Literatura

Literatura de combate: cuando atacar el poder y perseguir la libertad puede costarte la vida

A lo largo de la historia autores como Aristófanes, Dante Alighieri, Jonathan Swift, Annie Ernaux y Salman Rushdie han convertido su literatura en un arma de crítica y denuncia contundente

El filósofo Giordano Bruno fue quemado en la hoguera en 1600
23/04/2025
7 min

Barcelona"La libertad consiste sólo en una cosa: al ser dueños de la propia vida", dejó escrito Platón en el siglo IV a. El filósofo griego sabía de lo que hablaba, porque su maestro, Sócrates (Atenas, 470 aC-399 aC), había pagado un precio muy alto por no haber querido callar sus convicciones: un tribunal le obligó a envenenarse con cicuta acusado de corromper a los jóvenes tanto por su ateísmo como por motivos políticos. El juicio al filósofo fue tan sonado que Platón quiso dejar constancia por escrito a Apología de Sócrates (Fundación Bernat Metge, 1924; trad. de Joan Crexells). Éste es uno de los textos fundacionales de la Grecia clásica que ha contribuido a consolidar una de las pulsiones esenciales de parte de la tradición literaria y filosófica: la denuncia de la injusticia, la crítica al poder y el anhelo de libertad, sea personal o colectiva.

Aquel diálogo de Platón, escrito poco antes del año 390 aC, fue precedido por la obra de otro coetáneo de Sócrates, el dramaturgo Aristófanes (Atenas, 445-385 aC). Especializado en escribir comedias, sacudió los cimientos de la civilización griega desde el inicio de su trayectoria. Con la segunda obra, la desaparecida Los babilonios (426 a. C.), indignó al aristócrata y general Cleón, que intentó procesarlo porque "avergonzaba la ciudad frente a los extranjeros". El comediógrafo no sólo no rebajó el tono contra el poder en las siguientes obras, sino que se atrevió a ridiculizar a Cleón a Los caballeros (424 aC; en catalán en la Fundación Bernat Metge, 1970; trad. de Manuel Balasch), donde acaba haciendo de vendedor de salchichas de carne de burro y perro.

Encontrarse en medio de las adversidades

De la inmoralidad de Ovidio a la oposición a la esclavitud por parte de Séneca

La literatura de combate ofreció al menos dos ejemplos destacados durante el Imperio Romano. Las metamorfosis era elArte de enamorar (2 dC; Adesiara, 2011; trad. de Jaume Juan Castelló), obra elegíaca y didáctica que pretende enseñar a seducir. Ovidio defendía allí al adulterio en un momento en que esta práctica era considerada un atentado contra la legislación moral del imperio.

No mucho después, el emperador Nerón acusó al filósofo Séneca (Córdoba, 5 aC-Roma, 65 dC) de estar implicado en la conjura de Pisó contra él. Condenado a muerte, el autor de Letras en Lucili (64 dC; Fundació Bernat Metge, 1928; trad. de Carles Cardó) no esperó a que se pudiera hacer efectivo el castigo y se cortó las venas. Como buen estoico, Séneca había dejado escrito: "Cuando ya te encuentras en medio de las adversidades, es demasiado tarde para actuar con cautela".

Una imagen de Cristina de Pizán.

Deje toda esperanza

El primer clamor feminista llegó a principios del siglo XV

Uno de los grandes poemas de la literatura universal, la Divina Comedia de Dante Alighieri (Florencia, 1265-Ràvena, 1321), creció mientras el autor estaba en el exilio. Publicada en 1320, el escritor reflexiona sobre la justicia, la redención y el libre albedrío una vez cargado contra el poder político y religioso de la época que le había condenado a no pisar nunca más la ciudad donde creció y vivió hasta que los güelfos negros la ahuyentaron. "¡Deje toda esperanza los que han entrado!", es el mensaje que se puede leer en la entrada del Infierno en la versión catalana de Josep Maria de Sagarra (1947-1951; reeditada por Quaderns Crema en 2019). Cristina de Pizán (1364-1431) dio a conocer uno de los primeros tratados feministas de la historia, La ciudad de las damas (1405; en catalán, en Cal Carré, 2022; traducción de Mercè Otero). Plantando cara a la misoginia imperante, recrea un espacio sólo para mujeres "ilustres de buena renombre", desde las gobernantes valientes hasta las figuras bíblicas o mitológicas dignas de admiración. A pesar de venir de una buena familia y haberse casado con el notario de Carlos V de Francia, Cristina de Pizán enviudó muy joven y salió adelante sin ayuda alguna a los tres hijos, la madre y una sobrina. Además del contenido transformador de La ciudad de las damas, la auténtica revolución de la autora fue convertirse en la primera escritora profesional en Francia: vivió durante décadas de su prolífica creación literaria.

El peligro de encararse con el rey o con la Iglesia

Los casos de Thomas More, Erasmo de Rotterdam y Giordano Bruno

Aunque en el caso de Ramon Llull (Palma, 1232-Túnez, 1316), primer exponente de las letras catalanas, su defensa enconada del cristianismo puso en peligro su vida en varias ocasiones, levantar la voz contra la Iglesia ha tenido una larguísima lista de autores damnificados a lo largo de la historia. En Thomas More (Londres, 1478-1535), jurista, escritor y hombre de estado inglés, imaginar una sociedad perfecta en Utopía (1516) no le ahorró ser condenado a muerte. El libro, disponible en catalán en Ela Geminada (2022; trad. de Juan Manuel del Pozo), imaginaba una isla donde la propiedad privada y el dinero no existían, las casas no tenían cerradura y hombres y mujeres se ocupaban de las mismas tareas. El rey Enrique VIII le hizo juzgar por oponerse a la separación entre la iglesia anglicana y la católica. Antes de morir decapitado, se dirigió a los presentes con estas palabras: "Moriré siendo un buen sirviente del rey, pero Dios le pasará siempre por delante".

En el mismo siglo XVI, Erasmo de Rotterdam (Rotterdam, 1466-Basilea, 1536) plantó cara a las instituciones educativas, políticas y religiosas de la época a través de obras como los Adagis (1500; en catalán está la antología No puedo no hablar en Ela Geminada; "Reírse de todo es propio de los necios, pero no reírse de nada es propio de los idiotas", aseguraba lo perseguían tanto católicos como protestantes. atrever a responder Erasmo.

Un filósofo y astrónomo que acabó quemado en la hoguera por blasfemia y herejía fue Giordano Bruno (Nola, 1548-Roma, 1600). La cena de ceniza (1584; edición catalana en Edicions de 1984, 2014; trad. Anna Casassas) es uno de sus tratados más importantes, donde hizo dos afirmaciones muy controvertidas en la época: que la Tierra y los planetas se mueven en torno al Sol –y no al revés– y que, teniendo en cuenta que todos los cuerpos están vivos, no hay nada. A partir del siglo XIX, las ideas de Bruno fueron difundidas de nuevo por referentes del anarquismo como Mijaíl Bakunin y Emma Goldman.

Ilustración sobre Gulliver.

El precio de escribir lo que piensas

De Jonathan Swift, el rey de la sátira, a la persecución de muchos autores rusos durante el comunismo

Ya en pleno siglo de las luces, autores como Voltaire (París, 1694-1778) combatieron el fanatismo religioso y se enfrentaron al poder. Sus ideas le llevaron hasta la cárcel y le obligaron a exiliarse. "Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo", aseguraba. En Jonathan Swift (Dublín, 1667-1745), otro clásico del siglo XVIII, fue su don para la sátira que le acabó arrinconando en Irlanda. Desde allí escribió Los viajes de Gulliver (1726; edición catalana en Adesiara, 2015; traducción de Victoria Gual), donde expone, en clave de alegoría fantástica, todos los desengaños políticos vividos en Inglaterra: en Londres tuvo que publicar la novela de forma anónima.

En el siglo XIX, el joven y prometedor escritor ruso Fiodor M. Dostoievski (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881) estuvo a punto de ser fusilado por haber formado parte de un grupo de intelectuales con ideas utópicas. La experiencia de pasar unos años en prisión, narrada a la estremecedora Apuntes de la casa muerta (1862; edición catalana en Adesiara; traducción de Jaume Creus), le acabó llevando a defender la salvación a través del cristianismo, tal y como expone en Crimen y castigo (1866; edición catalana en La Casa dels Clàssics; traducción de Miquel Cabal Guarro). Más adelante, el comunismo perseguiría a numerosísimos autores debido a las ideas que vehiculaban en su literatura: hay poetas como Osip Mandelstam, Marina Tsvetàieva y Anna Akhmatova y narradores como Varlam Shalamov, Aleksandr Soljenitsin, Vassili Grossman y Mijaíl Bulgákov. La obra de muchos de ellos tuvo que circular clandestinamente durante décadas en la Rusia soviética. "Y quien inicia media conversación / choca con la sombra del hombre del Kremlin", escribía Mandelstam en uno de sus poemas escrito en el exilio.

Una imagen de la adaptación cinematográfica de 1954 de 'La granja de los animales' de George Orwell.

Compromiso y acoso

"El lenguaje puede ser un tipo de cuchillo", dice Salman Rushdie

"Un novelista que elude los acontecimientos públicos más importantes de su época es por definición alguien que pierde el tiempo o que es corto de gamberros", opinaba George Orwell (Motihari, 1903-Londres, 1950), que con La granja de los animales (1945) y 1984 (1949) –ambos en catalán, en La Magrana, traducidos por Albert Nolla– se convirtió en un estandarte de la literatura comprometida y en azote de regímenes autoritarios. Durante el siglo XX, numerosos autores denunciaron situaciones de discriminación en sus libros: novelistas como Ralph Ellison, Toni Morrison y Alice Walker clamaron contra el racismo; ensayistas como Frantz Fanon, Eduardo Galeano, Ngugi wa Thiong'o y Edward Said analizaron el colonialismo, y novelistas como Jamaica Kincaid, Maryse Condé, Chinua Achebe y Abdulrazak Gurnah le recrearon a través de ficciones poderosas, precedidos por el Joseph Conrad deEl corazón de las tinieblas (1899). También las letras catalanas fueron duramente represaliadas en el largo franquismo. Autores como Salvador Espriu consiguieron publicar libros muy críticos, pero que estaban escritos en clave para evitar la censura, como La piel de toro (1960). Otros, como la primera versión deIncerta gloria, de Joan Sales –de 1956–, aparecieron mutiladas. Acto de violencia, de Manuel de Pedrolo, datada en 1953 pero inédita hasta 1997.

La injusticia social motivó muchos poemas y obras de teatro de Bertolt Brecht –que tuvo que exiliarse en 1933, poco después de que los nacionalsocialistas organizaran una quema pública de sus libros– La uva de la ira, de John Steinbeck (1939; disponible en catalán en Edicions 62, 1993; trad. de Mercè López Arnabat). El feminismo ha sido el caballo de batalla de autoras como Doris Lessing, Annie Ernaux, Maya Angelou y Nawal el Saadawi. La autora fue encarcelada por el gobierno egipcio poco después de publicar Mujer en el punto cero (1977, en catalán en Angle editorial, 2017; trad. Anna Turró) y más tarde fue perseguida por el islamismo radical.

Salman Rushdie tuvo que vivir escondido durante años a causa deLos versos satánicos (1988), novela inspirada por la vida del profeta Mahoma contra la que el ayatolá Jomeini dictó una fatua. Décadas después, cuando ya había narrado la persecución al impresionante Joseph Anton (2012), Rushdie fue apuñalado varias veces antes de dar una conferencia. Era el verano del 2022. A pesar de sufrir varias secuelas por culpa del ataque, entre ellas la pérdida de visión de un ojo, Rushdie sobrevivió para dejar testigo a Cuchillo (2024). "El lenguaje puede ser un tipo de cuchillo, si lo que se corta es la verdad", escribe.

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