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"Franco actuaba como un rey en España, cuando a nivel internacional era un peón"

El escritor valenciano Paco Cerdà publica 'El peón', un libro sobre un niño prodigio del ajedrez mallorquín, pero también sobre política y sobre la historia y sus peones

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Paco Cerdà, escritor y periodista, fotografiado en el barrio de Sants de Barcelona.

BarcelonaEl escritor valenciano Paco Cerdà (Genoves, 1985) viajaba al AVE con su pareja, la también escritora Purificació Mascarell. De repente, ella le dio unas palmaditas en el brazo para llamarle la atención sin levantar la voz. "Era el vagón del silencio", apunta él. "Mira, éste será tu próximo libro", dijo Mascarell señalando con el dedo la pantalla, donde se estaba proyectando un documental del programa Informe Robinson. Cerdà quedó atrapado por una historia que desconocía, la de Arturito Pomar, un niño prodigio del ajedrez que acabó convertido en un juguete en manos del franquismo. "En un peón", puntualiza Cerdà. De ese viaje en tren nació un libro que tras ser premiado en España y Francia llega en catalán, publicado por Ara Llibres y traducido por Imma Falcó. "Me conoce bien, Puri", admite Cerdà en una cafetería de Barcelona.

"Nunca había oído hablar de Arturo Pomar. De hecho, yo no jugaba al ajedrez. Pero me gusta mucho el perfume de los deportes mezclado con la historia y la política Los deportes que tienen poesía son aquellos en los que está la muerte de por medio Boxeo, motociclismo, ciclismo y... el ajedrez, donde tienes la muerte cerebral, que sería volverse loco. de jugadores de ajedrez que han perdido el norte por una sobredosis de partidas.Es un deporte poético.Dos hombres sentados cara a cara, ante un tablero donde se está desarrollando una batalla campal sin que nadie diga palabra.Es una batalla simbólica y una batalla real. Me entusiasma la idea de poder adentrarme en este mundo", explica Cerdà, con tanta pasión que uno piensa que empezará a mover el azucarero y la taza de café como si fuera una partida. Pero él es bueno escribiendo, no jugando. Así que juega con las palabras en un libro donde no sólo se adentra en el ajedrez. El peón es un libro con diferentes capas, como un milhojas. Es sobre Arturito Pomar, cierto, pero también sobre su rival en una partida de 1962 en Estocolmo, el campeón del mundo estadounidense Bobby Fischer. Un libro sobre el ajedrez pero también sobre la figura del peón. Sobre la pieza y otros peones, aquellos en manos de la historia. Todo gira en torno a esa partida de 1962 entre dos peones: Arturito Pomar y Bobby Fischer.

Arturo Pomar, a la izquierda, y Bobby Fischer, a la derecha, frente a frente en 1962

Articulado en torno a los 77 movimientos de la legendaria partida que les enfrentó en invierno de 1962, que se pueden recrear porque se explican en el encabezado de cada capítulo, El peón se convierte en un tratado poliédrico en torno a la figura de los peones. "Franco y Kennedy parecen dos mundos a priori muy diferentes, pero tienen similitudes. Arturito y Fischer eran dos de sus peones. Aquella España de 1962 estaba en un cruce, con movimientos para conseguir derribar el régimen que parecían movimientos de peón, condenados a moverse lentos y en una dirección, aparentemente sin dañar.Es el año de lo que los falangistas llamaron Contuberni de Múnich, la huelga de los mineros de Asturias, la revuelta estudiantil en Barcelona con el retrato de Franco que desaparece... o la captura del comunista Julián Grimau y su posterior ejecución como último fallecimiento de la Guerra Civil".

"Estados Unidos también estaba en un cruce –continúa Cerdà–. Aquel 1962 pasaron muchas cosas. Tuvieron la crisis de los misiles de Cuba, pero también el movimiento por los derechos civiles, el nacimiento del Black Power, los indígenas que se organizan políticamente... Había efervescencia. ¿Pero quién protagonizaba esos movimientos?" Y es así que nace la idea de "centrar el libro en la figura del peón". "Pomar como peón del franquismo, Fischer como peón de Estados Unidos, pero también aquellos otros peones de diferentes causas. Piensa en el caso de los maquis anarquistas que una noche atraviesan los Pirineos. Caracremada y Pedro Antonio Sánchez, que recorren en una noche media Catalunya para hacer volar por los aires una torre eléctrica entre Manresa y Sabadell, pensando que así pueden afectar a la industria de la zona, y hacer tambalear el sistema capitalista y el franquismo... Son dos peones con un movimiento muy pequeño que no podía cambiar nada.Pero ellos confiaban en ello.Lo encuentro admirable.Peones dispuestos a sacrificar la vida en nombre de una causa colectiva.A mí me parece entrañable... Yo, que no lo haría, siento curiosidad por ellos. Quería saber quiénes eran", dice Cerdà. Los peones, de hecho, pueden acabar convirtiéndose en otra pieza durante las partidas. El sueño de muchos peones.

Por las páginas del libro desfilan peones olvidados que protagonizaron movimientos destinados a hacer poco daño. Apenas cosquillas. Gente como Román Alonso Urdiales, el falangista que en el Valle de los Caídos le llamó a Franco que era un traidor para "olvidar los ideales joseantonianos y venderse al capitalismo". Para seguir mandando, Franco, rey del tablero en España, aceptaba ser "un peón a nivel internacional" y ofrecía territorios a los estadounidenses para sus bases militares. El franquismo nace con unos postulados ideológicos , los de la Falange, que después de la Segunda Guerra Mundial son abandonados paulatinamente.” En 1962 tenemos un régimen completamente aburguesado. Y aquellos que esperan la revolución pendiente, los admiradores de José Antonio Primo de Rivera, están decepcionados. Ven un régimen secuestrado por la Iglesia católica y por el capital, porque Franco no deja de ser un peón de Estados Unidos", explica Cerdà.

El libro, sin embargo, no olvida la vida de Pomar y Fischer. El segundo fue muy mediático , ya que fue el primer jugador estadounidense capaz de derrotar a los grandes maestros soviéticos en plena Guerra Fría. Después enloqueció y se convirtió en un prófugo que renegaba de su país, atacaba a los judíos, celebraba el ataque a las Torres Mellizas e imaginaba conjuras extrañas, acabaría escondido en Islandia, la tierra donde había derrotado a Borís Spasski en la final de 1972 y donde murió en 2008.

Pomar, en cambio, pasó de niño prodigio recibido por Franco a ser un jugador más. "No podían ser más distintos. Fischer era ambicioso, excéntrico, presumido, arrogante... determinado por la expectativa que él tenía de sí mismo. Y Arturito Pomar estaba marcado por la expectativa ajena que se tenía sobre él. Con cinco años ya jugaba en Palma, con nueve años disputaba simultáneas contra doce adultos y los derrotaba, con 12 años empataba contra un campeón del mundo", apunta Cerdà. Pero el régimen lo usó rápidamente y luego lo olvidó. pero nunca olvidó el ajedrez.Lo jugaría hasta el final de su vida en Sant Cugat del Vallès, donde murió en 2016 después de años haciendo de cartero. Una muerte anónima, a diferencia de la de Fischer.

Ahora, la muerte del mallorquín fue seguramente más feliz. "Pomar fue olvidado injustamente, ya que siempre fue un gran jugador. Fue el primer Gran Maestro del ajedrez de España, ganó siete campeonatos españoles individuales y se enfrentó a nueve campeones del mundo: Alekhin, Euwe, Botvínnik, Smislov, Tal, Petrossian, Spasski, Fischer y Karpov, dice Cerdà, que admite que durante el proceso de escribir el libro debía centrarse.” Había un gran riesgo de que empezara a indagar la vida de estos campeones del mundo . De Alejin, por ejemplo, hijo de una familia rusa rica, exiliado huyendo de los bolcheviques, recibido por los nazis y alcohólico en la España franquista y la Portugal de Salazar, donde muere. Una vida fascinante", explica emocionado.

Franco con el niño prodigio del ajedrez español, Arturito Pomar

Vidas fascinantes, como la de Dionisio Ridruejo, un franquista que evolucionó a opositor. Ridruejo haría manos y mangas para llegar al Contuberni de Múnich, un encuentro de opositores a Franco. Personajes como George Fryett, uno de los primeros estadounidenses capturados en Vietnam el mismo año que Rudolf Anderson se convertía en la única víctima de la crisis de los misiles de Cuba cuando su avión espía recibió el impacto de un misil soviético. Cerdà, que admite ser un obseso de los detalles, se acuerda él mismo ante una pantalla contando los pasos exactos que dio Marilyn Monroe antes de cantarle el Happy birthday a Kennedy en el Madison Square Garden. En 1962, por supuesto. O rebuscando en archivos y mapas cómo eran los edificios y calles de los que leía. "He buscado todos los detalles posibles. ¿Cuál era la temperatura en la cárcel de Stillwater de Minnesota un día concreto. No quiero que ninguna cosa contada sea cierta. Si hacía frío, hay que decirlo. Todas las historias y detalles deben ser reales, es innegociable. Yo soy periodista y cuento hechos reales con herramientas de ficción. Pero sin ficcionar", defiende. Si el ajedrez tiene normas, las normas de Cerdà eran estas: historias reales que pasaron en 1962. Y tantos capítulos como movimientos tuvo la partida Pomar-Fischer de 1962.

Si el libro tiene unas normas, Cerdà quiere pensar que hay parte de poesía en haberlo hecho, ya que él quizás no sería escritor sin el ajedrez. Con 12 años, en la escuela, hicieron un torneo de ajedrez y lo hizo bien. Al volver a casa contento, vio que su hermano tenía el libro La tabla de Flandes de Pérez-Reverte, con una portada donde se veía un tablero de ajedrez. En una casa en la que se trabaja con las manos y había pocos libros, fue una puerta que le abrió un mundo nuevo. "No jugué más al ajedrez, pero los libros ya forman parte de mi vida", dice. Círculo cerrado, pues, con El peón, un libro de ajedrez sin serlo. Es un libro sobre dos jugadores de ajedrez, sin serlo. Es un libro de no ficción sobre un año, en 1962, pero también sobre que "todos somos peones en la vida, y quien se cree rey en un tablero, es peón en otro". Un libro sobre peones que sirvió en Cerdà para inspirarse para el siguiente libro 14 de abril, publicado en 2022, donde habla de un montón de peones, y alguna prenda más, el día que se proclamó la Segunda República Española. Pero esta es otra historia. Peones que solían perder. "Tengo una obsesión con la derrota. Si Arturito hubiera sido campeón mundial, no me hubiera interesado", dice.

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