Hacerse 'amigo' de los nazis para entenderlos
Periodistas e historiadores se han infiltrado en la extrema derecha para conocer sus mecanismos de seducción
Barcelona¿Cómo una persona normal y corriente puede acabar apoyando a un régimen que en una espiral de violencia acaba siendo responsable de un genocidio? Milton Mayer (1908-1986) era un periodista judío norteamericano que quería conocer al hombre nazi (no habló con mujeres) para intentar entenderlo. En 1935 viajó a Alemania para hacer una entrevista a Adolf Hitler. No lo consiguió y recorrió el territorio alemán en pleno nazismo: "Me di cuenta de que el nazismo era un movimiento de masas y no la tiranía de unos cuantos seres diabólicos sobre millones de personas indefensas", escribió. En 1951 volvió a Alemania con su familia y se instaló en un pequeño pueblo. Se hizo amigo de diez nazis, a los que dedica el libro: Creían que eran libres. Los alemanes, 1933-1945, que se publica por primera vez en el estado español de la mano de Gatopardo.
Cuando volvió a Estados Unidos, Mayer afirma que fue capaz de entender mejor cómo el nazismo había conseguido conquistar Alemania. "Me parecía que no había conocido al hombre alemán, sino el hombre a palo seco. Resultó que estaba en Alemania en unas condiciones determinadas. Podría ser aquí, en unas condiciones determinadas. En determinadas condiciones, podría ser yo mismo". El hijo de Mayer, Richard Scully, tenía tan solo cinco años cuando fueron a Alemania y recuerda sobre todo la devastación que habían dejado las bombas. Explica que su padre no continuó la relación con los entrevistados y que siempre lo movió la pregunta de cómo la gente corriente puede ser capaz de cometer atrocidades como las que se cometieron durante el nazismo. "Él siempre fue muy consciente de la persistencia en todas las sociedades del tribalismo, el racismo y la intolerancia religiosa", explica por correo electrónico Scully. Después siguió haciéndose las mismas preguntas: "Mi padre vivió la bomba atómica, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría y siempre se preguntaba en qué momento la ciudadanía abdica y da el poder al autoritarismo".
Mayer fue pionero: fue uno de los primeros que intentaron entender cómo los alemanes a salto de mata se convirtieron en nazis y por qué continuaron siéndolo después de la caída de Hitler. Lo hizo muchos años antes de que Alemania osara mirar atrás. Después, sobre todo en las últimas décadas, otros libros han intentado entender e investigar la extrema derecha desde dentro.
Lo ha hecho Talia Lavin con La cultura del odio. Un periplo por la dark web de la supremacía blanca (Capitán Swing, 2022). Lavin es una judía norteamericana bisexual que adquirió diferentes identidades para infiltrarse a través de las redes en diferentes movimientos supremacistas y neonazis. La periodista Julia Ebner también adquirió diferentes identidades en las redes y conversó de tú a tú con yihadistas, neonazis y cristianos de extrema derecha, como explica en La vida secreta de los extremistas (Temas de Hoy, 2020).
Lo hicieron en los años noventa Franziska Tenner, tal como explicó en Ehre, blut und mutterschaft. Getarnt unter nazi-frauen heute [Honor, sangre y maternidad. Camuflada entre las mujeres nazis; 1994], y Michael Schmidt y César Vidal en La Alemania neonazi y sus ramificaciones en España y Europa (Anaya & Mario Muchnik, 1995). Schmidt asistió a reuniones, escuchó discursos, recibió adoctrinamiento y conversó con los cabezas rapadas durante cuatro años para constatar que no estaban desorganizados ni eran nada inofensivos.
El engaño de los líderes autoritarios
La extrema derecha hoy vuelve a tener mucha fuerza. Hitler ofrecía soluciones simples y radicales a los graves problemas económicos que sufría Alemania en aquel momento y prometía resarcir la población de la humillación de la Primera Guerra Mundial. "Siempre tenemos que intentar recordar que no nos tenemos que dejar engañar por las soluciones simplistas a problemas complejos y que normalmente los líderes autoritarios suelen ser corruptos, roban al estado y a la ciudadanía, y provocan graves problemas económicos", explica el historiador Ricard J. Evans, que prologa la edición en castellano del libro de Milton Mayer. "Seguramente la lección más importante es que el resto de los partidos tienen que trabajar unidos para defender la democracia. En las últimas elecciones democráticas antes de que los nazis tuvieran el poder, comunistas y socialdemócratas tenían más votos, pero fueron incapaces de aliarse", añade. Los nazis nunca consiguieron más del 37% de los votos en las elecciones nacionales alemanas.
¿Los hombres a los que entrevista Mayer ayudan a entender como alguien se convierte en nazi? "Los entrevistados, a excepción de un caso, no tienen prácticamente educación formal, pero, si estudiamos el conjunto de los nazis, vemos que mucha gente con estudios superiores trabajó para el régimen de Hitler. Por lo tanto, no podemos decir simplemente que los nazis fueron unos ignorantes", detalla Evans. Marburg, la población donde vivió Mayer y de donde eran los vecinos con los que habló, tenía en aquel momento características peculiares: prácticamente no tenía industria y no había muchos católicos; hay que recordar que comunistas, socialdemócratas y algunos centros católicos fueron los que más resistieron contra el nazismo. Marburg era también una población históricamente antisemita. Además, los entrevistados eran todos de clase mediana-baja, que es la que más apoyo dio al nazismo. "Generalizar a partir de diez personas quizá no es del todo esmerado, pero sí que nos ofrece una perspectiva muy interesante sobre cómo se convirtieron y cómo, años después de la muerte de Hitler, seguían siendo fieles al nazismo", detalla Evans.
Conversaciones con supremacistas blancos
"La manifestación supremacista de Charlottesville de 2017 me impresionó mucho, escribí un artículo y recibí muchos insultos –explica Talia Lavin–. Soy muy terca y cuanto más me atacaban más quería escribir sobre ellos". Lavin, judía, se encontró que si se dirigía a los grupúsculo de extrema derecha con su nombre real nadie quería hablar con ella y, por lo tanto, asumió otras identidades. Al otro lado había todo tipo de gente. "Tendimos a querer protegernos y, por eso, lo más fácil es pensar que podemos reconocer a un supremacista blanco, que no puede ser nuestro vecino o un padre de la clase de nuestros hijos, pero esto solo hace que sea más difícil combatir la amenaza. En realidad, los que forman parte de este movimiento son personas normales que tienen conversaciones y trabajos muy normales", añade Lavin.
Una de las personas con las que Lavin intercambió correos es un profesor universitario en Zúrich. "Todo el mundo se puede dejar seducir por estas ideas, también las personas con educación universitaria, porque apelan a las emociones –asegura Lavin–. Los que abrazan la extrema derecha quieren entender por qué el mundo es tan terrible, porque se sienten abandonados y asustados. Tienen la sensación de que el gobierno no está haciendo suficiente para ayudarlos y echan la culpa a los judíos". Según Lavin, la era Trump dio un impulso también a la extrema derecha de Estados Unidos. "Ha animado a la gente a decir lo que piensan en voz alta y en público. Hasta ahora quizá no se habían atrevido y ahora ven que pueden ser racistas, sexistas, homófobos y antisemitas y decirlo bien alto. Son una gran minoría", concluye la autora.
Ricard J. Evans afirma que hoy la extrema derecha actual es diferente a la del periodo nazi: "No apoya abiertamente la guerra y focaliza más su hostilidad hacia la inmigración que no contra los judíos aunque es antisemita. El nacionalismo de esta extrema derecha es menos propenso a invadir y conquistar otros territorios –Putin ha argumentado la invasión de Ucrania diciendo que lo liberaba de los nazis y no defendiendo la expansión de Rusia–, pero hay factores que se repiten: la crisis económica, el resentimiento nacionalista, la desconfianza hacia las instituciones democráticas y la fe ciega en líderes carismáticos".