Señalar a las enfermeras sale caro al sistema
Una huelga puede abrir un debate necesario o puede degradarlo. El Estatut Marc es un texto complejo, y las reivindicaciones sindicales sobre condiciones laborales son legítimas. Pero cuando, en algunos comunicados y consignas recientes de la protesta médica, se señalan las enfermeras para ganar bastante negociadora, no se consigue más que debilitar el sistema. Esto empobrece la conversación, rompe equipos y debilita la confianza de la ciudadanía.
El anteproyecto del Estatut Marc hace un ajuste de la clasificación en función de la titulación. Y deja claro que no se redefine, en ningún caso, la estructura y el funcionamiento de los equipos ni las competencias de los diferentes profesionales. Confundir deliberadamente nivel académico con competencias es una falacia interesada.
Este juego de sombras activa un corporativismo arcaico que convierte la conversación en trinchera. Cuando se insinúa que una enfermera que tiene un doctorado es de segunda categoría se devalúa el talento de un gran número de profesionales. Y, lo más grave, se refuerza un mensaje pernicioso. Que su progreso académico es una amenaza.
Lo que realmente debería preocuparnos es qué entorno hacemos posible para que todos los profesionales desplieguen sus competencias con dignidad y rigor. La evidencia internacional, e iniciativas como Magnet4Europe (proyecto europeo que adapta el modelo Magnet a los hospitales, un estándar de entorno de práctica y liderazgo enfermero), muestran que cuando la organización y el liderazgo son sólidos, el talento se queda y la calidad de los cuidados mejora.
Es cierto que todavía no estamos en este punto. Pero esto no nos exime de nada. Nos obliga a avanzar. A dar pasos concretos que conviertan el bienestar profesional en una condición estructural. El Estatut Marc es sólo el primer paso.
El texto abre camino a un reconocimiento más articulado. El anteproyecto prevé actualizar parcialmente la ley de ordenación de las profesiones sanitarias (LOPS) y reforzar la dimensión clínica de la profesión enfermera. Y, lejos de confundir roles, los ordena con mayor claridad, consolida la mirada basada en la evidencia de las enfermeras y aporta valor.
También incorpora medidas que inciden directamente en la conciliación. Se plantea un tope de horas semanales, se refuerza la planificación de guardias y descansos, reconociendo como tiempo de trabajo efectivo la pausa durante la jornada y el solapamiento a los cambios de turno. Esto último blinda su cómputo como tiempo efectivo y evita disparidades locales. Asimismo, el texto recoge derechos emergentes como la desconexión digital, el refuerzo de protocolos frente a agresiones y un marco para avanzar en mecanismos de jubilación anticipada asociados a turnos o riesgo.
Todo ello es un paso adelante. Pero, cuando el debate se caricaturiza, la cuestión de fondo queda sepultada. Y la cuestión de fondo es que arrastramos un marco legal desde el 2003 que, pese a retoques parciales, lleva más de dos décadas sin revisarse en profundidad mientras nuestra realidad profesional avanza a un ritmo vertiginoso.
Desde entonces, la profesión enfermera ha experimentado una evolución notable en formación, investigación, capacidad resolutiva y responsabilidad clínica. Pretender que este salto no merece correspondencia legal es condenar al sistema a operar con disposiciones de tiempos pasados.
En el debate abierto por la huelga médica, las enfermeras no podemos ser la cabeza de turco. Hemos apoyado, apoyamos y apoyaremos cualquier reivindicación que mejore las condiciones del conjunto de profesionales. Somos muy conscientes de que formamos parte de una arquitectura de confianza que sólo funciona si todo suma.
Aportamos valor dentro de una respuesta colectiva que necesita conocimientos complementarios para afrontar unas necesidades de salud cada vez más complejas. Pero esa corresponsabilidad debe ser recíproca. No puede ser que, cuando el progreso normativo repercute en las enfermeras, se nos pida renuncia. Si queremos un sistema de salud resiliente, el respeto no puede estar en la carta.
Señalar a las enfermeras sale caro. Y ya no queda margen para seguir pagando ese peaje.