Costa-Gavras: "Debería existir la posibilidad de una muerte digna cuando todavía estamos sanos"

MadridA pesar de encontrarse en Madrid, Costa-Gavras (Loutra-Iraias, 1933) no ha sido ajeno a las dinámicas de Sant Jordi durante la promoción en España deEl último suspiro (Le dernier souffle en la versión original), su último filme sobre la muerte digna, que se estrena este viernes. El director de cine griego –francés de adopción– acude a su amigo Jorge Semprún, que murió en París en el 2011, a la hora de elegir una recomendación literaria. El largo viaje es el testimonio de una época marcada por los totalitarismos, uno de los grandes temas de la filmografía del cineasta, que abordó en colaboración con el escritor y político español en películas como Z (1969) o La confesión (1970). "Con Semprún habíamos empezado a pensar en un filme sobre la Guerra Civil española. Desgraciadamente, se puso enfermo", recordaba este miércoles.

A los 92 años, Costa-Gavras deja de lado los ismos, para centrarse en el proceso que hacen los individuos para despedirse de la vida. "Llego a una edad en la que este acontecimiento, el fin, se acerca cada vez más. He visto marchar a mucha gente a mi alrededor. Algunos en muy buenas condiciones, dejando un buen recuerdo, y otros en condiciones dramáticas o execrables, que dejan mal gusto. Entonces me he preguntado: «¿Cómo va a pasar?». La desaparición de Semprún frustró un proyecto fílmico que, sin su amigo, el director no tuvo ganas de emprender. En El último suspiro examina las reacciones ante la inminencia de la muerte con especial interés "en la de los que se quedan".

Si bien la película pone el foco en este "lugar extraordinario" en el que los pacientes están acompañados constantemente por profesionales –la película está rodada con médicos y enfermeros reales de cuidados paliativos– y seres queridos hasta el último momento y con capacidad de decidir lo que quiere que sea su despedida, el despedido de la despedida, en la reclamación de que esto debería estar al alcance de todos. "En Francia se necesitarían cien veces más plazas de las que hay", apunta. Costa-Gavras va aún más allá y defiende el derecho a la eutanasia: "Deberíamos tener la posibilidad, cuando todavía estamos sanos, de ir a un sitio que nos ofrezca este final. Esto no existe y algún día debería existir. Cada vez tenemos más gente mayor que supone un peso económico y sentimental para ellos mismos y para los demás", afirma.

El director de cine abjura de las residencias de ancianos, que no ve como una buena solución sino como un lugar para aparcar a las personas a la espera de que mueran, despojadas de ese poder de decisión. "Es muy triste. Es una humillación permanente estar en una silla de ruedas y que alguien tenga que darte la comida y ducharte, acostarte. En una sociedad ideal, habría que un día pudiéramos decir: «Me voy. Ya he vivido. El futuro será cada vez peor. Adiós»", sostiene. Este alegado contrasta con la reacción de evitación que ve en relación al debate sobre la muerte. "No le abordamos y hay que hablar sobre que hay un fin de la vida. Rechazamos categóricamente la muerte", argumenta. El ejemplo de ese rechazo es la resistencia que encontró de productores y distribuidores cuando planteó este filme. "Me decían que nadie le iría a ver", explica, y aclara que no ha concebido El último suspiro como una despedida cinematográfica: "Ya estoy pensando en otro tema. Lo intentaré, a ver si lo consigo".

"El debate del rearme es trágico"

Costa-Gavras defiende la muerte digna como un elemento necesario del estado del bienestar en plena escalada belicista con la izquierda alertando del riesgo de recorte social. “Para mi generación el debate sobre el rearme es trágico e insoportable. complicado y difícil": "Nos va a costar muy caro". Ahora bien, opina que, para ayudar a un país como Ucrania, "vale la pena hacer algunos sacrificios". "Hay que aceptar que la locura humana siempre estará presente y hay que preparar a los jóvenes para que la combatan", reivindica.