De 'Terra baixa' a 'Pa negre': el viaje intermitente de la literatura catalana al cine
Las adaptaciones cinematográficas de libros y obras de teatro en catalán a lo largo de la historia
BarcelonaEs del todo apropiado que la historia de las adaptaciones cinematográficas de literatura catalana comience en 1907 con Tierra baja, del gran pionero del cine en Cataluña, Fructuós Gelabert. La de Guimerà es la obra catalana más adaptada por el cine, y también el autor más internacional: Cecil B. DeMille (Los 10 mandamientos) llevó al cine María Rosa en 1916 y Leni Riefenstahl, la cineasta oficial del régimen nazi, adaptó la misma Tierra baja en un proyecto iniciado en 1934 y terminado veinte años después. “Para DeMille y Riefenstahl el referente no era Guimerà sino una obra intermedia –apunta Esteve Riambau, historiador y ex director de la Filmoteca–. En el caso de Riefenstahl, una ópera de Eugene de Albert que adaptaba Tierra baja, y en el de DeMille, un montaje teatral de María Rosa estrenado en Broadway”.
Con la llegada del cine sonoro, las adaptaciones de obras literarias catalanas se hacen aún más escasas. El único título significativo de esta etapa, El café de la Marina (1934), adaptaba la obra de Josep Maria de Sagarra y tuvo doble versión en catalán –con adaptación del propio autor– y en castellano. El franquismo concentra la producción de cine en Madrid y se adaptan en castellano obras como Soledad (en 1943, con el título Adversidad) o El auca del señor Esteve (adaptada por Edgar Neville como El señor Esteve en 1950) o, nuevamente, Tierra baja (en 1950, por Miguel Zacarías). A partir de 1962, con la llegada de Fraga al ministerio de Información y Turismo, se relaja la prohibición de rodar en catalán. "No era una ley ni una norma, sino una suerte de pacto tácito en el que se toleraban versiones catalanas, sobre todo cuando las películas estuvieran basadas en novelas catalanas", dice Riambau, que precisamente prepara una historia del cine catalán. De este período tardofranquista son La larga agonía de los peces fuera del agua (Rovira-Beleta, 1970), que adaptaba Viento de cerca, de Aurora Bertrana, y dos películas con Núria Espert de protagonista: María Rosa (1965), a partir de la obra de Guimerà, y Laia (1971), basada en la novela de Espriu.
La reanudación democrática lleva una de las adaptaciones más emblemáticas, La plaza del Diamante (Francesc Betriu, 1980), que no deja de ser la versión editada de la miniserie homónima, fórmula que replica Gonzalo Herralde para adaptar a Narcís Oller a La fiebre de oro (1990). Bearn o la sala de las muñecas (1983) o Laura en la ciudad de los santos (1987) conviven con versiones en catalán como La telaraña, de Antoni Verdaguer, sobre la novela de Jaume Cabré. En años posteriores destaca la vilipendiada adaptación de Tirando lo Blanco a cargo de Vicente Aranda y el caso singular de Ventura Pons, que desde los 90 se concentra en adaptar literatura catalana, principalmente de teatro: Benet i Jornet, Sergi Belbel, Lluís-Anton Baulenas... “No se acuerda mucho, pero Ventura Pons venía del teatro, y éste es su gran referente, no el cine”, subraya Riambau. Y en 2010 se estrena un éxito histórico: Pan negro, de Agustí Villaronga, a partir del libro de Emili Teixidor, que triunfa en los Goya y los Gaudí y representa a España en los Oscar, lo que abre el camino a nuevas adaptaciones, como Incerta gloria, del propio Villaronga, a partir de la novela de Joan Sales, pero también de otros autores como Sánchez Piñol (El bosque, La piel fría), Manuel de Pedrolo (Mecanoscrito del segundo origen) o Narcís Oller (El Escañapobres).