Historia oral

La Casa de la Maternidad: de la legalización del aborto a la supervisión de las monjas

La institución recupera testimonios y memoria oral para contar su historia

Barcelona"Mi padre no quería que yo trabajara en la Casa de la Maternidad, pero tanto yo como mi madre nos pusimos muy firmes y lo logramos", explica Fina Flórez Basany. Esta enfermera vocacional nació en la Casa de la Maternidad en 1947, creció y después trabajó en ella hasta jubilarse. "Mi madre fue una renuncia y la adoptaron, pero a los 16 años, durante la Guerra Civil, tuvo que volver a la Casa de la Maternidad. No tuvo una infancia muy feliz y regresar a la Casa de la Maternidad fue como un pequeño milagro. Allí aprendió muchísimo. Era una mujer muy bien preparada", dice Flórez. Fue también en la Casa de la Maternidad de Barcelona donde la madre de Fina conoció a su marido, que era su conserje. "El matrimonio la castró, ya no pudo seguir trabajando", añade Flórez.

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El testimonio de Flórez es uno de los muchos que está recogiendo el Archivo General de la Diputación de Barcelona para recuperar y difundir la memoria oral de esta institución. "Repasando la documentación constatamos que la parte vivencial, la experiencia vital, no queda reflejada en la documentación y que todavía estábamos a tiempo de recoger esta experiencia acudiendo a la memoria oral", explica Jordi Vilamala, jefe de la oficina de archivo y gestión documental de la Diputación de Barcelona. La Casa de la Maternidad abrió en 1853 con el primer traslado de treinta y dos niños asilados y nueve días desde el Hospital de la Santa Cruz a los locales cedidos por la Casa de la Misericordia, que dependía de la administración municipal, en la calle Ramelleres, en el barrio del Raval. En sus inicios, aproximadamente el 50% de las criaturas que ingresaban en la Casa de Maternidad llegaban a través de un torno instalado en el muro exterior del edificio que consistía en una caja de madera giratoria. En 1854, con un brote de cólera de la ciudad, se planteó reubicar la institución. En 1884 se inició el traslado al complejo hospitalario situado en el distrito de Les Corts de Barcelona.

Fue allí donde creció la Fina Flórez. La llegada de la Segunda República (1931-1936) supuso una mayor sensibilidad ante los derechos y la protección de los niños. Por ejemplo, el turno desapareció en 1931. Entre otros cambios, se produjo la entrada de mujeres con ideas muy avanzadas, como la militante anarquista Áurea Cuadrado, que fue directora de la Casa de la Maternidad tras el estallido de la Guerra Civil. En diciembre de 1936, el Gobierno de la Generalidad aprobó la autorización del aborto y, en la Casa de la Maternidad, las mujeres podían hacerlo con garantías. Cuadrado realizó muchos cambios, que tuvieron una vida muy corta, y era una abanderada de la "maternidad consciente". Es en ese contexto cuando regresó la madre de Flórez, porque ya no podía seguir viviendo con la familia que la adoptó. "En la Casa de la Maternidad pudo tener una educación excepcional. Sabía escribir a máquina a una velocidad increíble, leía libros maravillosos, hacía teatro, montaron una sala de cine... Pese a la guerra, en esa época fue muy feliz todo. Cuando oían las bombas, se escondían debajo de la cama", explica. La madre de Fina empezó a trabajar en las oficinas de la Casa de la Maternidad. Allí conoció al padre de Fina. "Mi padre era un mutilado de guerra cuando conoció a mi madre, que había perdido al novio por culpa de la tuberculosis. Se había quedado viudo y tenía tres hijas".

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De voluntaria a profesional

Ambos estaban en las oficinas de la Casa de la Maternidad. Cuando se casaron, toda la familia vivía en un piso, en las propias instalaciones de la institución. La madre de Fina vivió también el cambio de régimen. "Explicaba que habían vuelto a las monjas y que tenían mucho poder en la Casa de la Maternidad. Eran las supervisoras de la moral, por decirlo de algún modo. Mi madre no soportaba ni las mentiras ni la dictadura", relata. Flórez fue a la escuela fuera de la Casa de la Maternidad. Sin embargo, su cotidianidad era bastante diferente del resto de los niños. Vivía en un entorno lleno de médicos, comadronas, monjas, mecánicos... En casa nunca comían solos. Cuando tenía 14 años hacía de voluntaria y cuidaba a los bebés. Fue con esa experiencia cómo se le despertó la vocación. Siempre le ha apasionado su trabajo. También ha aprendido muchas cosas.

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"Al principio, cuando empecé a trabajar me costaba aceptar el hecho de que algunas mujeres renunciaran a sus niños. Supongo que era por todo lo que le había pasado a mi madre. No era muy consciente de ello, pero lo confronté y eso cambió. Nací, he trabajado y he trabajado y he trabajado en la Casa de la de una gran humanidad y muy preparadas, con una gran vocación. Nunca he visto que se tratara diferente a las embarazadas solteras de las casadas", explica. Ahora es la hija de Fina quien trabaja en la Casa de la Maternidad.