

Lo que está haciendo el Pato (la ficción es el pienso de la realidad) Donald Trump se debe a un catalán. Tranquilo, jamón. No nos referimos al economista Pau Pujolàs, de la carlista Solsona (old west catalán antes que el Viejo Oeste americano), que según Disney Trump Co. sirve para justificar la intifada del cálculo de los aranceles globales citando –erróneamente– un artículo académico de este profesor universitario en Canadá. No. Nos referimos a otro catalán que ya predijo unos aranceles en 1874 desde Estados Unidos: "Si todos los catalanes que hay esparcidos por el mundo volvieran a Catalunya no cabrían". Conozcamos la carga.
Artur Cuyàs Armengol nace en Barcelona, pero va de pataco hacia Nueva York. El padre catalán y la madre cubana son comerciantes. El tipo se hace un nombre y marca. La pasta la invierte en muchas cosas pero sobre todo en el futuro: La Llumanera de Nueva York. Una revista en catalán en Estados Unidos. Nunca visto. Con este protoneón de papel, todavía en tiempos de velas, dibuja un triángulo económico-político-cultural: Cataluña - Latinoamérica - Estados Unidos. Una geometría de intereses luminosos catalanes. Una Cataluña real, virtual, global. Money, pasta, trompo. Escuche el marrameo del newyorker de la calle del Rec de Barcelona ahora en Broadway. ¡Méuuuu!
Dicen que los catalanes son cuatro gatos en Nueva York comparados con las colonias: irlandesas, alemanas, holandesas, italianas… Pero los catalanes son "gatos de cascabel". La lista de catalanes que tocan campanas, flautas, pimientos, carachos y todo utensilio dolby surround en la Gran Manzana en 1874 es para volverse sordo: el vicecónsul y el secretario del consulado español; un director de diario; siete empresas grandes regidas por catalanes; tiendas: una zapatería, una frutería, dos de vinos, dos de frutos secos, un sastre, dos mesones y dos etc., etc.. Sume: músicos, profesores, artistas… Y, claro, "hasta hay un campesino catalán, que se llama Balmes, y aunque hace muchos años que vive aquí bebe el vino con porrón y es más catalán que Serrallonga". ¿Cuatro gatos? En 1874 hay una colonia de catalanes que llevan veinte o treinta años allí y suman, suman… En la cuenta de resultados ojo al ser hijos tuyos, y no se olvidan nunca de su patria, ni de su lengua". Bonito? O no.
Cuyàs estaba por el dinero. money. Un ejemplo dorado en la caja: un niño de 15 años deshilachado y moribundo que se había marchado de Barcelona a Cuba en 1877 levantaba el Teatro Payret en La Habana. Nunca se había visto eso. Un carnicero montó un imperio. Como Joaquim Payret había cientos, catalanes con dinero en mansalva. Eran modelo luminaria para Cuyàs. Por eso defendía un proteccionismo catalán con el triángulo. Tasas, impuestos, cánones. Por eso hay catalanes que se opusieron a la guerra hispanoamericana: por dinero. Y porque los catalanes eran un paraestado: real y virtual. Por eso Cuyàs fue perseguido por la justicia estadounidense. Por agitador. Por espía. Por agente español. Caza de brujas. Nuestro peaje.
"Catalanes, nuestro es el mundo / puesto que sin lucha ni guerra / no hay ningún pueblo en la tierra / donde los catalanes no están", dejó escrito Cuyàs. Pero para eso se necesitan dólares, euros, cáscaras. Somos los aranceles. Aranceles sin estado. Aranceles humanos. El precio a pagar. El más caro y doloroso. El arancel de la libertad.