Hoy hablamos de
Imagen promocional de 'La Selva'.
Periodista i crítica de televisió
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La fatalidad del accidente de helicóptero en Nueva York en el que murió una familia de Barcelona ha activado la reflexión en torno a la tragedia en diferentes magazines matinales. En La selva de TV3 reflexionaban sobre el duelo en la escuela cuando, entre las víctimas, hay niños. El programa contactó con la psicóloga Alba Alfageme para que explicase cómo se puede gestionar el trauma en estas circunstancias. Mientras ella hablaba a través de una videollamada, la realización del programa partió la pantalla y junto a la experta nos ofrecían en bucle las imágenes de la tragedia. El helicóptero volante, el helicóptero cayendo al río Hudson desde diferentes puntos de vista, una hélice impactante contra el agua más allá, las patas del helicóptero sobresaliendo del río, el proceso de retirada de la cabina con una grúa, los equipos de emergencia llevándose una litera. Y las escenas se iban sucediendo a medida que iban conversando sobre el tema, como si lo que enseñaban no fuera nada especialmente trascendente ni doloroso. Se entiende, desde el ámbito periodístico, el deber de mostrar estas imágenes para dar un contexto informativo a la noticia. Pero utilizarlas de adorno para amenizar la pantalla es excesivo. Primero, porque ese planteamiento es incoherente con el relato de la psicóloga. Mientras se está hablando de cómo abordar con sensibilidad y responsabilidad una situación de estas características, la televisión hace todo lo contrario: recrearse en lo más crudo de la fatalidad. Segundo, porque por la simple lógica de la proximidad estas imágenes pueden ser especialmente hirientes para familiares y personas cercanas a las víctimas. Los espectadores estamos muy bregados al ver escenas terribles en televisión, pero cuando estás vinculado a las personas afectadas aquellas filmaciones se convierten especialmente en traumáticas. No es que no tengan que emitirse, pero debe hacerse desde la responsabilidad informativa, y no con fines de reclamo mediático, que es el objetivo de la pantalla partida. Este recurso fue, originariamente, un invento de las televisiones privadas. Es muy útil para captar la atención del espectador con sólo un vistazo, sin necesidad de tener que escuchar lo que dicen los presentadores o, ni siquiera, tener que hacer el esfuerzo de entender de qué hablan. Cuando las escenas son trágicas incluso distraen la atención del relato, provocan una disociación del mensaje. Emitir imágenes en bucle de una tragedia o de un hecho violento es un acto televisivo insensible y morboso, y las televisiones públicas deberían ser conscientes de ello. Antes de imitar los recursos de las cadenas comerciales conviene reflexionar sobre su sentido y por qué. Y tener en cuenta, en cada caso, si es o no adecuado, en vez de convertirlo en una inercia televisiva. Si como profesionales del periodismo existe una preocupación por saber cómo se gestiona el duelo y el trauma, quizás sea necesario aplicarse la misma sensibilidad.

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