LdC Sibi 5
17/12/2024
3 min

¿Por qué nos pone la piel de gallina y es tan misterioso el Canto de la Sibila? ¿Por qué nos sugestiona y nos emociona? Toca la fibra íntima de quien lo escucha, sea creyente o no. Nos hace intuir una espiritualidad atávica, oracular y poética. Una voz femenina, venida de tiempos inmemoriales, nos envuelve en una noche mágica, la Nochebuena. "El día del juicio parrá quien habrá hecho servicio". El mensaje es sencillo: ¡Pórtate bien, que tu vida sea buena!

Pero, ¿quién era Sibila? ¿De dónde surge este acto teatral integrado en el cristianismo popular que ha pervivido a lo largo de los siglos? La medievalista y cantante Laura de Castellet –ella misma es, desde hace años, la Sibila de la Seu d'Urgell– acaba de publicar Sibila. Naixement, metamorfosi i supervivència d'una profecía cantada. (Dalmau Editor), texto a la vez erudito y leedor, una pequeña joya. Fruto de una larga investigación, condensa la sabiduría de su autora, especialista en el paisaje sonoro de la Cataluña medieval. Sabe mucho de campanas, de instrumentos antiguos –ella misma los fabrica– y de todo tipo de cantos y partituras.

Pero vayamos a la Sibila, que ha pervivido como "una reminiscencia de la liturgia carolingia" integrada en la misa del Gallo, el velatorio en el que se celebra el nacimiento de Jesús y que antes, en efecto, duraba hasta que salía el sol y cantaba el gallo. Para distraer e impresionar al personal, se tenían que hacer muchas cosas. Una de ellas era el Canto de la Sibila, que la Iglesia descartó de la liturgia oficial en el siglo XVI (Concilio de Trento), pero que se mantuvo en algunos rincones del Mediterráneo, como en Alguer y Mallorca (también en Toledo durant siglos), y que en el siglo XX se ha ido reintroduciendo en otros territorios de habla catalana. Hoy es un fenómeno que "va más allá de la estricta musicología, la filología, el sentido teológico, el estudio histórico o la interpretación antropológica; es una realidad poliédrica que se resiste a desaparecer".

Su origen se remonta a hace 2.500 años, con las profetisas oraculares de la Grecia arcaica, mujeres que pronunciaban sus vaticinios "sacando espuma por la boca", dice Heráclito, que se mantenían vírgenes y vivían primero en cuevas y con el paso del tiempo en santuarios. Las primeras son las de Cumas, Delfos o la Creta minoica. Hablaban con un lenguaje hermético y poético –de ahí el adjetivo sibilino– y en época clásica se identificaron con el culto a Apolo o Artemis. En el paso de la civilización griega a la romana, aquellos augurios fueron recogidos en compendios que el historiador Lactancio, amigo del emperador Constantino, primero en profesar el cristianismo, expuso como señales de la devastación del mundo una vez cayera el Imperio Romano. Así enlazamos con la Sibila actual: Jesús debía salvarnos de la destrucción a través de los conceptos de culpa, perdón y juicio al final de la vida. Y Constantino tenía que salvarnos en la Tierra. Religión y política hacían tándem.

La antigua profecía apocalíptica pagana cogió un sentido profundo y filosóficamente cristiano con el obispo Agustín de Hipona (354-430), san Agustín, que fijó sus versos. Cuatro siglos después, que no es poco, en época del Imperio Carolingio, con la introducción del canto gregoriano promovido por el papa Gregorio Magno, pasa a ser cantada y, proveniente de Francia, a principios del siglo IX ya tenemos su magia en la Seu d'Urgell y en Tarragona. En la segunda mitad del siglo X se ha convertido en un canto del velatorio de Navidad, como consta en documentación del monasterio de Ripoll.

En esta penetración existe también un factor religioso y político. El obispo de Urgell, el intelectual Félix, profesaba el adopcionismo (Jesús era hijo terrenal y adoptivo de Dios, no divinidad en sí mismo), lo que cuestionaba la unidad religiosa y política que quería Carlomagno, que no por casualidad se hizo coronar emperador en Roma en el año 800, justo dos meses después de haber encarcelado a Félix en Lyon. Es en este contexto cuando la Sibila de raíz agustiniana antiherética fue introducida en la actual Cataluña y pronto obtuvo una popularidad inesperada. Y así hasta la fecha, en la que conecta con las incertidumbres de un mundo de hoy tan inestable como el de la caída del Imperio Romano, y cuando no sabemos si sirve para recuperar feligreses o si se está secularizando.

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