Vargas Llosa, el escritor total ligado a Barcelona
Más allá de sus controvertidas opiniones políticas, el autor ha dejado grandes novelas, como 'La ciudad y los perros' y 'Conversación en La Catedral'


BarcelonaCuando Mario Vargas Llosa ganó el premio Nobel en 2010, en Catalunya era recordado sobre todo por su estancia de cinco años en Barcelona y como uno de los impulsores del boom latinoamericano. Se había instalado en la ciudad en 1970, y se quedó hasta 1974. Durante ese lustro, el autor peruano escribió la novela Pantaleón y las visitadoras (Seix Barral, 1973) y el ensayo La orgía perpetúa (Taurus, 1975), centrado en uno de los autores que más admiraba, Gustave Flaubert. "En aquellos momentos, Barcelona era la capital cultural de España, el lugar al que acudían los jóvenes de América Latina. Era donde debía estar. Una ciudad cosmopolita a la que iban los españoles cuando querían oír que estaban en Europa", explicaba.
Su relación con la ciudad arrancaba de muy atrás: antes incluso de la relación profesional y de amistad con Carlos Barral –que empezó con la concesión del premio Biblioteca Breve 1962 por La ciudad y los perros–, Vargas Llosa había debutado de la mano de otra editorial barcelonesa, Roca, con Los jefes (1959). De hecho, en esa época pasaba temporadas en Calafell, en la casa de Barral, donde Vargas Llosa trabajaba en sus novelas. A partir de 1969, su agente literaria sería Carmen Balcells, lo que le ató inextricablemente a la capital catalana, donde fue volviendo periódicamente: fue en Barcelona donde recogió el premio Planeta en 1993 por Lituma en los Andes y donde presentó uno de sus últimos libros, La mirada quieta (Alfaguara, 2022), sobre Benito Pérez Galdós, acompañado de Javier Cercas. En esos momentos Vargas Llosa se había convertido, para muchos catalanes, en una figura pública incómoda y desagradable. El "provincianismo elemental" que el autor peruano veía en el proceso de independencia, que culminó el 1 de octubre del 2017 con la celebración del referendo que tachaba de "ilegal, anacrónico y absurdo", le motivó a convertirse en una de las voces más críticas contra el in
Políticamente, Vargas Llosa acabó distinguiéndose por su conservadurismo: fue crítico con las "alternativas de izquierdas" de Perú, Chile y Colombia y llegó a señalar a los movimientos indigenistas de su país como un "peligro democrático". Aún así, su compromiso temprano con el comunismo le había hecho simpatizar con Fidel Castro: en los años 60 opinaba que la revolución cubana de 1959 contribuiría a liberar a América Latina "del anacronismo y el horror", pero una década más tarde ya firmaba un manifiesto anticastrista por haber cerrado el manifiesto anticastrista.
El espectro de influencias literarias de Vargas Llosa va de Jean-Paul Sartre a William Faulkner, de Lev Tolstoi en Thomas Mann, de James Joyce a Francis Scott Fitzgerald. Admiraba también el Tirando lo Blanco de Joanot Martorell, a quien dedicó un elogioso ensayo, Carta de batalla por Tirant lo Blanc (Alianza), en una fecha tan retrocedida como en 1969. Quizás a partir de su muerte pueda empezar a ser reivindicada la vertiente intrínsecamente literaria del escritor: durante décadas se distinguió por una saludable investigación formal, que se pone de manifiesto en novelas como La casa verde (Seix Barral, 1966) y Conversación en La Catedral (Seix Barral, 1969), combinada con incursiones en géneros como la autoficción, tanto en La ciudad y los perros (1963) como en la controvertida La tía Julia y el escritor (Seix Barral, 1977), en la que explicaba su relación con una pariente catorce años mayor que él: Vargas Llosa se casó con esta tía política, Julia Orquidi, cuando aún no había cumplido los 20 años.
El escritor fue también un destacado novelista histórico, con ejemplos como La guerra del fin del mundo (Seix Barral, 1981), en la que reconstruía, a lo largo de casi 1.000 páginas, una rebelión religiosa en Brasil de finales del siglo XIX, y La fiesta del Chivo (Alfaguara, 2000), sobre la caída del dictador Rafael Trujillo en República Dominicana. Aparte de dejar una veintena de novelas, Vargas Llosa publicó una docena de ensayos –entre ellos el imprescindible La verdad de las mentiras (Seix Barral, 1990)– y cientos de artículos. También escribió obras de teatro como Las mil noches y una noche (2008), que llegó a interpretar junto a Aitana Sánchez-Gijón. El único género que se le resistió fue la poesía.