

Adiós a Christopher Person como delegado de la Generalitat en Perpiñán. Dice el Govern que ha cesado "a petición propia". Da igual, su continuidad en el cargo era insostenible y el Gobierno, que lo sabía, bien que se lo habrá hecho ver.
El que mejor lo ha expresado ha sido el alcalde de Elna, Nicolas Garcia, quien declaró en Catalunya Ràdio que "no habrá reconciliación posible entre los militantes del catalanismo en la Catalunya Nord y este chico, al que quizá le han dado un lugar que no era el suyo" porque quizá "no tenía la experiencia".
"Este chico" es una descripción bastante precisa del lenguaje verbal y corporal que le vimos en el Parlament. Ninguna voluntad de llenar el cargo con robustez institucional, distancia glacial con los diputados que le pasaban cuentas, como si todavía no hubiera entendido por qué motivo histórico, lingüístico, político, la Generalitat debía de tener una oficina en Perpiñán. Ni siquiera ninguna habilidad dialéctica para defender su posición, por indefendible que fuera. Es evidente que le dieron un cargo que no era para él, lo que señala el error de quien le nombró. "Un chico" no puede ser un representante de un gobierno y menos cuando se muestra tan poco empático con la idea de que representa. A no ser que hubiera sobreinterpretado la probable consigna gubernamental de no hacer ruido y no molestar al gobierno francés.
La comunicación política se ha ido llenando de esta forma desdeñosa de captarse que tan bien funciona en las redes y que busca aparentar firmeza y crispar al adversario para que pierda las formas. Afortunadamente, el nuevo delegado, Albert Piñeira, está hecho para las relaciones públicas y conoce el terreno que pisa.