'Star wars' con actores no profesionales en un pueblecito del norte de Francia

Ruralismo contemplativo, humor absurdo y trasfondo filosófico: son las señas de autor del francés Bruno Dumont desde que debutó en 1997 con La vida de Jesús y se ganó la fama de cineasta inclasificable ya menudo polémico. Pese a su reconocible estilo, a Dumont le gusta renovarse, ya sea realizando una miniserie como P'tit Quinquin o jugando con el musical en Jeannette, la infancia de Juana de Arco. Con El imperio, ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Berlín de 2024, se propone hacer una obra de ciencia ficción épica.

Un pueblo del norte de Francia se transforma en el campo de batalla de dos facciones alienígenas: los Ceros, que quieren reducir a los seres humanos a sus impulsos más animales, y los Unos, que quieren implantar una sociedad más igualitaria en la Tierra. El destino de esta guerra cae en manos de un bebé llamado El Líder, que se convertirá en el objetivo de ambos bandos.

Aunque la premisa insinúa una reflexión sobre la polarización en la era digital, al director le interesa más construir una farsa en la que buena parte del humor reside en el contraste entre el argumento, propio de Star wars, y el paisaje rural, poblado de actores no profesionales con aspecto de aldeanos –también hay profesionales como, entre otros, Fabrice Luchini. El chiste pierde gracia rápidamente, y la falta de imágenes potentes, presentes en otros filmes de Dumont como La humanidad, condena El imperio al olvido instantáneo.