Hoy hablamos de
La ex consellera de Interior y Justicia del gobierno valenciano Salomé Pradas en el momento de su llegada a la Ciudad de la Justicia de Valencia.
13/04/2025
Escriptor
2 min
Regala este articulo

La penosa performance que la exconsejera de Interior y Justicia de la Generalitat Valenciana, Salomé Pradas, ofreció hace unos días ante la juez que instruye el sumario sobre el desastre del 29 de octubre en la Comunidad Valenciana –como dice David Miró– una exposición en crudo de toda una forma de entender la política. Ni que decir tiene que ninguna de las lágrimas que derramó el exgobernante (también exsenadora) ante el tribunal iban dirigidas a las 228 víctimas de la DANA. No: Salomé Pradas lloraba por sí misma, por su mala suerte. Lloraba de pena y seguramente también de rabia, preguntándose cómo era posible que le sucediera aquello.

Hay un tipo frecuente que el sistema político y administrativo español (contando Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana) ha congriado durante las últimas cuatro décadas. Se trata de la persona a la que se le encomienda la tarea de ocupar un cargo medio o alto en la administración pública y no lo entiende como una responsabilidad, sino como un premio. ¿Un premio recibido con qué motivo? Bien, un premio que llega a consecuencia del hecho de pertenecer a un partido político. Si uno está dentro del partido adecuado, y hace bondad (que significa imitar a los monos de Gibraltar: no sentir nada, no ver nada, no hablar), tarde o temprano tiene que venir la recompensa, que será un pequeño cargo o uno mayor, según la capacidad que tenga cada uno o cada una de saber elegir compañías, lugares y momentos, de guardar secretos, de guardar secretos.

Los gobiernos de comunidades autónomas, pero también los de los ayuntamientos, diputaciones, consejos comarcales, consejos insulares, cabildos y organismos supramunicipales diversos, sin olvidar por supuesto la, digamos, alta política estatal, han producido miles de personas que han tenido el cenit de su vida profesional cuando han ocupado uno o varios cargos públicos en representación de alguna formación política. Manta vez tienen un desconocimiento tan completo como desacomplejado sobre la materia que se supone que gestionan: la tal Salomé Pradas es una cínica que fue a recitarle a la juez lo que al PP le habían dicho que dijera, pero a la vez no le faltaba sinceridad cuando se contagiaba "a los técnicos". Dentro de esta visión de la vida pública, uno está a su cargo para disfrutarlo y para tener la experiencia de las cosas le que conlleva, desde participar en sesiones parlamentarias y encuentros con la prensa (que hace mudado), hasta la inmersión en una vida social que para este tipo de gente es la expresión del éxito social: inauguraciones, congresos, festivales, cenas, entregas de premios. Para ocuparse de la parte ingrata del día a día, del trabajo propiamente dicho, ya están "los técnicos", una masa gris y anónima de gente que, para las Salomés Pradas de todas partes, tienen la obligación de sacar las castañas del fuego mientras el político se limita a realizar su labor "de representación". De modo que qué disgusto y compromiso, si de repente mueren 228 personas y, como puede ser, resulta que se te exige rendición de cuentas.

stats