Literatura

"Los hombres somos capaces de cualquier maldad": 100 años sin Joseph Conrad

El autor de 'El corazón de las tinieblas' y 'Nostromo' reclama ser leído más allá de su posición crítica con el colonialismo

Joseph Conrad, en 1916

Barcelona"Los personajes de Joseph Conrad hablan al oído a las nuevas generaciones de manifestantes antiglobalización y también a los paladines del libre comercio, a los defensores del intervencionismo liberal ya los terroristas radicales, a los activistas por la justicia social ya los nativistas xenófobos" , defensa Maya Jasanoff, catedrática de Historia en la Universidad de Harvard, de quien acaba de publicarse La guardia del amanecer. Joseph Conrad en el nacimiento de un mundo global (Debate, 2024). Jasanoff dedica un ensayo muy bien documentado y renovador al autor nacido con el nombre de Konrad Korzeniowski en Berdíchiv en 1857, en aquellos momentos una localidad polaca dentro del imperio ruso y que hoy forma parte de Ucrania, y fallecido en Bishopsbourne, en Inglaterra, el 3 de agosto de 1924.

"El mismo autor que condenó el imperialismo a El corazón de las tinieblas [1899] también escribió El agente secreto [1907], que gira en torno a un complot terrorista y un atentado con bomba que tiene lugar en Londres –continúa Jasanoff–. Pensaba en todo esto después del 11 de septiembre de 2001, con el crecimiento del terrorismo islámico. Poco después, cuando empezó la crisis económica del 2008 pensé en otro Conrad, el de Nostromo [1904], en el que el autor hace el retrato de un capitalismo de multinacionales entregado a las mismas argucias que yo leía cada día en la prensa". Mientras los debates en torno a la inmigración "provocaban turbulencias en Europa y Estados Unidos ", a Jasanoff le venía a la cabeza otro relato emblemático del autor, Amy Foster (1903), que este año ha aparecido traducido al catalán por duplicado, dentro del volumen Juventud y otras narraciones (Edicions 62, a cargo de Ricard Vela) y también en la edición que Josep Maria Muñoz ha hecho para L'Avenç. "El miedo que provoca lo que viene de fuera es central, en Amy Foster, y mientras la traducía me daba mucha impresión por lo vigente que era el relato –recuerda Muñoz–. La lengua distinta de quien llega siempre es motivo de sospecha, incluso cuando el migrante se integra y se casa". Aunque la lengua materna de Conrad era el polaco, ha pasado a la historia como uno de los autores en lengua inglesa más destacados del cambio del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX.

Un escritor que fue marinero, oficial y capitán

"Si redondeamos las cifras, obtenemos la fórmula de la obra de Conrad: veinte años para hacerse una educación, veinte más para viajar en barco por todo el mundo y los treinta años finales para convertir la experiencia en literatura –escribía Vicenç Pagès Jordán en un artículo a partir de la publicación de Cuentos de la inquietud (1898; Alpha, 2012, con traducción de Ferran Ràfols Gesa)–. A finales del siglo XIX, emprender rutas transoceánicas en un barco mercante –inicialmente como marinero, después como oficial y capitán– quería decir conocer el peligro, el honor y también el tedio en unas magnitudes que hoy desconocemos”. Conrad debutó como novelista con La locura de Almayer en 1895, que Josep Maria Muñoz tradujo para L'Avenç en 2019. "En esta novela, el héroe no es el colonizador neerlandés que vive en medio de la selva, sino la mujer malaya con quien se casa y que debe sido capturada en un barco pirata –explica–. Este aspecto enlaza con las preocupaciones de hoy a la hora de mostrar las consecuencias del colonialismo”.

"Vivimos igual que soñamos, solos", escribía Conrad en El corazón de las tinieblas, aún ahora su novela más popular, donde explica el periplo del marinero Charles Marlow por el río Congo en un vapor belga, con el objetivo de encontrar un miembro rebelde de la compañía llamado Kurtz, inspirada por un viaje del propio Conrad el 1890. "La descripción del Congo como el corazón de las tinieblas, capaz de enloquecer a los hombres blancos, también se ajustaba a la realidad –comenta Maya Jasanoff–. En los años que pasaron entre la visita del autor y la publicación de la novela, el Estado Libre del Congo se había convertido en un horror de la explotación imperial, con sus principios idealistas hechos a añicos por el régimen colonial más abiertamente abusivo del mundo". La autora hace referencia a la Bélgica en la que reinaba Leopoldo II.

Aventuras y viajes interiores

Yannick Garcia también se ha enfrentado dos veces con Joseph Conrad como traductor: después de traducir El corazón de las tinieblas para Sembra (2016) se ocupó de Tifón, novela breve de 1901 publicada en catalán por primera vez en Navona (2023). "En sus libros –explica Garcia– Conrad escribe sobre el enfrentamiento del hombre contra la naturaleza, la ambición y las pasiones humanas más bajas, pero también las más elevadas: la ambición del conocimiento, del descubrimiento y, cómo a cara B, por desgracia, de la conquista y el sometimiento. No son sentimientos tan lejanos a nosotros: los vemos transmutados en muchos aspectos de nuestras vidas”.

Conrad fue considerado, durante décadas, como uno de los referentes en la novela de aventuras, con ejemplos como Lord Jim (1900). "La aventura clásica, la del viaje físico, es la envoltura de las novelas y Conrad le sirve extraordinariamente, pero los protagonistas son mucho más complejos –continúa Yannick Garcia–: dudan, sospechan, engañan, se equivocan. Por tanto, el viaje interior que experimentan es donde realmente vemos la épica de la historia. Josep Maria Muñoz tiene una opinión similar. Siempre desde L'Avenç, ha sido uno de los editores y traductores que le ha reivindicado en más ocasiones: "Lo primero que publicamos y que yo mismo traduje fue Memoria personal [1912; en catalán apareció en 2015]. Recuerda sus orígenes y también explica por qué escribe en inglés. En vez de optar por una lengua muy cristalizada como el francés, que conocía muy bien, prefirió al inglés, que le daba más libertad".

Antes de ocuparse de La locura de Almayer y Amy Foster, Muñoz recuperó la traducción de Marta Bes Oliva de otra novela breve del autor, La línea de sombra [1917; en catalán, 2018]. "Aborda el tráfico de la juventud a una etapa vital más consciente y dolorosa –explica Muñoz–, y lo hace a partir de la historia de un joven capitán que se encuentra ante la imposibilidad de zarpar la nave de la que se había de hacer cargo en el primer mando". El editor y traductor recuerda que Conrad la escribió en 1915, cuando llevaba ya un año del estallido de la Primera Guerra Mundial. "Detrás de la asunción de la responsabilidad del protagonista hay una mirada a los estragos de la guerra, que acabaría convirtiéndose en uno de los grandes temas de la literatura de aquellos años", admite. Amy Foster y los relatos de Juventud han sido, de momento, las últimas traducciones que han llegado de un autor prolífico que afirmaba, en Under western eyes (1911, todavía inédita en catalán): "La creencia en un origen sobrenatural del mal es innecesaria; los hombres somos capaces de cualquier maldad".

La denuncia de Joseph Conrad

Joseph Conrad publicó El corazón de las tinieblas en 1899. 23 años antes, en 1876, Leopoldo II de Bélgica (1835-1909) fundó la Asociación Internacional Africana, que se encargó de explotar el territorio del Congo. En 1885 nació oficialmente el Estado Libre del Congo. Leopoldo II asumió el título de "rey soberano" y se convirtió en monarca absoluto. "El corazón de las tinieblas denuncia el régimen de explotación del Congo y coincide con otras denuncias que hacen otros autores contemporáneos en Conrad, como Mark Twain y Arthur Conan Doyle", afirma Gustau Nerín, antropólogo e historiador de la Universidad de Barcelona especializado en el estudio del colonialismo español en África.

El estadounidense Mark Twain (1835-1910) se pronunció abiertamente contra la política imperialista de Estados Unidos en Antiimperialismo, patriotas y traidores (Icaria, 2018). El autor de Las aventuras de Huckleberry Finn (1876), hizo una sátira denunciando las atrocidades del monarca belga en El soliloquio del rey Leopoldo (1905). Y el escocés Arthur Conan Doyle (1859-1930) escribió El crimen del Congo en 1909. "El rey belga exigía un mínimo de bolas de caucho a cada pueblo, y cuando no las conseguían cortaba las manos de los congoleños. La fotógrafa británica Alice Seeley Harris (1870-1970) documentó con su cámara las amputaciones", señala Nerín. La monarquía belga hizo una gran fortuna. Las presiones y las protestas públicas obligaron a Leopoldo II a renunciar al Congo a favor de Bélgica, pero lo hizo a cambio de una gran suma de dinero.

"Conrad es un testigo de primera mano, denuncia y explica las contradicciones de la civilización occidental y cómo se está actuando en África", dice Nerín. Lo hace a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y con la mirada de muchos de sus contemporáneos. "Para él África es un lugar salvaje que contagia a los blancos que van, que se ven afectados por la brutalidad del lugar. Es una manera de revertir su responsabilidad. La mayoría de novelas de aventuras de 'época tienen protagonistas blancos que hacen una incursión en África o en otras colonias y ponen orden, son muy propagandísticas. Conrad, en cambio, cuestiona muchas cosas que otros no cuestionan", añade Nerín.

¿Quién es el salvaje?

El historiador y antropólogo destaca que la obra de Conrad, sobre todo El corazón de las tinieblas, es un gran referente en la carrera de antropología. "Se lee y sirve para debatir cómo ciertos discursos condicionan lo que vas a ver", dice. Para Nerín no existen diferencias entre las diferentes naciones colonizadoras sino que lo que condiciona la brutalidad son las circunstancias particulares de cada caso. "Los franceses también cometieron muchas brutalidades en el Congo francés, porque allí se hacían negocios sin control alguno. El colonialismo va precedido de la conquista y la conquista siempre es violenta, porque tienes que mostrar tu poder y que puedes hacer mucho daño. En Congo quieren sacar caucho, marfil y minerales, no tienen proyectos de colonización, pero sobre todo no quieren invertir y, por tanto, la única manera de conseguir la riqueza es con el trabajo forzado", explica Nerín.

"Conrad pasó buena parte de su vida embarcado y lo hizo en una época en la que los británicos habían cambiado de modelo: no iban a las colonias a poblarlas sino que establecían tratos comerciales, se infiltraban en los puestos de decisión para beneficiarse al máximo y sacar toda su riqueza", explica Marta Puxan, especialista en literatura comparada y experta en teoría narrativa, estudios raciales, literatura mundial y ecocrítica de la Universidad de las Islas Baleares. "Conrad tiene muchas otras novelas, aparte deEl corazón de las tinieblas, donde muestra de manera mucho más sutil cómo actuaba el imperio británico. Lo hizo en algunos de los relatos de Cuentos de la inquietud, a La locura de Almayer oa Victoria [1915]. Algunos de sus comentarios son racistas, pero también era racista la sociedad en la que vivió", añade.

Hay un término que se utilizaba entonces: going native. "Era la forma de describir el riesgo que sufrían los blancos de olvidar la educación de la sociedad británica, la moral victoriana y la rectitud", dice Puxan. En lugares como África o Malasia existía el riesgo de perderse, de volverse salvaje, siempre según esa mentalidad, porque los blancos eran muy pocos. "Lord Jim se lee erróneamente como una novela de aventuras juvenil, pero en el fondo habla de la responsabilidad individual, de qué ocurre cuando no te comportas como es debido. Jim se convierte en un marginado y queda fuera del sistema", afirma Puxan.

Conrad también habla a menudo del salvajismo del alma humana. "Quizá el gran hallazgo de Conrad haya sido mostrarnos que, después de todo, 'auténtico corazón de las tinieblas se encuentra en las tinieblas de nuestro corazón", escribe el escritor Albert Sánchez Piñol en el prólogo deEl corazón de las tinieblas.

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