El Born muestra la guerra más allá del campo de batalla
Diferentes artistas contemporáneos reflexionan sobre por qué los conflictos bélicos siguen siendo omnipresentes
BarcelonaJosé Lino Vaamonde era un arquitecto que a lo largo de más de 40 años de exilio siempre cuidó de los planos de un bunker en forma de pirámide. Esta construcción del gobierno republicano, que debía medir más de 70 metros de largo, estaba ideada para proteger pinturas, esculturas y documentos de las bombas fascistas durante la Guerra Civil. "Nunca se pudo llegar a construir, y el lugar donde tenían que hacerlo era un secreto. Vaamonde se autoeditó un libro en Venezuela, con los planos que cuidó más que la ropa, la comida o los recuerdos", explica el artista Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970). Con la ayuda del libro, Sánchez reprodujo el búnker, a pequeña escala, y lo rodeó de encañizados y mantas desgarradas como las que utilizaron los refugiados españoles republicanos que estuvieron encerrados en el campo francés de Argelès. "Es el contraste entre la arquitectura utópica por proteger un patrimonio artístico y la arquitectura precaria para proteger la vida", señala Sánchez.
Esta instalación, bautizada con el nombre de Tesoro efímero (2023), es la última pieza creada por el artista madrileño y ha sido hecha expresamente para la exposición Por qué la guerra que se puede ver en El Born CCM hasta el 29 de septiembre. Es la última exposición comisariada por Marta Marín-Dómine, la ex directora del equipamiento, y la última antes que El Born cuente la historia del siglo XVI al siglo XX. El otro comisario de la exposición es Jordi Font, director del Memorial Democràtic. "No es una exposición lineal con un desenlace, sino que es como un archipiélago con diferentes islas. Es una exposición que sugiere más dudas que certezas, pero desprende un discurso crítico. Quiere servir también para que podamos detenernos y extraernos de la sobresaturación de información", dice Font.
En la exposición se pueden ver obras de artistas contemporáneos como Francesc Abad, Kader Attia, Isabel Banal, Bleda y Rosa, Juan Manuel Echevarría, Alfredo Jaar, Rula Halawani, Shirin Neshat y Francesc Torres. "La guerra es omnipresente y persistente. ¿Cómo pueden dejar atrás la guerra cuando genera tanta fascinación y tanto apoyo?", se pregunta Font.
La justicia "simbólica"
¿Por qué la guerra? se abre con un mapa que el escultor y capitán de ingenieros de la guarnición de Cardona, Francisco de Santacruz, hizo en 1718 desde su exilio vienés. El mapa evoca el asedio que la ciudad sufrió en 1714, y es la conexión con las ruinas del Born, porque la mayoría de obras se refieren a conflictos contemporáneos y sus consecuencias. "El arte es el último reducto de libertad donde se puede hacer justicia aunque sea de forma simbólica", lamenta el artista chileno Alfredo Jaar, que expone una obra muy crítica con la política exterior de Estados Unidos. Una de sus piezas cuestiona la foto que se envió la noche del 1 de mayo del 2011 con la reacción del presidente Barack Obama y de Hillary Clinton cuando se les informó de que habían matado al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. "Después se demostró cómo la fotografía se había hecho tiempo después, que no era una reacción espontánea. Es despreciable cómo toda la prensa aceptó esta imagen como la verdad y nadie se cuestionó cuántas familias había matado al ejército estadounidense ese día", lamenta Jaar. Otra obra suya muestra muchas portadas de la revista The Eonomist: "Hicieron una portada espléndida con la bandera de Ucrania y sangre que derramaba; yo hice otros con otros conflictos en los que ha muerto mucha más gente y nadie ha hecho caso. Las envié al editor de la revista, pero nunca me respondió. Lo hice básicamente por terapia personal", asegura.
Francesc Abad en Zeitgeist (1985) muestra, a través de soldaditos que se podían comprar en los quioscos por 20 céntimos hace 40 años, cómo la guerra se ha naturalizado y ha formado parte de los juegos infantiles. En Campos de batalla (1994-2016), Bleda y Rosa reflexionan sobre los espacios donde han sucedido batallas en diferentes momentos históricos: Waterloo (1815), las Termópilas (480 aC), Valmy (1792), Otumba (1520)... "A veces conocemos las batallas por los libros de historia o de texto de las escuelas y por la pintura propagandística, pero no tenemos las imágenes del sitio", explica María Bleda. "Son sitios con muchas capas. Pueden parecer lugares tranquilos y bucólicos y queremos confrontar esta imagen con lo ocurrido en diferentes momentos históricos", reflexiona José María Rosa.
La guerra que no hemos visto (2007-2009), de José Manuel Echavarría, aglutina muchas obras aparentemente naïfs. Las han hecho guerrilleros, paramilitares y soldados del ejército regular de Colombia que sufrieron distintos traumas por culpa de la violencia. Si se miran de cerca muestran imágenes, acompañadas de textos, aterradoras de violaciones, represión y muerte. La artista palestina Rula Halawani en Gates to Heaven (2013), pone el foco en muros y puertas que imposibilitan que los palestinos puedan moverse libremente.
Los artesanos de Mali y el Congo son los que han cortado los seis bustos de la obra de Kader Attia. Son rostros deformados que representan a soldados de la Primera Guerra Mundial, muchos de ellos provenientes de las colonias europeas. La guerra no es sólo un conflicto que se vive en el campo de batalla, en la periferia o en los medios de comunicación. En una de las salas hay dos vídeos colindantes: en uno canta un hombre que es aplaudido por una audiencia exclusivamente masculina. En el otro canta a una mujer, toda vestida de negro, y sin público. La que explica la iraní Shirin Neshat en esta videoproyección es otro tipo de guerra.