaciones de un trámite personal y voluntario. El programa favorecía un proceso de aprendizaje y reflexión necesario en todos los ámbitos: el de la sociedad civil, pero también el de los profesionales de la sanidad como garantes de este derecho. El reportaje debería visionarse en las facultades de medicina de todo el país para normalizar la cuestión dentro de la profesión.

El 30 minutos mantenía el equilibrio entre los aspectos emocionales y los de procedimiento técnico y burocrático. La selección de los entrevistados era impecable, con un detalle relevante: la gran cantidad de mujeres que formaban parte del relato delataba, una vez más, como en el ámbito de los cuidados y en la lucha por el progreso y los derechos existe claramente un sesgo femenino. El recurso de conectar el testimonio de las doctoras que habían llevado a cabo diferentes procesos de eutanasia con los familiares de sus pacientes fue una forma muy acertada de mostrar la experiencia desde ambos puntos de vista. El programa especial de después, conducido por Núria Solé, quizás fue algo reiterativo al inicio, pero era necesario para ordenar las ideas y recuperarnos del impacto emocional del reportaje. La buena muerte fue un programa de esos que te abren una ventana a la realidad pero que sirven, sobre todo, para mirar dentro de ti.

stats