El miedo al futuro de una mujer sin hijos
Celia Rico Clavellino presenta en el Festival de Málaga su segunda película, 'Los pequeños amores'
BarcelonaCuenta la directora Celia Rico Clavellino (Sevilla, 1982) que para ella hay dos formas de escribir una película: desde la cicatriz o desde la herida. Su aclamado debut, Viaje al cuarto de una madre (2018), sobre una hija (Anna Castillo) y una madre (Lola Dueñas) que deben aprender a separarse, estaba escrito desde la cicatriz de haber abandonado su tierra para vivir en Barcelona, y los cambios que esto comporta en las relaciones con la familia. Pero su nuevo largometraje, Los pequeños amores, que se ha presentado este lunes en el Festival de Málaga y el viernes llegará a los cines, surge de una herida aún abierta: lo que siente cuando a los cuarenta y pocos años, sin hijos, piensa en el futuro. “Quería hablar más de la vida que de la no maternidad –matiza–, de lo que pensábamos que pasaría y no ha pasado. Pero el punto de partida es una pregunta que a todos nos da vergüenza formular, porque parece un pensamiento arcaico y egoísta: qué nos pasará cuando seamos mayores y no tengamos hijos que cuiden de nosotros. Y sí, los hijos no se tienen como garantía de futuros cuidados, y nadie sabe qué va a pasar en el futuro, pero eso no quita el miedo”.
Esta preocupación, sin embargo, no es el conflicto principal de esta producción catalana –detrás está Sandra Tapia, la productora de Robot dreams–, sino que está latente en la historia de una mujer viuda (Adriana Ozores) a la que un pequeño accidente impide valerse por sí misma durante un verano en el que su hija (María Vázquez) tendrá que cambiar sus planes de vacaciones para cuidar a la madre en la masía donde vive. “No quería hacer una tesis sobre la cuestión, sino que tú mismo te preguntaras qué va a pasar cuando la hija sea tan mayor como la madre”, apunta Rico Clavellino, que subraya que se trata de una problemática que va más allá del marco individual. “El miedo es grande porque desde la política no se está pensando en un modelo social que garantice el envejecimiento sin descendencia. Si tuviéramos la garantía de que esto es sostenible, lo viviríamos con mucha menos ansiedad”.
Madres e hijas, un tema infinito
Como dice la directora, Los pequeños amores no se reduce a un solo tema. Llena de pequeños cajones, contiene también la crónica en diferido de un fracaso amoroso, el surgimiento de una intimidad inesperada –con el joven aspirante a actor que interpreta a un luminoso Aimar Vega, la sorpresa del filme–, el retrato del sentimiento de pérdida de una generación y, sobre todo, el de una relación maternofilial llena de amor y de reproches en los que, a pesar de no estar nunca de acuerdo, madre e hija son también el espejo una de otra. Aunque es mucho más libre y luminosa que Viaje al cuarto de una madre, es inevitable encontrar rimas: la figura ausente del padre, el viaje a Londres como punto de fuga vital... Pero tanto las dos protagonistas como su relación son completamente distintas. Rico Clavellino nunca cae en la repetición, sino que amplía su universo explorando nuevos temas y preocupaciones.
“Sabía que iba a ser más difícil financiar y vender esta película, y que muchos me dirían que era muy parecida a la primera –explica la directora–. Vivimos en la vorágine de la novedad, la industria y la crítica siempre esperan que hagas algo muy distinto. Y si yo fuera más estratega con mi carrera, habría hecho otra película, pero quería hacer esta historia desde este momento vital, ahora que duele, y no en veinte años”. La cineasta sevillana reivindica, además, la necesidad de contar historias que reflejen las inquietudes de una generación de mujeres con un modelo de vida muy distinto al de sus madres. “Profesionalmente estamos en lugares muy distintos y no sabemos cómo conciliar esto con tener hijos, ni si hemos dejado de hacer demasiadas cosas al luchar por una vocación –dice–. Nos hacemos muchas preguntas y buscamos relatos en la literatura o el cine para encontrar respuestas”.