El Papa, la Iglesia y el estado español

La delegación española, encabezada por los Reyes, ante el féretro de Francisco.
26/04/2025
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MadridA principios de la década de los ochenta Lluís Foix, entonces director de La Vanguardia, me ofreció ir de corresponsal a Roma. No lo pensé mucho. Era una oportunidad irrenunciable de abrir horizontes. Desde el primer día me interesó el seguimiento del Vaticano tanto o más que el de la política italiana y sus continuas crisis de gobierno. La Democracia Cristiana seguía apegada al poder, pero con complejos e inestables pactos con fuerzas minoritarias, como el Partido Socialista de Bettino Craxi. En la Santa Sede estaba todavía en una etapa inicial el pontificado del papa Juan Pablo II, seguido muy de cerca por la prensa española, en un momento especialmente interesante por el inminente cambio político que llevaría al PSOE de Felipe González a la Moncloa, con una mayoría absoluta de 202 diputados. Entre los corresponsales en Roma estaba Juan Arias (El País) y Joaquín Navarro-Valls (Abc), más tarde portavoz de la Santa Sede. Mi agradecimiento a ambos es eterno, por la amabilidad con la que me acogieron. En la redacción de La Vanguardia la mano solidaria siempre extendida era la del padre Jordi Piquer, que ejercía su auctoritas en la materia con una dulzura de carácter que convertía la obediencia en un placer.

Todos estos recuerdos me han asaltado ahora, y han hecho que me preguntara en qué puede haber cambiado en casi cuatro décadas la percepción social de la actividad de la Iglesia en España, después de pontificados tan distintos como los de Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio. Yo no tuve que seguir un cónclave. En los años ochenta, la autoridad de Juan Pablo II en la conducción de la Iglesia universal era fuerte y evidente. Muchos podrán recordar la imagen de Ernesto Cardenal arrodillado ante el Papa, que le regañaba, durante su visita oficial a Managua, en 1983. Cardenal fue uno de los más significados representantes de la teología de la liberación y ministro de Cultura en Nicaragua entre 1979 y 1987. y poeta en un gobierno de carácter socialista. Wojtyla le prohibió la administración de los sacramentos en 1984. Diez años más tarde, Ernesto Cardenal abandonó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en protesta contra la evolución autoritaria del régimen del presidente Daniel Ortega. El papa Francisco lo rehabilitó en febrero de 2019, levantando la suspensión a divinios impuesta treinta y cinco años antes. Todo un signo del cambio de la situación internacional y del carácter diverso de los pontificados de Wojtyla y Bergoglio. especial, pero el contraste entre las decisiones de Wojtyla y las de Bergoglio permite preguntarse qué camino seguirá ahora el Vaticano, o si intentará una especie de tercera vía. Y en relación con esto, cómo puede afectar a España y su gobierno la evolución de la Iglesia. Española. En este último ámbito los interlocutores que han jugado un papel destacado son el actual presidente de la Conferencia, Luis Argüello; Cuelgamuros, antes el Valle de los Caídos, y la negociación sobre las exenciones fiscales de la Iglesia. El diálogo sobre estas materias ha sido muy facilitado por el pontificado del papa Francisco. contestar que esta coincidencia era un buen inicio.

Hace algunas semanas, con Bergoglio ya hospitalizado, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, recibió una delegación del gobierno encabezada por el propio Bolaños, para tratar sobre la resignificación de Cuelgamuros, objetivo entendido por la Santa Sede. En la delegación estaba también Alberto Herrera, ahora subsecretario en la Moncloa y anteriormente en el ministerio de Sanidad en la etapa de Salvador Illa como ministro, durante la pandemia. Años antes fue el propio Bergoglio quien recibió a Carmen Calvo, entonces vicepresidenta primera del gobierno, cuando viajó al Vaticano para comunicar a la Santa Sede la decisión de sacar de la basílica de Cuelgamuros los restos mortales del general Franco. En esa entrevista, Calvo le explicó al Papa que no había considerado necesario ir a verle poniéndose una mantilla en la cabeza, y Bergoglio le contestó: "Lo importante no es lo que lleva sobre la cabeza, sino lo que tiene dentro".

El papa Francisco y el ministro Félix Bolaños durante una audiencia en el Vaticano en junio del 2022.

Con el propio Bergoglio y con Parolín también se trató sobre los casos de pederastia. El mensaje del Vaticano fue siempre contrario a cualquier tolerancia. Ahora bien, tanto en el gobierno español como en amplios sectores de la propia Iglesia se entiende que el problema de los muchos años de silencio y las denuncias de las víctimas no se ha podido resolver bien, a pesar de reconocer la labor realizada por el defensor del pueblo, Ángel Gabilondo. El gobierno quiere que exista una comisión mixta para examinar las reclamaciones y que se fijen indemnizaciones a las que la Iglesia haga frente. Fuentes de la Conferencia Episcopal consideran que habrá que seguir hablando de ello. Para el gobierno, el gran asunto pendiente es la revisión de los acuerdos de 1979 con la Santa Sede. El objetivo, regular la laicidad del Estado. Obviamente, deberá verse antes quién es elegido como próximo pontífice y, sin duda, esperar a otra legislatura que garantice un marco de estabilidad política ahora inexistente. Lo que seguirá igual por tiempo indefinido es la financiación a través de la casilla del 0,7% en la declaración de la renta. El pasado año se recaudaron 384 millones de euros por esta vía. Son más de 9 millones de ciudadanos quienes marcan la casilla. "Seguramente –me decía una fuente de la Conferencia– nos ayuda más gente de la que después va a la iglesia".

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