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14/04/2025
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La muerte de Mario Vargas Llosa ha desatado a los panegíricos que corresponden justamente a un gran escritor como él. Pero su figura desborda a la de la literatura y es divertido, entonces, ver cómo determinados medios despliegan todo un gradiente de estrategias para explicar que, políticamente, su legado resulta bastante más antipático que el de sus letras noveladas. Hay quienes, directamente, miran este aspecto bajo una óptica benevolente. En Libertad Digital, por ejemplo, el titular es "Muere Mario Vargas Llosa, luchador incansable por la libertad y la democracia". Decir lo del hombre que siempre rumiaba que los americanos del Sur votaban mal y que prestó apoyo a figuras como el pinochetista José Antonio Kast o el trumpista Jair Bolsonaro implica tener un concepto muy maleable y elástico de la democracia. Otros medios, como La Razón, El País o La Vanguardia (en el momento de escribir estas líneas, a media tarde) no tenían en su portada digital a ningún titular específico sobre la deriva ideológica del fallecido en sus últimos años y su manifestitis galopante. O sobre su desconexión con el pueblo: todos los candidatos a los que prestaba su apoyo acababan perdiendo las elecciones.

Vargas Llosa, con Isabel Díaz Ayuso

Estas consideraciones no empequeñecen su figura literaria, porque ya hace tiempo que aprendimos que el genio se expresa al margen de otras consideraciones digamos humanísticas, aunque un instinto romántico nos impulse a querer creer que la buena literatura emana de una arquitectura moral sana. Con cierta mala conciencia, separamos artista y obra para seguir disfrutando de la segunda a pesar de la primera. Pero, periodísticamente hablando, es necesario abordar ambas cosas, aunque sea en piezas diferentes. Al fin y al cabo, un autor es también su obra política, si ha querido tenerla.

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