Catalunya ya tiene a su hombre lobo... y come gallinas
Pau Calpe reinventa la licantropía en 'Llobàs', junto a León Martínez, Pol López y Maria Rodríguez Soto
BarcelonaEl Hollywood clásico tenía su hombre lobo, Lon Chaney Jr.; el cine español también: Paul Naschy, icono del fantaterror europeo y licántropo reincidente que encarnó al hombre lobo en catorce ocasiones, y ahora, por fin, el cine catalán tiene a su hombre lobo: León Martínez, el protagonista de Llobás, que acaba de llegar a los cines. Pero la segunda película de Pau Calpe no quiere remover la esencia del mito sino trasplantarlo a un escenario realista y ajeno al sentido de la maravilla. En Llobás no hay transformaciones físicas ni persecuciones bajo la luna llena, sino muchos ratos muertos alrededor de la furgoneta donde viven Adrià (Martínez), su hermano mayor Ramón (Pol López) y la novia de éste, Tona (Maria Rodríguez Soto), una familia de nómadas que se mueve por la periferia de los pueblos... Y de las convenciones sociales. Adrià, de hecho, ni siquiera habla, y no le gusta que le toquen. A menudo le echan piedras y se ríen de él, pero las noches de luna llena un feroz instinto animal se despierta en su interior y le empuja a zamparse vivas las gallinas, o cosas peores.
“No me interesaba el mito ni el folclore de la licantropía, sino la metáfora de ser diferente”, aclara Calpe, que en Llobás adapta la novela Lobisón de Ginés Sánchez. "Me la leí en una noche y me interesó su mundo de personajes al margen de la sociedad", apunta el director. “La fantasía está bien en la adolescencia, pero tengo ya 55 años. Podría haber realizado una adaptación gore y seguir los cánones del cine juvenil, pero nada habríamos aportado, he preferido mantener la ambigüedad de la novela”. La película, efectivamente, se engancha a la cotidianidad de los tres protagonistas y muestra el creciente choque entre el espíritu peterpanesco de Ramon y la insatisfacción de Tona, cada vez más harta del nomadismo, la inestabilidad y de tener que cargar siempre con Adrià, que cada noche de luna llena enfurece a los vecinos con sus incursiones nocturnas. Llobás observa este conflicto sin terminar de tomar partido. “Yo siempre le decía a Maria que no convirtiera a Tona en un personaje negativo –dice Calpe–. Llevan no sé cuántos años viviendo en una caravana, entiendo perfectamente que quiera ir a vivir a una casa y piense que la etapa juvenil de la relación ya ha pasado”.
Pero el corazón de Llobás es la relación entre los dos hermanos, en la que juega un papel activo la presencia fantasmal del padre ausente, con quien Adrià compartía la pulsión licantropa. Calpe explora la relación entre padre e hijo a través de unos flashbacks que explicitan hasta cierto punto todo lo que Adrià no puede expresar, a diferencia de la novela de Sánchez, en la que él mismo hacía de narrador. “Yo sólo he mantenido la narración en tres o cuatro momentos porque me parecía importante para mostrar que Adrià está roto por dentro –dice Calpe–. Además resulta más sugerente”. La fractura de Adrià se expresa en una personalidad doble o triple: la más habitual, introvertida y miedosa, la bestial que emerge con la luna llena y la de los flashbacks, las piezas que completan el rompecabezas del personaje. “En el fondo, el conflicto de Adrià es que, si quiere vivir con su hermano y Tona debe dejar de ser él mismo, y ese dilema entre ser uno mismo y adaptarse a los demás es universal y nos lo podemos aplicar a nosotros mismos”, dice el director.
Ruralismo casual
La Cataluña rural y oscura que nunca saldría al programa de TV3 El forastero es el escenario tanto de Llobás como del primer filme de Calpe, el drama con toques de western Trozo (2022). Pero el director no se identifica con el neoruralismo del cine catalán, atribuyendo la coincidencia a las necesidades de la historia que quería contar en cada caso. “No sé cuánto durarían los personajes de Llobás en la ciudad”, apunta. Y en cuanto a la decisión de adaptar al catalán la novela de un autor murciano, el director subraya que, en estos momentos, “en Cataluña es más fácil hacer cine si haces cine en catalán, ya que tu proyecto tiene veinte puntos más de los 180 a los que puede aspirar”. Calpe ya trabaja en un nuevo proyecto: una adaptación (la tercera que haría) de la novela de Ferran Garcia Guillerías (Males Herbes, 2022), una historia ambientada en la última carlinada que, después de Trozo, sería el segundo western que dirige.