Música

Beth Gibbons transforma a Pedralbes en un ritual sonoro

La cantante de Portishead cautiva al público del festival Les Nits de Barcelona

Beth Gibbons en el concierto de Les Nits de Barcelona.
Paula Valls
15/07/2025
2 min

BarcelonaBeth Gibbons se balancea de espaldas al público. Es un animal tímido que no sabe dónde colocarse y se mete adentro para evitar ocupar demasiado espacio. Podría incluso parecer que no es consciente del poder de convocatoria que tiene su nombre, inseparable de Portishead, la icónica banda británica de trip hop de los años noventa con la que se dio a conocer. Fue gracias a Dummy (1994), el álbum debut del trío, que el mundo descubrió el poder encantador de Gibbons. Entonces ella tenía 29, pero ya arrastraba una madurez absorbente que parecía haber vivido mucho más.

El misticismo de Gibbons desconcierta porque, en vez de alejarla, la hace más presente y poderosa. Lo que explica, cómo lo explica y cómo lo envuelve la banda de los siete músicos que le acompañan en el escenario atrapa. Gibbons está realizando la gira de presentación del disco en solitario Lives outgrown (2024), un proyecto que ha estado gestando durante casi diez años y que refleja el paso del tiempo con brutal honestidad. Tell me who you are today, la canción que abre el disco, es también la escogida para iniciar el concierto en el auditorio de los Jardines del Palacio de Pedralbes de Barcelona. El engranaje ha comenzado y las cuerdas, tan características en el álbum, serán las únicas con permiso para moldearlo.

El viaje avanza con el peso de una percusión convencida y amasada, y con un bajo que baja a las entrañas de un agujero de tierra húmeda: meterse en el instrumento sería así, esa misma sensación. Cuando la primera canción se desintegra nace Burden of life, donde parece que Gibbons ha perdido la lucha inevitable contra el paso del tiempo y ha quedado enterrada en la tumba. La banda que le acompaña transita con ella este viaje doloroso, rodeándola en semicírculo. La miran desentendiéndose del público que cederá totalmente a las canciones y que no se atreverá a sobrepasar la catarsis de sonidos que nacen en el escenario. Como si las aproximadamente 1.500 personas de Pedralbes no quisieran romper el aquelarre.

El viaje también es luminoso. Las canciones son un mantra que a veces es doloroso y otras parece una caricia: como en Floating on a momento, construido con una melodía conjunta de vientos y cuerdas. La banda pasa por todos los temas del disco y también hay espacio para revisar discografía pasada sin romper la magia. Gibbons recupera la preciosa y delicada Mysterias, del disco compartido en 2002 con Rustin Man (nombre artístico de Paul Webb). Aunque esta canción haya cumplido la mayoría de edad, es como si Gibbons la cantara por primera vez.

Todos los instrumentos tienen un lugar concreto, que nunca pasa por delante de las palabras y el viaje que Gibbons propone. El concierto es una transición natural en la que también hay espacio para recuperar canciones de su pasado con Portishead. Y qué poder, la tranquilidad de disfrutar así de este saltar y descuidarse de los años que han pasado de un sitio a otro.

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