La verdad sobre los campamentos para niños judíos de América Latina
Eduardo Halfon noveliza en 'Tarántula' la estancia en un campo donde los monitores traumatizaban a los chicos y chicas para que aprendieran qué significa ser judío
BarcelonaHasta ahora, Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) no había escrito sobre la experiencia fundacional que le obligó a "tomar distancia tanto del país en el que había nacido como de los padres y de la religión". Esta experiencia tuvo lugar a finales de 1984, cuando Halfono, que entonces tenía 13 años, fue enviado con su hermano pequeño a un campamento para niños judíos en medio de un bosque de la meseta guatemalteco. Es lo que ha explicado en Tarántula (Asteroide, 2024). "Durante los últimos tres años, que habíamos pasado en Estados Unidos, habíamos olvidado el castellano y habíamos empezado a rechazar el judaísmo, ya los padres les pareció que había que corregirlo", recuerda el autor, que ha pasado por Barcelona poco después de recoger en Francia el premio Médicis al mejor libro extranjero del año.
Los hermanos llegaron al campamento con ganas de hacer amigos y de vivir aventuras. El narrador de Tarántula enseguida quedó deslumbrado por una chica, Regina, y por uno de los monitores, Samuel Blum. "El personaje de Samuel comienza siendo como un emblema de la belleza: lo comparo con el Tadzio de La muerte en Venecia de Thomas Mann, una figura que llama la atención, casi andrógina", explica Halfono. El problema llega a los pocos días de empezar la estancia, cuando Samuel y los demás monitores empiezan a poner a prueba a chicos y chicas. "Los monitores se dedican a recrear elementos de los campos de concentración para que los pequeños aprendan el odio que sufrieron sus abuelos –comenta Halfon–. Es un tipo de enseñanza que se conoce con el nombre de didáctica negra. Se trata de trasladar el sufrimiento para mantenerlo vivo". Para el equipo de monitores del campamento no basta con explicar qué vivieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial: es necesario que las nuevas generaciones compartan el trauma, aunque sea en una versión más ligera.
"Mi hermano tiene un recuerdo menos traumático, quizás porque era más pequeño que yo –dice". el autor–. En mi caso, necesité huir del campamento y me perdí en el bosque". En la Guatemala de la época era peligroso, porque había grupos paramilitares escondidos. Por suerte, Eduardo Halfon encontró a una mujer que le acogió unas horas en la modesta cabaña donde vivía. "A través de una foto que tenía sobre un mueble vi que había perdido a un hijo –hace memoria–. Ella me dio una lección de esperanza, porque me alimentó y cuidó durante unas horas, cuando podría haberme dejado en medio del bosque".
Una 'educación' judía dolorosa
Halfono no fue el único niño traumatizado por la experiencia en el campo de niños judíos. "Si me puse a escribir fue porque un día, en medio de una clase en el Wissenschaftskolleg de Berlín, uno de los asistentes, que era uruguayo, me dijo que él había pasado por un trauma similar en su país –explica–. educación judía era muy común en toda Latinoamérica durante los años 80. Se consideraba una práctica normal que en algunos casos llegaba al extremo que yo tuve que vivir".
Halfon, autor de una veintena de libros, entre ellos hay El boxeador polaco (Pre-Textos, 2006) y Duelo (Asteroide, 2017) intentó encontrar información sobre estos campos. "Haciendo búsqueda me puse en contacto con otros testigos que habían quedado traumatizados por vivencias similares –continúa–. De hecho, en muchos de los sitios donde he presentado el libro al final se me ha acercado alguien que quiere compartir conmigo lo que va vivir". También le ha pasado a Barcelona, en este caso con una artista y diseñadora que estuvo en uno de esos campamentos en Chile cuando tenía 9 años. "Me dijo que había terminado perdiéndose en medio de la montaña y que lo había pasado muy mal porque no sabía volver al campamento", resume.
Tarántula explica también el reencuentro con Samuel Blum casi 40 años después. La muerte en Venecia, de mayor se ha convertido en Gustav von Aschenbach, un hombre con un punto patético, aferrado a otra época, aún convencido de los beneficios de traumatizar a las criaturas por el bien del pueblo judío", comenta.