Cine

La búsqueda del amor y la identidad de una chica trans en tiempo de Tinder

Raphaëlle Pérez se interpreta a ella misma en 'Mi vacío y yo', de Adrián Silvestre, híbrido de ficción y documental seleccionado en el Festival de Rotterdam virtual

BarcelonaDos chicos llegan a un piso por la noche, se morrean con deleite y empiezan a magrearse hasta que, de repente, uno de los dos arranca a llorar. Así se podría describir el comienzo de Mi vacío y yo si no fuera porque uno de los personajes no es un chico cis, sino una chica trans. El problema es que ella todavía no lo sabe, pero empieza a darse cuenta cuando una psicóloga le habla de “disforia de género” y se inicia un camino largo, tortuoso y, finalmente, liberador de búsqueda personal. Mi vacío y yo, seleccionada en la edición virtual del Festival de Rotterdam, relata el proceso desde la identificación absoluta con la protagonista, que nunca deja de buscar el amor pero que primero tendrá que aprender a quererse y aceptarse.

La película nace en un taller de cine que el director Adrián Silvestre (Valencia, 1981) hizo con un grupo de mujeres trans. Raphaëlle, la más joven, fascinó a Silvestre por las situaciones íntimas que explicaba sobre los hombres a los que había conocido, pero sobre todo por la manera “mágica” en la que “ponía en palabras las experiencias que vivía y el talento con el que después las interpretaba”. Con el resto de participantes Silvestre acabó haciendo el documental Sedimentos, pero con Raphaëlle puso en marcha un proyecto especial a medio camino entre la ficción y el documental. “Mi vacío y yo habla de unos conflictos internos que Raphi todavía experimentaba mientras rodábamos la película y esto me parece muy valioso, no es como si nos explicara unas cosas que le pasaron hace cinco años”, dice Silvestre.

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Buscando el amor en Tinder

Si las citas Tinder ya son un terreno minado, para una chica trans más bien romántica e ingenua como Raphaëlle, todavía más. Mi vacío y yo recrea varios episodios que van desde el encuentro violento con un energúmeno transfóbico hasta citas satisfactorias o meras transacciones de carne. “Es un mundo complicado –resume–. Ser romántica está tan mal visto que durante un tiempo intenté actuar como los chicos que van de duros, pero en el fondo es triste que la gente no se dé la oportunidad de abrirse al amor".

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Silvestre apunta que todas las citas de la película están basadas en experiencias reales de Raphaëlle y que han reproducido diálogos exactos a partir de capturas que conserva. “Al final, las experiencias que ella tiene no son tan diferentes de las que hemos tenido todos en las aplicaciones –dice el director–. Unas son incómodas, otros más bonitas y alguna memorable. Cuando eres adolescente, es fácil que tus experiencias socioafectivas sean mejorables, sobre todo si crees en el amor romántico. No todo tiene que ver con el hecho de ser trans, a pesar de que esto Raphi no lo sabía todavía cuando lo vivió”.

Presión social

Los retratos de la experiencia trans acostumbran a poner el foco en la violencia ejercida por la sociedad patriarcal y transfóbica, pero Mi vacío y yo muestra también la presión de ámbitos afines a la comunidad LGTBI como la propia consulta psicológica donde le diagnostican a Raphaëlle disforia de género y empiezan a dirigirse a ella con el género femenino a pesar de que ella todavía utilizaba el masculino. “Yo estaba muy perdida y tenía mucho miedo –recuerda–. Ese día, solo empezar me pidieron mi nombre femenino y yo ni siquiera sabía que era una mujer, para mí fue muy violento. Y creo que parte del malestar que he sentido a lo largo del proceso viene de esa presión inicial”.

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Pero el tema que le genera más tensión y dudas en el film es la operación de reasignación de género: médicos, psicólogos y activistas trans la empujan a dar el paso, pero ella no se acaba de sentir segura. “Todo el mundo me daba consejos sobre el tema, pero llega un punto en el que tener tantas opiniones es negativo porque ya no sabes a quién escuchar –dice Raphaëlle–. Los chicos con los que estaba me presionaban para que me operara y me decían que si no lo hacía no sería una mujer de verdad. Pero en los coloquios de la obra de teatro todo el mundo me decía que era perfecta con el cuerpo que tenía. Al final opté por escucharme a mí misma y encontrar mi propia voz”.

Raphaëlle completó su transición y está contenta con la decisión tomada, pero la película acaba antes de este momento, dejando abierta la pregunta. Es una manera, reconoce el director, de expresar que “todas las decisiones personales son válidas” en cuanto a esta cuestión. “La película no se ha hecho para decir a las personas trans qué tienen que hacer con su cuerpo, sino para mostrar la presión social que sufren. El debate trans está tan presente que todo el mundo tiene una opinión, sobre todo los que no somos trans. Pero Raphi necesitaba tiempo y serenidad, no tomar la decisión desde una situación de estrés. Y por eso antes tenía que cerrar otros temas que tienen que ver con su madurez”. Ella sigue su proceso de búsqueda, ahora a través de la literatura: ha escrito su primer libro y lo está corrigiendo a la espera de encontrar editor.