Hoy hablamos de
Pedro Sánchez y Xi Jinping durante la visita del presidente español a Pekín.
16/04/2025
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1. Sorpresa. Pedro Sánchez ha sorprendido con un gesto de envergadura –y, por tanto, de riesgo–: el desplazamiento a China –vía Vietnam– para encontrarse con el presidente Xi Jinping, en plena crisis por la explosión de los delirios arancelarios de Trump, en la enésima manifestación de sus pulsiones nihilistas.

No es la primera vez que el presidente español descoloca al personal con una iniciativa inesperada, aparentemente a contracorriente. Dicen que la principal virtud de un político es captar el momento de oportunidad para crear situaciones que rompan las rígidas lógicas de la práctica política y abren espacios que parecían cerrados. De hecho, la carrera de Sánchez se ha construido con dos golpes inesperados de este tipo. Primero, el desafío a la dirección, que se lo había quitado de encima (2016), tras una vuelta a España por las sedes del PSOE trabajándose las bases de un partido en crisis, que lo llevó a la liquidación de la vieja guardia socialista (2017) –instalada aún hoy en el rencor, como puede verse en The Objective, portavoz de una izquierda que ha evolucionado hacia la derecha patriótica–. Segundo, la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy por sorpresa (2017) y lo llevó a la presidencia del gobierno.

Ahora el presidente Sánchez descoloca a los sectores bienpensantes, los que tienden a adaptarse a los que mandan sin correr riesgos ni anticipar cambios, con una conversación de tres horas en Pekín con Xi Jinping, líder de una China al alza que amenaza la supremacía de unos Estados Unidos en crisis, fruto de unos cambios en el modelo económico y en la estructura social que Trump –a quien la nueva tecnocasta ha llevado al poder– gestiona con su proverbial ego y la arrogancia y contradicciones permanentes que emanan de ello.

Desgraciadamente, en Europa el mundo económico –y buena parte del político– ya apela a adaptarse, aunque sea tapándose los ojos para no ver el insultante exhibicionismo machista de un presidente cuya llegada al poder es toda una expresión de la crisis profunda que vive la democracia americana. Parece que ni siquiera quieren ver cómo un déspota como Putin juega con Trump y le toma el pelo mientras él asegura que entre los dos cambiarán el mundo. Y Xi Jinping, a lo suyo, va haciendo camino.

2. Responsabilidad. Quienes tienen prisa por dar por sentenciado a Sánchez que no corran tanto, porque ahora mismo ha demostrado un sentido de la política que le permite marcar perfil propio y jugar un papel más allá de las divisiones simples amigo-enemigo. Las mutaciones en la escena internacional son enormes. Se pueden afrontar desde los tópicos y alimentando el miedo: el fantasma de la guerra parece que empieza a desvanecerse, pero la propia Unión Europea ha hecho demagogia –con su proverbial impotencia– con la ridícula iniciativa de los kits de supervivencia. Pero ahora mismo no hay otra salida que buscar cauces de acuerdo entre las grandes potencias. Y en este contexto la interlocución con China es fundamental para encontrar los equilibrios necesarios para evitar el conflicto y para que no se estropee todo si Trump no sale de sus delirios.

En un marco económico imprevisible, con las idas y venidas del presidente americano y su banda, tejer una buena relación con quien va camino de ser primera potencia mundial si Estados Unidos sigue en el desbarajuste es de elemental responsabilidad. Y en este sentido Sánchez ha marcado puntos tanto en Europa como en España, por mucho que algún fanático, como el secretario del Tesoro americano, Scott Bessent, diga que "acercarse a China sería como cortarse el cuello". Es Europa entera la que debe dar pasos como los que ha dado el presidente Sánchez. Ya no hay una única sombra de poder bajo la que protegerse, hay muchos polos con los que lidiar. Empezando por China y Estados Unidos.

Evidentemente, Feijóo –que es de piñón fijo– no tiene otro proyecto que malhablar contra Sánchez. En su corta mirada sobre las cosas, en el PP todo lo que se le ocurre decir es que las elecciones no se decidirán por la política internacional. Angela Merkel, que era de derechas, iba cada año a Pekín. El mundo es algo más que cada casa. Y se trata de estar ahí. Y con gestos como este, Sánchez gana envergadura. Y el PP sigue siendo de andar por casa. ¿Recuerdan cuando Aznar descubrió la política internacional? No les fue nada mal.

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