"Es un milagro que no nos hayamos matado ya entre todos"
Stéphan Castang debuta con 'Vincent debe morir', comedia de terror que reflexiona sobre la violencia
Barcelona¿Quién no ha oído alguna vez que el mundo está en su contra? Vincent no es alguien especialmente paranoico, pero hace un tiempo todo el mundo quiere agredirle. Primero fue el becario del trabajo, que un buen día le golpeó con el portátil sin motivo alguno; después, un compañero le clavó el lápiz en el brazo. Pronto, cualquier persona podía ser un agresor en potencia: el vecino que desayuna en el balcón de enfrente, los niños que juegan en la escalera, la mujer con la que espera que el semáforo se ponga verde... Con una mirada hay lo suficiente para que el Vincent despierte un odio inmediato, inexplicable y violento. Su supervivencia, pues, pasa por marcharse de la ciudad y aislarse de la gente.
La película Vincent debe morir, ya en cartelera, es el debut en el largo del realizador francés Stéphan Castang, que resta importancia a las preguntas que se hace Vincent ("¿Por qué me está pasando esto? ¿Y por qué a mí?") y prefiere utilizar esta sorprendente premisa por estudiar el fenómeno de la violencia. "Vincent no es, al menos al principio, una persona simpática ni antipática –explicaba en octubre en el Festival de Sitges–. Está contento consigo mismo y cree que ocupa el lugar que debe ocupar. Pero ser víctima de esta violencia inexplicable le desplaza al margen: pierde el trabajo, la casa, los amigos... Y empieza a mirar lo que nunca había mirado, como el sintecho con el que habla... Y cuando conoce a Margot, la mira como no había mirado nunca ninguna mujer".
La peripecia delirante del Vincent –a quieninterpreta a Karim Leklou con una mezcla de perplejidad y brutalidad que el Festival de Sitges premió– tiene mucha fábula irónica que nos quiere hacer reflexionar sobre la naturaleza violenta del ser humano, sobre toda la agresividad innata que se esconde bajo una estrecha y superficial capa de civilización. "Es un milagro que no nos hayamos matado ya entre todos –dice el director francés–. Si contemplamos la historia de la humanidad, los momentos de paz son siempre más cortos que los de guerra. El deporte preferido del hombre es atizar -se". El director francés subraya la paradoja de que, incluso en sociedades que rechazan la violencia, suele haber una violencia sistémica. "Lo que me interesaba era ver cómo nos adaptamos a la violencia, cómo Vincent se enfrenta a estas situaciones y cada uno se lo plantea", dice.
Cómo filmar la violencia
El absurdo de las situaciones violentas y el desconcierto y la impotencia del Vincent tiñen de un oscuro humor todas las escenas de una historia que parte de la sátira social pero deriva en thriller de supervivencia y, por último, inesperada historia de amor. "Es una película que muta –reconoce Castang–. Empieza como una comedia, se va hacia la paranoia y después hay disparos de película de zombies, pero su ADN es una mezcla de todo eso que tanto puede dar miedo cómo reír". Un ejemplo de ello serían las escenas de violencia grotesca en las que unos niños atacan al protagonista. El director quería que en Vincent debe morir la violencia fuera "sucia y realista", huir "de esa cosa estilizada y virtuosa pero inofensiva del cine de acción de Hong Kong o de Tarantino". De ahí, dice, la decisión de mostrar "tipo de violencia que son tabú" como la ejercida por mujeres o niños, que son "cuerpos que no estamos habituados a ver en contexto de violencia".