Hoy hablamos de
Revistes científicas e instrumentos para la investigación a la bibliotecta de la Facultad de Biología de la UB.
Economista
2 min
Regala este articulo

Estamos viviendo una paradoja que hace tiempo que me preocupa. Nunca antes la ciencia había avanzado tanto, tan deprisa y con resultados tan asombrosos. Y, sin embargo, nunca habíamos visto a tanta gente abrazar ideas sin fundamento, creerse teorías disparatadas o aferrarse a soluciones milagrosas que no resisten el más mínimo análisis riguroso. En pleno siglo XXI, las pseudociencias están ganando terreno. Y lo preocupante es que lo están haciendo en campos donde el error no es anecdótico, sino peligroso.

Basta con pasear por una librería para comprobarlo: estanterías enteras dedicadas a libros de salud alternativa, de economía “cuántica”, de terapias energéticas o de fórmulas psicológicas mágicas. En las redes sociales, se recomiendan día sí y día también con total convicción remedios no demostrados como si fueran verdades absolutas. Lo más grave es que muchas de esas voces tienen influencia, miles o incluso millones de seguidores. Y no hay ni una pizca de evidencia detrás de sus recetas.

En medicina, la situación es alarmante. Los médicos tienen que dedicar parte de su tiempo a desmontar ideas falsas y preconcebidas que traen los propios pacientes. “He leído que con esto se cura”, “Me han dicho que lo natural es mejor”, “¿Por qué no pruebo esto que no tiene efectos secundarios?”

Este fenómeno no nace de la ignorancia, sino de la expectativa desmedida. Exigimos que la ciencia lo resuelva todo, y lo resuelva ya. Cuando no lo consigue —porque a veces no puede, o necesita tiempo—, buscamos una solución inmediata, aunque no esté demostrada. O aunque sea falsa. La esperanza, cuando sustituye al pensamiento crítico, se convierte en un peligro.

Y no se trata solo de medicina. También en economía y en empresa se difunden ideas que parecen más dogmas de fe que modelos analíticos. Se venden métodos infalibles, recetas exprés, discursos motivacionales que ignoran toda evidencia. Y como ofrece certezas donde la ciencia solo asegura probabilidades, la gente pica.

La ciencia no tiene todas las respuestas. Pero es la única herramienta que ha demostrado, una y otra vez, que puede encontrarlas. Necesitamos volver a confiar en el método, en la prueba. No es el camino más rápido. Pero es el que parte de la evidencia y no se ancla en una esperanza tan desesperada que nos convierte en analfabetos.

stats